Sahasrara. Soy canal entre el Cielo y la Tierra

Sahasrara. Soy canal entre el Cielo y la Tierra

INTRODUCCIÓN

Situado en la coronilla, este chakra también puede percibirse a través del tacto; colocando la mano unos cuatro dedos por encima de la cabeza se puede sentir el calor de la energía que desprende. Sahasrara irradia energía hacia arriba y la recibe directamente desde el cosmos. Aunque se le considera un vórtice, como al resto de los chakras, en realidad es mucho más que eso; es, como dice Mary Horsley «un área de la consciencia divina a la espera de ser liberada». Es el conector o el canal a la iluminación y a la sabiduría, y su apertura la reconocemos en la aureola que rodea las cabezas de los santos en la pintura y en la escultura religiosa.

Rige todo el cerebro con las conexiones neurológicas entre sus capas, y concretamente el córtex cerebral. En realidad rige todo el cuerpo, porque este chakra es la integración de los seis anteriores.

Si Ajna estaba relacionado con la glándula pineal, Sahasrara está regido completamente por ella. Esta glándula, también conocida como epífisis, es la responsable de la segregación de melatonina por la corriente sanguínea. También es la que comunica los niveles de luz a las distintas partes del cuerpo, y controla asimismo los diferentes ritmos biológicos, afectando al sueño y a la reproducción. Los estudiosos afirman que está conectada con la imaginación y la creatividad.

Está conectado al primer chakra, porque nadie puede alcanzar la iluminación sin estar plenamente enraizado en la Tierra.

COLOR: TRANSMUTACIÓN, PUREZA Y SABIDURÍA

A Sahasrara se vinculan tres colores: el violeta, el blanco y el dorado, aunque también irradia todos los demás, porque simboliza la sublimación de todos. El violeta es el color de la transmutación. Sahasrara es el chakra de la ascensión, de la trascendencia y disolución de todos los conceptos y límites. El blanco es el color de la pureza, porque en cierta manera, trascender también es sinónimo de purificar, volver al estado de Naturaleza, regresar a la Unidad. Y el dorado es el color de la sabiduría del Ser que Somos, es un encuentro con nuestra Divinidad.

ELEMENTO Y SENTIDO

No se relaciona con ningún elemento ni sentido.

SAHASRARA CONCEPTOS RELACIONADOS

Unidad

Sahasrara abierto nos conecta a la Unidad. Es la cumbre de la espiritualidad a la que puede llegar el humano. A través de este centro se alcanza la sabiduría, puesto que se abre el canal para acceder a otras dimensiones, cayendo todas las barreras que han limitado hasta ahora el conocimiento del Ser que Somos. Sahasrara nos abre a la célebre iluminación, que no es otra que estar despiertos a nuestro propio potencial interno. Despertar es salir del límite del ego y la mente para unirnos a la sabiduría de Dios, que vive en nuestro interior.

A través del chakra de la coronilla realizamos la fusión del Ser con el Universo, que aporta un estado interior de felicidad y plenitud. En Sahasrara desaparecen las distancias, las barreras y los límites, porque la clave de este centro es que no hay diferencia, todo es Uno con Dios. Por esto mismo a este chakra se le conoce también como «la puerta del vacío,» donde la mitología hindú situaba la residencia del dios Shiva. Los conceptos duales aquí ya no tienen lugar, ya no existe el Yo o el Tú; masculino y femenino se unieron, como vimos en Ajna, y por tanto toda la dualidad se ha disuelto, apareciendo en su lugar una comprensión inigualable de las cosas.

Se dice que quien alcanza la iluminación eclosiona, expande su conciencia más allá de cualquier posible descripción

Es el Nirvana de los budistas, el Moksha de los hindúes, el Samadhi de los yoguis, el Boga de los sufíes o el Cielo de los cristianos. En otras palabras, es la ascensión que sólo han conseguido ciertos maestros como Cristo, Buda, Krisna, Saint Germain, Portia, Kutumi, Morya o Kuanyin, entre otros.

La clave es el amor

Pero es importante aclarar que nadie llegará a la iluminación sin amor. Por eso es el final de la escalera de chakras, lo que significa que el viaje por los centros energéticos es acumulativo; en el séptimo recoge la armonía de todos los demás, pero especialmente Anahata, el corazón. La sabiduría de la coronilla va unida a la compasión y al amor incondicional del corazón, ya que la ley del cosmos dicta que lo que recibimos no es nuestro, no podemos patentarlo ni registrarlo como propiedad intelectual; no nos va a dar derechos de autor, sino que, igual que lo hemos recibido, debemos compartirlo, para contribuir a que el resto de la humanidad consiga asimismo su iluminación.

La labor de muchos maestros ascendidos tiene que ver con esto. Jesús de Nazaret, al parecer, vino a hacer entender a los humanos que a través del amor podían acceder a su Cristo interno y lograr la ascensión. Buda hizo algo parecido cuando, tras meditar durante cuarenta y nueve días debajo de un árbol, consiguió su iluminación y se dedicó a recorrer el mundo impartiendo estas enseñanzas, a pesar de que recibió la tentación de quedársela para él. «Nadie la entenderá», le advirtió una mujer, pero a pesar de eso él siguió adelante con su proyecto, confiando en que «habrá alguien que la entienda».

El séptimo chakra es la máxima expresión de la creatividad que veíamos en el quinto, enlazada a la sabiduría del sexto y sobre todo al amor incondicional del cuarto

Trascendencia

El séptimo chakra está unido al concepto de la trascendencia. Sería como la cúpula de un edificio arquitectónico; integra la sabiduría de los seis centros anteriores, que uno por uno se han trascendido hasta convertirse en un loto de mil pétalos abierto al cosmos. Así, si en el primero aprendíamos la supervivencia, ésta fue trascendida en el momento en el que empezamos a disfrutar de la vida y nos encontramos con la dualidad (yo-tú, bueno-malo, alegría-sufrimiento), y entonces llegamos al tercero, para darnos cuenta de que el poder reside en nosotros, porque mirando con un microscopio al otro en su faceta de luz y de sombra, nos encontramos con nuestro propio rostro.

Y así llegamos al cuarto, cuando se nos despertó la compasión y el amor y vimos que, efectivamente, «todos somos uno», y eso nos abrió a la conciencia del Ser que Somos y de nuestra divinidad; y entonces llegamos al quinto plenos de nuestro Ser, con la necesidad de expresarlo a través de la creatividad; en el sexto la expresión de nuestro Ser nos condujo a dejarnos guiar por su sabiduría, fusionando nuestra razón y nuestra intuición y uniéndonos a todo lo creado. Y en el séptimo, después de haber hecho todo este camino, nos convertimos en canal entre el Cielo y la Tierra, dándole sentido a cada una de las etapas de nuestro viaje, porque cada una de ellas nos ha puesto en el camino hacia la unión con nuestra Divinidad.

Por tanto, en el séptimo vivimos con los pies en la tierra y nos sabemos mover por ella, aunque tenemos claro que ésta sólo es ilusión

Sabemos disfrutar de la vida y nos relacionamos con el otro sabiendo que todo aquello con lo que interactuamos también es Dios y que es un espejo de lo que nosotros somos, del grado de evolución por el que transitamos, y responde a aquello que necesitamos para seguir creciendo. Esto nos hace dueños de nuestro poder y de nuestro destino, porque nos sabemos creadores de nuestra realidad. Pero la creamos partiendo del amor, el respeto y la compasión hacia nosotros mismos y hacia el resto de los seres que nos rodean. Y conectados a nuestra divinidad, somos capaces de expresarla con toda nuestra fuerza e intención, ayudando a sanar al mundo a través de la realización de aquello para lo que hemos nacido. De esta manera, nos ponemos en manos del Ser para que él nos guíe en nuestro camino de vuelta a la Unidad.

Sahasrara sería la culminación de los siete chakras en su camino alfa.

El despertar de la conciencia

En Sahasrara se produce el completo despertar de la conciencia, de tal suerte que la totalidad de la vida se experimenta desde el plano espiritual. Todo tiene sentido y todo está conectado con el Ser. Desde el acontecimiento más importante en la vida de una persona hasta el más anecdótico tiene una razón de ser y un significado simbólico, además del aparente o real. Detrás de cada manifestación de la realidad, Dios parece estar sonriéndonos o lanzándonos un guiño. Todas las experiencias, por tanto, tienen una dimensión sagrada.

En Sahasrara descubrimos nuestro propósito vital, aunque hayamos ido descubriéndolo en distintas facetas, transitando por los seis chakras anteriores. En el séptimo despertamos a un conocimiento que lo abarca todo; entendemos para qué hemos nacido, pero en la totalidad de este concepto.

Si despertamos a la completa perspectiva de Sahasrara, no hay manera de desvincularse de este propósito

Lo que ocurre es que este conocimiento implica una responsabilidad; si se acepta se abre una fuente de energía inagotable, porque esa conexión con el Ser le suministra todos los medios que necesita para realizar su Plan Divino, pero la entrega a él debe ser total.

Si nos asustamos y rechazamos la responsabilidad, seremos devueltos al laberinto de los chakras inferiores, donde nos sentimos más seguros, aunque nos parezca mentira, viviendo una y otra vez la alegría y el sufrimiento, el enamoramiento y el desencanto, el sentir y el hacer, el perder y el ganar, hasta que, después de haberlo experimentado todo, ya no nos dé miedo salir de la dualidad.

Alineamiento

Si aceptamos el desafío de Sahasrara, nuestro Plan Divino exige, como decíamos antes, una entrega total, que se traduce en dotar toda nuestra vida de una dimensión sagrada y alinear nuestra energía hacia este propósito. Es fundamental permanecer en el eje de nuestra Divina Presencia, que es un alineamiento vertical, conectándonos a través de los chakras a otros planos. El alineamiento horizontal nos conecta al ego y a la personalidad, lo que nos sitúa fuera de nuestro eje.

Herramientas que nos pueden ayudar serían el trabajo con los chakras, una alimentación adecuada, la meditación, la armonización y trascendencia de todos nuestros personajes internos y, sobre todo, la constancia y la atención. Hemos de saber que este alineamiento tal vez requiera que dejemos atrás ciertas situaciones vitales o que digamos adiós a algunos hábitos y personas. Estas renuncias que a veces pueden considerarse críticas o dolorosas, cuando nos entregamos a nuestra Divina Presencia se viven de otra manera, se ven con los ojos de la trascendencia.

Mediumnidad

Si en el sexto chakra nos abríamos a la escucha de nuestros guías como la parte sabia de nosotros mismos, en el séptimo tenemos la oportunidad de abrir el canal que nos conecta con otros planos dimensionales escuchando el consejo de todos los seres que hay detrás del velo y que nos orientan en la senda de nuestro plan divino. Ésta es la conocida mediumnidad, que nos permite mirar dentro del alma, una vía que sin duda facilita la puesta en práctica de lo que venimos a realizar.

La mediumnidad no es un don con el que nacen unos pocos elegidos, sino algo que tenemos todos en potencia y podemos conquistar, aunque requiere una gran responsabilidad. Exige la absoluta entrega, el amor incondicional, el continuo trabajo personal, aprender a parar la mente apartando el ego para poder escuchar y ensanchar el canal de comunicación. Y también la condición de estar permanentemente al servicio de los designios de Dios y no de los deseos del ego.

Muchas personas que conquistan esta virtud, casi siempre tras un arduo trabajo interior hasta que consiguen manejarla, pueden experimentar una crisis, pasar miedo o incluso creer que se han vuelto locas

Son muchos los individuos que han transitado (y desgraciadamente siguen transitando) como fantasmas por los pasillos de muchos psiquiátricos, medicados con neurolépticos, ansiolíticos y antidepresivos, cuando su único problema es que su gran canal está abierto.

Mi recomendación es que, ante las crisis caracterizadas por escuchar voces, vivir sincronicidades de forma continua, experimentar sueños premonitorios, fuertes presentimientos en estado de vigilia, telepatía y miedo intenso e irracional, no acudan a la consulta de un psiquiatra, sino que elijan caminos más alternativos que les garanticen el reajuste de su energía y les guíen para manejar su inmenso potencial. Una de las maneras de ajustarse mejor es tomar tierra.

No se puede trabajar la espiritualidad si no se está bien enraizado

Es importantísimo comer bien, hacer deporte, salir y divertirse con amigos, bailar, no descuidar su ámbito familiar y de trabajo y saber digerir con humildad la gran apertura energética que supone la mediumnidad.

Cuando se abre como canal, recuerde que usted se convierte en una radio. Puede, por tanto, elegir qué dial sintonizar. Hay diales de luz y otros del bajo astral. Es muy normal que al principio conecte con estos últimos, y si en usted quedan registros de miedo, tendrá todas las papeletas para ello. No olvide que puede hacer uso de su libre albedrío y de su voluntad. Si le ocurre esto, libérese de esos miedos y cambie de dial. Sintonice con bandas superiores, donde encontrará frecuencias acordes a su evolución; seres de luz que le ayudarán, tales como guías, ángeles, maestros ascendidos, arcángeles o elohims, o incluso hermanos mayores de otros planos dimensionales. No importa tanto con quién contacte, sino la calidad del mensaje, que deberá comprobar siempre con el corazón.

María José Álvarez Garrido. Chakras, el viaje del héroe

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