Chakra Manipura: El poder reside en mí

Chakra Manipura: El poder reside en mí.

El tercer chakra – Manipura – está ubicado en la región del llamado plexo solar, en la base del esternón y la boca del estómago. Es la parte superior del abdomen. Rige el hígado, la vesícula biliar, el páncreas y el sistema digestivo. Está asociado a las glándulas suprarrenales y riñones (aunque este vórtice no es su rector) y constituye el centro del sistema inmunitario psíquico, ya que lo protege de cualquier energía peligrosa. Así, cuando detecta el peligro se cierra, elevando su temperatura o expandiendo su energía para proteger al segundo y cuarto vórtices, que son receptivos.

Un dolor punzante en el estómago, no relacionado con la sensación de hambre, es a menudo una señal de que el chakra Manipura se está cerrando por la influencia de energías peligrosas en el entorno.

Pero además de ser el chakra protector del sistema de ruedas energéticas, es también el catalizador y traductor de información energética. Una persona con el tercer chakra en óptimas condiciones tiene la capacidad de catalizar la información espiritual procedente de los tres chakras superiores y enviarla traducida hacia los tres inferiores, actuando en armonía con lo que emana de su corazón; podrá interpretar asimismo la información corporal de los dos primeros chakras y enviarla  a los superiores. Así, si nos amenaza un dolor, el tercer chakra – Manipura – le pasará la información al sexto, y se eliminará la posibilidad de que ese dolor se acabe convirtiendo en enfermedad. Sin embargo, si Manipura está demasiado abierto o cerrado será incapaz de hacer circular la información.

La energía de este centro energético emana hacia delante desde la columna vertebral, entre la duodécima vértebra torácica y la primera lumbar. Es la zona en la que se centra uno de los más importantes puntos de acupuntura, al que se accede desde la columna vertebral: el ming men. Los expertos en medicina tradicional china consideran este punto como el lugar en el que reside el chi vital y primigenio, que aunque está relacionado más directamente con el segundo chakra, influye enormemente sobre Manipura.

En realidad, esto que afirman los médicos chinos  no es nada sorprendente, porque en Manipura, que significa «gema brillante» y «ciudad de joyas,» podríamos decir que nace el sol, la energía vital que nutre al ser humano. Si el sol no saliera cada mañana, la vida en la Tierra desaparecería o incluso no hubiera podido existir nunca. Y es que la más importante joya que posee el hombre es el sol.

Color: amarillo, color de la sabiduría

El color de Manipura en el sistema sánscrito es el amarillo, un color mental. Expresa memorización de datos, pensamiento lógico-racional, acción, pero también sabiduría y clarividencia. Otras corrientes hablan del violeta, porque es un centro transmutador. Para potenciar este chakra a través de la cromoterapia podemos vestirnos de amarillo o colocarnos joyas o abalorios de oro, crear un altar con piedras y flores amarillas y decorar partes de nuestra casa con este color. Especialmente este tono debería estar presente en la zona de nuestra casa en la que estudiamos, trabajamos o realizamos algún tipo de labor intelectual.

Para la sanación de este chakra, no obstante, algunos expertos como Ruth White recomiendan la utilización del dorado y el rosa. El dorado como el color del sol, el cual infunde fuerza y coraje a aquellos que se sienten débiles, sin fuerzas, deprimidos. Y el rosa para los que tienen el chakra demasiado abierto y revolucionado, aquellos con inflación de ego, para suavizar y devolverle el equilibrio.

En cualquier caso, el violeta también puede ser de gran ayuda, pues sirve para transmutar la energía, ya que para armonizar este chakra a veces necesitamos experiencias y personas que aparentemente nos descolocan, y hemos de ser capaces de transformar  y trascender tales acontecimientos, conectándonos de esta forma con el poder verdadero de nuestro Ser.

Elemento: el fuego del hogar

Estrechamente relacionado con el Sol, entendemos que el elemento del chakra Manipura sea el fuego, símbolo del espíritu, de la vida, del poder.

El fuego calienta, arropa, une… En la antigua Grecia estaba estrechamente relacionado con el hogar. Su diosa vinculada era Hestia, y en su templo, como en todos los hogares, su fuego siempre debía estar encendido. Las polis griegas se fundaban a partir del templo de esta diosa. Se tomaba una antorcha de este fuego primigenio y se formaba un camino de antorchas que se iban encendiendo con el fuego original hasta que éste llegaba a la nueva polis. Cuando la hija de una familia se casaba y formaba un nuevo hogar, se tomaba asimismo una antorcha del fuego materno que  procedía  del templo de Hestia. De esta manera, todos los griegos estaban interconectados a través del fuego, que  es símbolo del espíritu.

De la misma forma, desde Manipura creamos lazos con las otras personas; nuestro espíritu se interconecta con todo y con todos desde nuestro fuego primigenio individual.

Pero el fuego, que es total, como todos los elementos, y no dual, tiene también la capacidad de destruir, de devastar, de quemar. Cuando el poder se identifica con el ego y no con el espíritu, los lazos de unión con los otros no se desarrollan a partir de la Hestia interna, es decir, de la igualdad, sino de la dominación o el servilismo. Por tanto, son tan destructivos como un incendio o un volcán en erupción.

Pero la lección más importante del tercer chakra y de su elemento, el fuego, es su capacidad de transmutación. El mítico símbolo universal de este proceso es el ave fénix, el pájaro que, llegado a  un punto culminante de su evolución, se autodestruía quemándose para renacer de sus cenizas. Los ritos sagrados de los pueblos más ancestrales incorporaban el fuego en este sentido: celtas, druidas, vikingos, griegos, romanos, egipcios… Y esto es algo que, especialmente, hemos heredado las civilizaciones asentadas en el Mediterráneo. Las fallas valencianas, la fiesta de San Juan (internacionalmente conmemorada) y la celebración de Todos los Santos son algunos ejemplos. Estos festejos están protagonizados por petardos, hogueras y queimadas, y dan fe del poder transmutador del fuego.

Esta transmutación se relaciona también con la comida, otra forma de alquimia. El fuego nos permite cocinar, transforma los alimentos en platos deliciosos que nos nutren. Es el mismo proceso que tiene lugar en nuestro organismo cuando convertimos lo que comemos en energía.

Como dice Stella Lanantuoni, «Manipura es el lugar donde se realiza una gran transformación, donde los tres primeros chakras, si el trabajo estuvo bien realizado, hallarán su culminación. Ascender desde este punto implica traspasar el diafragma. Si lo hacemos, todo un ciclo se estará cumpliendo, porque se ha pasado del mundo material al mundo espiritual».

Sentido: ver y decidir

Manipura rige el sentido de la vista, la cual, según la medicina china, está gobernada por el hígado. Este sentido es estimulado por la luz, relacionada ésta también con el fuego.

La vista es el previo paso para tomar decisiones en nuestra vida. Para deliberar y elegir un camino descartando otros, es necesario, en primer lugar, verlos todos. Un plexo solar sano nos permite planificar con acierto nuestras vidas, pues somos capaces de percibir con la visión del águila, desde arriba, todas las posibilidades para encaminarnos hacia donde queremos  ir. Desde Manipura podemos convertirnos en arqueros que son capaces de fijar un objetivo, lanzar la flecha y dar en la diana.

Por otro lado, este tercer chakra Manipura también nos da la capacidad de ver desde una perspectiva más sensitiva o psíquica. Con el plexo solar en armonía sentimos cuándo una persona o situación nos conviene o no. Con esta sabiduría y sensación decidiremos qué es mejor para nosotros.

La toma de decisiones está muy relacionada asimismo con el poder. El plexo solar nos brinda la posibilidad de crear nuestra propia estrategia vital de la forma que más se adecue a nuestras posibilidades y circunstancias. Si en el primero aprendíamos a sobrevivir y en el segundo a distinguir entre placer y dolor, en el tercero nos hacemos individuales y nos liberamos.

En este tercer chakra elegimos, hacemos y nos responsabilizamos de quienes somos, de lo que elegimos y de lo que hacemos. La voluntad aquí juega un papel muy importante, porque es el camino para lograr aquello que perseguimos.

Además en este centro energético Manipura se forman nuestras opiniones, y aunque las expresemos a través del quinto chakra, el coraje para defenderlas y transmitirlas se logra en el tercero. Hallamos aquí nuestra fuerza interna y la perseverancia para seguir adelante a pesar de las dificultades que obstaculizan nuestro camino vital. Desde Manipura podría aplicarse la célebre frase que Miguel de Cervantes ponía en boca de su querido don Quijote de la Mancha: «ladran, luego cabalgamos».

CONCEPTOS RELACIONADOS

Aceptación y reconocimiento

Desde el plexo solar tenemos la capacidad de transformarnos, de quemarnos y renacer, como  el ave fénix, de nuestras cenizas. Porque para colocar nuestro poder personal y conseguir relacionarnos con el otro desde nuestro centro, sin endiosar ni esclavizar, hemos de experimentar el dolor, la decepción y sobre todo el miedo. Este chakra está íntimamente ligado con dos procesos psicológicos relacionados con el fenómeno de adaptación al medio y las relaciones sociales: la necesidad de aceptación y la necesidad de reconocimiento.

Todos necesitamos que quienes nos rodean nos acepten y nos reconozcan, qué duda cabe. Pero hay personas que requieren más aceptación, es decir, necesitan como el agua que beben y el aire que respiran que el otro las apruebe y las ame, frente a otros individuos, que lo que necesitan por encima de todo es que las reconozcan, es decir, que valoren sus capacidades.

Las primeras se caracterizan porque se pasan la vida agradando a los demás. Desde su forma de vestir hasta su forma de expresarse hablan de su necesidad imperiosa de ser aceptados, amados. Se las reconoce sobre todo porque son amables, cariñosas, agradecidas y, sobre todo, sonrientes. Su gran problema es que no se quieren y por eso necesitan continuamente la aceptación ajena. Este fenómeno suele ser un proceso mayoritariamente femenino más que masculino, aunque eso  no significa que a los hombres no les ocurra.

Los que buscan reconocimiento no pierden el sueño porque se les quiera o no, ni tampoco se esfuerzan en ser agradables, es más, muchas veces pueden ser hasta rudos, poco diplomáticos, bruscos y nada sonrientes. Sin embargo, necesitan tener razón por encima de todo. La última palabra siempre es suya y lo que hacen debe ser siempre valorado.

Ambas tipologías de personas nos hablan de un poder personal mal colocado, pues para ambos la crítica, el juicio ajeno y el reproche son vividos como una traición tremenda que atenta contra su seguridad personal.

Al equilibrar y fortalecer el chakra Manipura, se alcanza un estado en el que el miedo al rechazo y a las críticas desaparece y uno es capaz de separarse del grupo, creando la propia identidad, no basada ya en la necesidad de aceptación o reconocimiento por parte del mundo, sino en la capacidad para asumir el riesgo que supone vivir, sabiendo que uno puede manejar todas las situaciones a las que se enfrente.

El poder reside en mí

Manipura nos brinda una posibilidad única y quizás una de las más importantes: la de reconocernos como el Dios que cada uno de nosotros somos. En mi trabajo como psicoterapeuta, las personas que llegan por primera vez a mi consulta o a mis cursos vienen desesperadas porque se sienten profundamente desgraciadas o abrumadas por sus circunstancias vitales: la muerte de un ser querido, infelicidad en su trabajo o en su vida en pareja, una enfermedad degenerativa que les puede conducir a la muerte, una separación, estrés en el trabajo… Se sienten víctimas de sus circunstancias y piden ayuda para remontarlas.

Lo primero que aprenden conmigo es que el poder reside en ellas mismas, porque son Dios, y aunque se crean que las circunstancias moldean su vida, son ellas  quienes eligen cada uno de los pasos; lo que ocurre es que lo hacen con inconsciencia. El descubrimiento de este poder de crear la existencia desde quienes realmente son produce en ellas un efecto enormemente sanador; les da la fuerza suficiente para emprender el viaje del héroe, desde su personalidad o ego hasta su Sí Mismo (quienes realmente son) a través del conocimiento de su  propio inconsciente, dejando atrás las víctimas y convirtiéndose en auténticos héroes y heroínas de  su propia existencia.

Creamos nuestra vida a partir de nuestros patrones internos, es decir, de lo que creemos de nosotros mismos y de la realidad. Cuando entendemos este proceso y descubrimos esos patrones estamos preparados para desmontarlos, y eso se hace desde Manipura a través del decreto. Nunca debemos olvidar que somos Dios y con nuestra divinidad cualquier pensamiento se convierte en ley. Por eso, para manejar nuestra vida y llegar a donde queramos, podemos decretar conscientemente. Pero es importante decretar desde el Ser, desde quien realmente somos, no desde el ego. Una fórmula de decreto sería: «Yo Soy el que Soy y desde mi Divina Presencia decreto…».

Es importante aclarar que el decreto no sirve si no limpiamos nuestras  circunstancias personales (si no nos autoconocemos) y no desenmascaramos a nuestros personajes internos transformándolos y armonizándolos. Por otro lado, para decretar es importante sentirnos merecedores de lo que pedimos. Cuando en mis cursos o en consulta le digo a la gente que escriba siete decretos en un papel, y que sean concretos, muchas personas se sienten culpables o impías para pedir. Además, es frecuente que dirijan sus propósitos hacia aspectos únicamente espirituales, a pesar de que su felicidad depende de satisfacer primero temas más mundanos, como tener una vivienda o trabajar en aquello para lo que han nacido y poder vivir de ello. A estas personas yo siempre les digo que empiecen la casa por los cimientos y no por el tejado.

Nunca podremos llegar a nuestro Sí Mismo o Ser si no somos felices

Dios es abundancia, y si somos Dios, lo primero que hay que tener claro es que somos merecedores de esa abundancia, siempre y cuando ésta no nos haga olvidarnos de quiénes somos realmente.

A la hora de decretar es de gran ayuda visualizarnos en la circunstancia deseada. Esto consiste en una especie de programación en la que nos vemos con todos los detalles posibles, de modo que si lo que queremos es una casa debemos visualizarla y vernos viviendo en ella.

Por otro lado, los decretos han de simultanearse con una preparación física y energética,  además de psicológica. El trabajo de crecimiento personal y autoconocimiento puede  caer en bancarrota si no cuidamos de nuestra salud física y de nuestra energía. Comer sana y adecuadamente, hacer ejercicio, meditar, dormir las horas que necesitamos y relacionarnos con personas que ayudan a potenciar nuestro equilibrio interno y nuestro crecimiento es fundamental para llegar a las metas que nos propongamos.

No debemos olvidar entonces aquello que decía Krishnamurti: «poner los mimbres y despreocuparnos de los resultados». Es decir, debemos poner todos los medios para llegar a donde queremos, con voluntad, disciplina y claridad, pero sin apegarnos a los resultados de dichos medios. El Ser es quien decide cuándo estamos lo suficientemente preparados para que nuestra realidad cambie, por eso debemos dejar los asuntos en manos de Dios y del universo. El respeto debe ser nuestra moneda de cambio y nuestro pilar hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Corredores de fondo

Y quizás lo más importante: debemos vernos como corredores de fondo. A un corredor le da igual que su entrenamiento para las olimpiadas se realice en un parque o en la pista de atletismo del estadio olímpico, porque lo único que tiene claro es que cada entrenamiento le acerca más a su medalla. El entrenador de fondo no compite con otros atletas, compite con su propio cuerpo. Gana cuando un día consigue llegar dos minutos antes que el día anterior.

En la vida pasa lo mismo. Somos cocreadores del plan divino, somos sólo un engranaje del gran sistema; por tanto, la única competición válida es la que mantenemos con nosotros mismos. No debemos olvidar que estamos al servicio de ese sistema; lo que nos pase en el camino hacia nuestra medalla son pruebas que únicamente tienen que ver con nosotros.

Hacerse hombre

En el primer chakra aprendimos a sobrevivir, en el segundo a relacionarnos y en el tercero nos separamos del grupo para ser nosotros mismos. Manipura, por tanto, nos ayuda a consolidar el ego. Carl Gustav Jung decía que para hacer el camino del héroe primero es necesario construir  el Yo (ego), y por consiguiente, la primera mitad de la vida debe estar dedicada a fortalecer ese Yo y la segunda a disolverlo. El plexo solar se relaciona con las tareas de «escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo,» acciones que hacen fuerte nuestro ego y nos permiten tener una clara sensación de identidad; de esta manera nos convertimos en héroes que pueden encaminarse en la aventura de la búsqueda del Grial.

Este camino heroico y la conquista de Manipura se ven reflejados en el célebre poema If (1895), del poeta británico nacido en la India Joseph Rudyard Kipling. Parece que la poesía estaba dedicada a uno de sus hijos, y hace acopio de las más sensatas enseñanzas que un padre puede transmitrle a su retoño acerca de la vía para convertirse en un hombre.

If

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en ti mismo una fe que otros te niegan

y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera. Si, engañado, no engañas.

Si no buscas más odio que el odio que te tengan. Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.

Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres. Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo. Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si alcanzas el TRIUNFO o llega tu DERROTA,

y a los dos impostores les tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado, a pesar del sofisma del Orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida, aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas de un golpe y lleno de alegría tus ganancias de siempre a la suerte de un día y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea

sin decir nada a nadie, lo que eres ni lo que eras.

Si logras que los nervios y el corazón te asistan, aun después de su fuga, en tu cuerpo en fatiga,

y se agarren contigo cuando no quede nada, porque tú lo deseas, lo quieres y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas la virtud. Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz. Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida. Si todos te reclaman y ninguno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto

de sesenta segundos que te llevan al cielo, TODO lo de esta Tierra será de tu dominio, y mucho más aún…

¡Serás un HOMBRE, hijo mío!

En las sociedades modernas, frente a las tribales, nos es más difícil consolidar correctamente nuestro ego. La razón es que hemos desterrado el mito y el rito de nuestra cultura. Las viejas civilizaciones vivían al ritmo de la naturaleza y todas las transiciones se ritualizaban. Se ritualizaban los cambios estacionales y también los procesos evolutivos de cada miembro del grupo. De esta forma, la persona sabía a través de su inconsciente que había entrado en otra etapa vital con necesidades e imperativos diferentes a la anterior. Sin embargo, en nuestra sociedad, como no hay ritos para cada una de las etapas, la persona se halla perdida, desconcertada y terriblemente confundida; quizás por eso nos encontramos con personas que, habiendo dejado muy atrás esas primeras etapas de consolidación de su identidad, no la han logrado.

Autoestima

El plexo solar está íntimamente relacionado con la autoestima. A medida que desarrollamos nuestro sentido de identidad, nuestra voz intuitiva interior nos guía hacia donde realmente queremos ir. Pero para ello hemos de haber desarrollado esa palabra que se puso de moda a finales de los años sesenta del pasado siglo, pues es cuando los psicólogos se atreven a afirmar que la propia estima es esencial para la salud de hombres y mujeres.

Aunque los psicólogos no se pongan de acuerdo en su definición, sí coinciden en que es la gran madre del universo de nuestra psique, la ruta hacia la felicidad, la base de la que parten todos los caminos vitales. La autoestima se nos presenta como el principio y el fin de toda nuestra psicología. Los especialistas en este asunto afirman que no existe un solo conflicto psicológico que no pueda remontarse, aunque sólo sea en parte, al problema de la autoestima defectuosa: ansiedad, depresión, bajo rendimiento escolar o laboral, miedo a enamorarse, adicciones, violencia doméstica, abusos a menores, suicidios… La lista es interminable. Pero ¿qué significa esta palabra tan utilizada en tan distintos ámbitos y por qué es tan fundamental?

La salud de la mente

El psicoterapeuta y filósofo norteamericano Nathaniel Branden, una eminencia a nivel mundial en este tema, la define como «la salud de la mente, puesto que es una necesidad humana profunda y poderosa, esencial para la autorrealización, que consiste en reconocer nuestra propia valía y nuestro derecho a triunfar y a ser felices». Es el sentimiento de ser respetables, dignos, con derecho a reclamar la propia afirmación de nuestras necesidades y carencias, a vivir en concordancia con nuestros principios morales y a recoger el fruto de nuestros esfuerzos. En definitiva, es amarse a sí mismo.

Hace unos años, el psiquiatra español afincado en Estados Unidos, Luis Rojas Marcos, elaboró  un estudio acerca de la autoestima que revolucionaba las bases psicológicas del tema. Rojas Marcos se desmarca de la vieja escuela, que consideraba toda autoestima alta (amor a uno mismo) como buena y toda autoestima baja (falta de amor a uno mismo) como mala, y habla de tres tipos de autoestima, basándose en los más recientes estudios sobre esta materia.

Así, habría una autoestima alta, que es la de los grandes tiranos y dictadores, basada en el sometimiento de otras personas y un sentimiento de superioridad; una autoestima baja, la de aquellas personas que se autorechazan, se menosprecian y suelen caer en el victimismo y en conductas autodestructivas, y por último una autoestima sana, cimentada en una valoración positiva de uno mismo en función de la conciencia de sus virtudes y defectos, capacidades, limitaciones y de las consecuencias gratificantes de sus comportamientos para su bienestar y el de los demás.

En cualquier caso, tanto si seguimos el viejo modelo como el nuevo en lo referente a la autoestima, lo que sí está claro es que si no nos gustamos a nosotros mismos, no nos respetamos y no nos queremos, o, por el contrario, nos relacionamos con el otro desde la perspectiva del narcisismo o la tiranía, seremos incapaces de tomar decisiones sanas y de orientarnos hacia donde realmente queremos llegar.

Las personas con «baja autoestima,» recogiendo la definición de Rojas Marcos, cederán su poder personal a otras personas para tomar decisiones y se involucrarán en relaciones laborales y personales que refuercen esa debilidad. Por el contrario, las personas con la «autoestima alta» se harán con el poder personal del otro y le manipularán y someterán a un autoritarismo férreo. Estas personas buscarán relaciones laborales y personales que refuercen su supuesta fuerza. Sin embargo, aunque aparentemente opuestos, pusilánimes y narcisistas son las dos caras de una misma moneda; su mayor mal es que no se conocen y, por tanto, son incapaces de amarse.

Sin ir más lejos, el mito de Narciso y Eco habla de la tragedia de un joven que se enamora de su propio reflejo en un río, porque nunca se había visto antes, por lo que no se conocía. Este enamoramiento imposible le conduce a la muerte. Por otro lado, Eco sería la ninfa que sitúa el poder fuera de ella misma, porque no se escucha (y, por tanto, tampoco se conoce). Se enamora de Narciso, que la trata con arrogancia y no le corresponde. Desde su impotencia y victimismo, maldecirá a su amado, abocándose los dos a la muerte. El mito refleja que el desconocimiento de uno mismo y el consecuente desamor conducen a la muerte psicológica.

Conocimiento y aceptación

La sana autoestima está basada en el conocimiento de uno mismo y es la aceptación de lo que somos. «Hemos de aceptarnos incondicionalmente —afirma Eduardo Roselló, psicoterapeuta experto en cáncer y escritor—, sin juzgarnos, valorando nuestros logros, aceptando nuestros fracasos y sabiendo que somos seres únicos, al tiempo que pertenecemos a una colectividad; de esta manera nos sólo conseguiremos querernos a nosotros mismos, sino que además alcanzaremos la alegría de vivir».

Por otro lado, esto es algo primordial en los tiempos que corren, puesto que vivimos desbordados por la actividad, la aceleración, la necesidad de productividad y el imperio de la imagen, que nos dice cómo debemos ser para lograr la felicidad y qué debemos tener. Sin una conciencia firme de nuestra propia identidad y un sentido claro de nuestra competencia y valía tenderemos a perdernos a nosotros mismos. Viviremos enganchados a los patrones externos del marketing, que nos llevan a rechazar nuestro cuerpo, a no aceptar nuestros límites o nuestra historia personal, y nos lanzaremos a una carrera frenética para alcanzar metas, incapaces éstas de hacernos dichosos porque son externas; se relacionan con lo que el psiquiatra alemán Erich Fromm llamó «tener»: unas vacaciones en un paraíso, un puesto más prestigioso, el último modelo de automóvil, un cuerpo de gimnasio…

En definitiva, cuando no nos conocemos y basamos nuestra propia valía en lo externo, vivimos como el burro que avanza estimulado por la zanahoria atada delante de él y nunca la alcanza. La  felicidad  sólo se logra a través del Ser. A esta difícil empresa nos ayuda Manipura.

El poder de la belleza

Una de las más importantes lecciones que aprendemos con el tercer chakra es aceptar y amar nuestro cuerpo, independientemente de cómo sea éste y de si se adapta o no a los cánones establecidos.

Nuestra sociedad tiende a encarcelar a hombres y mujeres enganchándoles a la belleza, estableciendo el camino de lo aceptado y de lo rechazado. Y lo peor de todo es que esto está haciendo enfermar, e incluso morir, a muchos de sus miembros. Un ejemplo es la obsesión por la juventud y la delgadez, cuyas consecuencias son pésimas: desde operaciones estéticas que suponen una auténtica agresión contra uno mismo a la terrible anorexia, que se cobra miles  de vidas de los más jóvenes de la población, especialmente mujeres.

El gran problema es que la belleza parece que va unida a otro concepto: poder. Pero no es una asociación sana. Aunque sí es cierto que la belleza es poder, no ha de entenderse como sometimiento, sino como fuerza interior. Cuando nos sentimos a gusto con nosotros mismos somos capaces de irradiar lo mejor que hay en nosotros; por tanto, somos capaces de mostrar toda nuestra belleza, y esto es síntoma de un poder correctamente colocado, es decir, de la capacidad para decidir por nosotros mismos, de manejar nuestra vida, de decir sí y no, de expresar, en definitiva, el Ser que somos.

Sin embargo, la asociación que normalmente se hace entre belleza y poder no es la correcta. Scilla Elworthy opina que en occidente la belleza es sinónimo de poder.7 Una persona atractiva puede conseguir todo lo que se proponga en la vida: individuos del otro sexo encantadores y poderosos, puestos de trabajo importantes, popularidad… La publicidad es quizás el medio en el que más se potencia este matrimonio entre belleza y poder. Los modelos están en la cúspide de esta pirámide de oro. Guapos, con cuerpos impresionantes, marcan un arquetipo sexual al que hombres y mujeres quieren llegar.

Y este anhelo se relaciona con el deseo de seducir al otro para ejercer su poder sobre él. Pero este poder entraña un gran engaño en el que nos podemos ver atrapados: la competitividad y la falta de amor. Porque este poder es ubicado fuera de uno mismo. En esta trampa —aunque hoy día se equiparan hombres y mujeres en muchos aspectos— caen más a menudo las mujeres, pues a ellas se les exige desde muchos ámbitos ser «chicas diez».

Pero más allá de la forma física y del intento de dominación de un sexo sobre el otro para experimentar el poder, la sensación de fealdad procede no sólo de la inseguridad personal y de la falta de autoestima, sino sobre todo del miedo a no ser queridos, a no ser aceptados y reconocidos  por nuestro entorno.

Miedo al miedo

El que fue presidente del gobierno español en la época de la transición a la democracia, Adolfo Suárez, declaró en una entrevista en televisión, en los años ochenta, que uno de sus mayores temores era «tenerle miedo al miedo». En realidad, ése debería ser el mayor terror de todos, ya que el miedo es la emoción que más nos bloquea, nos consume y nos mata. Pero aunque no lo parezca, es una energía fácilmente manejable. Una persona con el poder en su sitio es capaz de gestionar sus propios miedos.

El miedo es producto de la dualidad en la que vivimos y está íntimamente ligado a lo que Jung llamó la sombra. Sombra es un término ambivalente. Hace referencia, por un lado, a los rasgos que suprimimos de nuestra personalidad por resultar incorrectos para la sociedad, para nuestros cuidadores y para las personas que nos rodean. Por otro, alude también al mal del mundo. La sombra es algo inherente al hombre y a su entorno.

Es la figura más fácilmente accesible a la experiencia y podría resumirse en todo aquello que el  Yo rechaza. Lo que no es social o culturalmente correcto, lo que  ha  supuesto una causa de censura por parte de nuestros padres, educadores o nuestros iguales, lo castigado por las religiones o los dogmas, todo ello vive en algún lugar recóndito de nuestro inconsciente y sólo se manifiesta cuando lo vemos reflejado en el exterior. Lo que no estamos dispuestos a aceptar de nosotros mismos es proyectado y hallado en las personas y situaciones que nos rodean, que hacen continuamente de espejo de lo que nosotros nos negamos a ver en nuestra personalidad.

Personalidad dual

Por tanto, nuestra personalidad es dual. Por un lado está el yo (ego), que es la parte consciente; partiendo de ella creamos eso que los griegos llamaron «persona»: la máscara con la que nos damos a conocer al mundo, que es una imagen idealizada de lo que nosotros mismos juzgamos como aceptable o correcto. Por debajo de esta tarjeta de presentación estaría todo lo que hemos olvidado y reprimido de nuestro ser, aquellos rasgos que no se corresponden con el ideal de nuestra careta. Cuando lo que hemos olvidado en el inconsciente sale, lo hace a través de la proyección y distorsionado.

Esto se ve reflejado especialmente en algunas actitudes con respecto a la homosexualidad. Las personas que la condenan de manera dogmática y contundente probablemente escondan un impulso homosexual que no se han atrevido a reconocer. Y si no se trata de un impulso homosexual, lo que está ocultando esa actitud homófoba muchas veces es una sensibilidad excesiva o un profundo sentimiento de vulnerabilidad que lleva a estas personas a autoafirmarse como supermachos.

Así, en la sociedad, actitudes reprobables como la agresividad, la envidia, la sexualidad explícita, etc., reaparecen en forma de terribles guerras, terrorismo, violencia callejera, pornografía o televisión basura.

Es fundamental destapar nuestro lado oscuro e integrarlo. Jung decía que no basta con ser conscientes de nuestra sombra, hemos de hacernos responsables de ella, de tal suerte que evitemos proyectarla. Porque cada vez que nos hacemos cargo de nuestra sombra personal, la reconocemos y nos responsabilizamos de lo negativo que vive en nosotros, en vez de dirigirlo al otro, y con ello conseguimos un enorme poder sobre nuestra vida y sobre nuestro destino.

Pero que nadie piense que iluminar la sombra es un proceso puntual, todo lo contrario, es una aventura permanente. Es un trabajo arduo, porque, como afirman Connie Zweig y Steve Wolf, «la sombra se expresa de manera indirecta, ocultándose tal vez detrás del mal humor o del sarcasmo, o quizá se disfrace de conducta adictiva y nos arrastre compulsivamente».

Por eso es fundamental que aprendamos a identificarla en el momento en que aparezca.

A pesar del miedo que pueda provocar la sombra, la buena noticia es que detrás de eso que nos hace daño, nos avergüenza, nos causa aversión, suele haber una potencialidad positiva. Todos los expertos coinciden en que la oscuridad nos ayuda a crecer, equilibra y nos sitúa en el lugar en que tenemos que estar.

En la sombra está toda la creatividad de quienes somos y nuestra autenticidad

Sin embargo, es necesario advertir que el trabajo con la sombra exige un gran esfuerzo: dejar de culpabilizar a los demás, asumir nuestra propia responsabilidad, profundizar en nuestra conciencia, abrir nuestro corazón y renunciar a nuestros ideales de perfección; pero sobre todo nos enseña a  vivir con el misterio. Así, cuando le prestamos la debida atención, nuestra alma se siente plena, completa y saciada. Cuando nuestra vida se impregna de este trabajo, nuestra alma se siente acogida, viva, apasionada y despierta a lo sagrado. En el momento en que llama a nuestra puerta, hemos de invitarla y agasajarla como si se tratara de un huésped. Sólo abrazándola nos aportará el tesoro que esconde. El trabajo con la sombra es el trabajo con el alma.

Aprender a manejar la sombra

Cuando la sombra se manifiesta es para que la veamos, y es frecuente que lo haga a través de la realización de nuestros miedos. En el plexo solar aprendemos que experimentar los miedos ayuda a que se limpien, haciéndonos más fuertes. Normalmente, cuando tememos algo, no lo miramos de frente, lo vemos de corrido, muy deprisa, y lo tapamos en seguida. Mejor no pensar en ello. Sin embargo, ésta no es la mejor forma de gestionar los miedos, sino todo lo contrario. Una de las formas más prácticas y sanas para responsabilizarnos de la sombra y equilibrarla es a través de un acto simbólico. Nuestro inconsciente no distingue entre la realidad y la metáfora; por tanto, para que pueda descargar la sombra de una manera no dañina, el mejor  modo es mediante la escenificación.  La vía puede ser escribir, dibujar o representar lo que tanto nos asusta, para, de esta manera, integrarlo y aceptarlo.

Algunas psicoterapias que incorporan el psicodrama a menudo escenifican la sombra para sanar problemas psicológicos.

Concretamente, en consulta y en mis cursos, le pido a los alumnos que hagan una lista de lo que les asusta, que escriban todos los detalles posibles de las distintas situaciones temidas y que acepten una por una tales situaciones. Después el papel es quemado utilizando un pequeño ritual con elementos sagrados (un ankh o una cruz o estrella de David, una vela, incienso…). La persona decreta: «Que la sombra de mis miedos se quede en este ritual, pero si tiene que venir a mi vida de esta manera, la acepto como aprendizaje». Al tiempo, se visualiza saliendo de esa circunstancia, por un lado, y por otro, la situación idílica para nosotros en el futuro.

Por ejemplo, si tenemos miedo a que nuestra pareja nos deje, aceptamos el miedo que eso pueda implicar en el presente. Quizás lo que temamos, a fin de cuentas, sea sentirnos abandonados y fracasados. Aceptamos ese sentimiento, a la vez que nos vemos superando esa situación (visualizamos que pasamos un duelo y que después de un tiempo tenemos otra pareja; nos vemos felices en esa nueva relación). Y después nos imaginamos  en el futuro felices al lado de la pareja actual. Ésta es una forma magnífica de hablar con nuestro inconsciente en su lenguaje, los símbolos.

Esto mismo puede hacerse también con todo proyecto creativo que implique mucha luz, es decir,  en el que hayamos volcado nuestra mejor intención y toda nuestra ilusión: un libro, un disco, una empresa, una relación de pareja, una boda… De alguna manera, la sombra ha de estar presente para evitar que salga distorsionada.

Símbolizar

Un acto simbólico como un contralibro, una contraempresa o una contraboda son ejemplos de esto. Una celebración entre los novios, brindando por todo lo negativo (lo que ambos más temen que les pueda ocurrir) que puede venir en el momento en el que sean marido y mujer, puede ser una manera de invitar a la sombra a nuestros procesos, para que no tenga que tomar otra forma simplemente para evidenciarnos lo que nos empeñamos en ocultar.

En nuestra vida cotidiana, cuando brillamos (tenemos un periodo de éxitos profesionales o personales), nuestro inconsciente necesita también liberarse a través de la sombra (en forma de desajustes alimenticios, borracheras, ver programas basura y películas violentas o discutir, por ejemplo).

Parece que cuando una época es especialmente brillante acaba estropeándose con algún detalle perturbador. Tal vez hayamos comido sano toda la semana, o las cosas en el trabajo hayan sido inmejorables, o una tarde de deporte nos haya dejado profundamente relajados, y de pronto todo parece agriarse: por un alimento grasiento, la envidia o rivalidad de un compañero de trabajo, una disputa con nuestra pareja que nos saca del estado de paz de golpe y porrazo…

Esto está relacionado con lo que Jung llama función compensatoria del inconsciente. Pero la función compensatoria no es unidireccional, sino bidireccional.

Manipura.Templar la espada

Desde el cuarto chakra amamos y desde el tercero nos hacemos fuertes y nos estabilizamos para poder establecer relaciones a largo plazo y hacer que funcionen. La sensación de compromiso, hogar y pertenencia procede asimismo del tercer chakra. Desde Manipura establecemos lazos energéticos que nos unen con otras personas, a las que amamos desde el corazón; pero si se produce una ruptura con ellas, ésta no sólo es dolorosa para el corazón, sino también para el apego producido por el  plexo solar. Así, hay personas que ante una ruptura (ya sea de pareja, familiar o de amistad) experimentan dolor físico en la zona del aparato digestivo. Son los filamentos rotos que parten del tercer chakra. Si la ruptura es muy dolorosa o muy trágica (una muerte, un abandono repentino, un enfado) se producen en ocasiones trastornos en el aparato digestivo. La persona es incapaz de comer o come en exceso para calmar la ansiedad.

Para que aprendamos a colocar nuestro poder de forma correcta, es decir, para que aprendamos a respetarnos, a saber decir sí y no, a defendernos y a responsabilizarnos de nuestra existencia, nuestro Ser (que es total y nunca dual) puede traer en ocasiones a nuestra vida personas y situaciones que suponen una iniciación a través de la oscuridad. Es la forma que tenemos de templar nuestra espada para convertirnos en guerreros de la luz.

Así, si nos vemos débiles y víctimas, la vida nos proveerá de verdugos que nos manipularán e intentarán machacar nuestro poder, precisamente para que aprendamos a desmontar esta situación. Pero esos verdugos tendrán apariencia de rescatadores o «pigmaliones,» que al principio augurarán nuestro crecimiento, aunque con el tiempo descubriremos que no están en absoluto interesados en que crezcamos, sino más bien en lo contrario: su propósito es mantenernos subyugados para que podamos ser sus esclavos siempre. Estas situaciones, sumamente dolorosas, son muchas veces las que nos encaminan hacia nuestro crecimiento personal, las que nos llevan a colocar de verdad el plexo solar  y las que despiertan nuestro guerrero interior.

También templan nuestra espada algunas tragedias o cambios repentinos. Cuando una persona no está en el eje de su Yo Soy y se aleja del plan divino que ha venido a realizar a esta vida, muchas veces la única manera que tiene el Ser de reconducirle es a través del descenso a los infiernos.

María José Álvarez Garrido.

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