Primer acto.
Preparar vuestro dormitorio como si fuese un templo, esto es, con flores, velas, música e incienso. Colocad un colchón con una almohada en cada extremo; así podréis sentaros cara a cara, uno frente al otro. Situad una vela encendida entre las dos almohadas. Cuidad de que haya suficiente espacio entre las almohadas para que podáis estar cómodamente sentados con la vela en medio. Escoged una música (de unos cuarenta y cinco minutos de duración) que abra y expanda vuestra energía. Colocad otro almohadón o silla en ambos extremos del dormitorio, bien alejados del centro del mismo.
Preparad la habitación con media hora de anticipación y no entrad en ella hasta que llegue el momento indicado; durante este tiempo la música estará sonando.
Segundo acto. El encuentro conmigo mism@
Daos una ducha y en silencio encontraos en la puerta del templo. Usad ropa suelta y cómoda para que podáis quitárosla con facilidad si ese es vuestro deseo. Poned en marcha la cinta o el CD; o, si ya había música, dejadla que siga tocando. Acercaos lentamente a los dos almohadones o sillas colocados en los extremos opuestos de la habitación y meditad sentados durante unos diez o quince minutos. Cerrad los ojos, y permitid que una sensación de tranquilidad surja dentro de vosotr@s. Olvidaos de la otra persona y centrad la atención en vosotr@s mism@s. Haced que vuestro estado de consciencia se deslice hacia abajo por vuestra espina dorsal hasta llegar al vientre. Inspirad aire hasta un nivel de cinco centímetros por debajo del ombligo. Espirad el aire después de contar tres. Inspirad el aire después de contar tres. Mantened vuestro estado de consciencia en vuestro vientre. Respirad de esta forma durante varios minutos.
Tercer acto. La aspiración de la luz, el camino hacia el otro, mirarse
Cuando tengáis la sensación de que estáis “llegando” a vuestro cuerpo, abrid los ojos. Procurad que la visión sea suave y hacia dentro como si el templo estuviese mirando dentro de vosotr@s. Poneos de pie lentamente con la sensación de que vuestras piernas y pies están adheridos al suelo, y emplazad un intenso estado de consciencia en vuestro cuerpo de modo que se despierte la energía que hay en él. Continuad con la respiración consciente, y cuando inspiréis, imaginaos que estáis tomando luz.
Con ese estado de consciencia comenzad a andar lentamente hacia el lugar donde se va a rendir culto al amor. Cuanto más lentamente andéis mejor, ya que durante el trayecto vais a permitir que se desarrolle en vosotr@s mism@s la impresión de que sois más energía que cuerpo. Sentaos cara a cara, uno frente al otro, en el colchón, mirando la llama de la vela que hay entre vosotros. Dejad que la luz circule por vuestro cuerpo; para ello, aspirad de forma sincronizada como si la respiración le estuviese hablando a vuestra pareja. Cuando sintáis que estáis llenos de luz, levantad vuestros ojos para que se encuentren con los de vuestra pareja e intercambiad energía a través de ellos.
Cuarto acto. El abrazo del alma
Después de un cierto tiempo el hombre retira la vela del colchón. La mujer avanza un poco hacia el centro del colchón para sentarse cara a cara sobre las piernas del hombre, que está sentado con las piernas cruzadas, y ambos os abrazáis el uno al otro. Seguid respirando sincronizados haciendo circular la luz. Continuad con el ejercicio de respiración y haciendo circular la luz hasta que se acabe la música. A su debido tiempo, separaos lentamente y rendid culto a vuestra pareja dándole las gracias y expresándole vuestra gratitud, y terminad con la correspondiente inclinación de cabeza.
¡Dedicamos tanto tiempo a tantas cosas intrascendentes… Y tan poco a lo verdaderamente importante!