Chakra Svadisthana: Me permito disfrutar

Chakra Svadisthana: Me permito disfrutar

El segundo chakra está localizado en el abdomen inferior, entre el ombligo y los genitales. Es la zona del sacro. Rige los órganos sexuales, la vejiga, el sistema circulatorio, la próstata, el útero, las gónadas, los ovarios y los testículos. La palabra sánscrita que define el segundo chakra es svadisthana, que significa «dulzura». Es el centro energético del placer, la sensualidad, la nutrición, la sexualidad, la receptividad, las emociones, el movimiento y el cambio.

Svadisthana está conectado con Ajna (sexto); en el segundo establecemos la conexión masculino y femenino y en el sexto se realiza la unión alquímica de nuestra parte femenina y masculina. Esta unión implica una coherencia entre mente y emoción: entre lo que hacemos o pensamos y cómo nos sentimos. También existe una conexión entre el segundo y el quinto chakra, puesto que en el segundo encontramos la creatividad y en el quinto la expresamos. Los problemas en el quinto chakra se resolverán trabajando con el segundo.

Color de Svadisthana : el del placer

El color que tradicionalmente se ha adscrito a este chakra es el naranja, color de la sensualidad, la receptividad, la nutrición y las emociones. Otras corrientes consideran que aquí reside la sede del alma, puesto que desde este centro «experimentamos la libertad de convertirnos en todo lo que estamos destinados a ser».

Elemento de Svadisthana : agua

Si en el primer chakra sentíamos hambre y desde ahí nos encaminábamos a la supervivencia, en el segundo sentimos sed, encaminándonos hacia lo espiritual. Esta sed está vinculada con el agua, elemento del segundo vórtice. De hecho, el lugar en el que está ubicado este centro, la pelvis, ha sido comparado muchas veces de forma metafórica con un estanque; en efecto, el segundo chakra es una fuente de energía sexual y de creatividad. Sólo cuando la persona se pone en contacto con su creatividad se ve invadida por la sed espiritual: empieza a preguntarse: «¿quién soy yo?».

El agua está relacionada con la emoción, el inconsciente, la transformación y, por tanto, el lado femenino del cerebro, el hemisferio derecho. En realidad, es el centro que regula los líquidos del cuerpo a través del sistema circulatorio y la vejiga. Svadisthana se relaciona con la Luna, representada en su mandala, que es el principio femenino por excelencia y «representa la creatividad, la energía que eleva a la humanidad desde la supervivencia a la alimentación del alma». Este chakra supone subir un escalón más en nuestra evolución; pasamos de la supervivencia al placer, es decir, de lo más básico a encontrar el sentido a la vida, a aquello que hace que la vida merezca ser vivida.

Pero también nos hace una advertencia, algo que está simbolizado en su mandala. En la luna creciente azul clara del mandala hay un caimán con cola de pez que se enrosca como la serpiente Kundalini. Esta extraña criatura representa las pasiones y deseos sexuales, que pueden convertirse en peligrosos (como el caimán) si son ignorados o reprimidos.

Sentido: saborear la vida

Svadisthana está vinculado al gusto, puesto que desde él saboreamos la vida: saboreamos la comida, pues mientras que en Muladdhara la comida era considerada sólo alimentación y energía, en Svadhistana la vivimos como placer, la degustamos. Saborear nos conecta a las otras funciones del segundo chakra: la sensualidad, la emoción, la creatividad, la sexualidad…

Desde este centro nos abrimos al placer, nos alegramos de estar vivos, ya que después de aprender a sobrevivir somos capaces de amar la vida. Svadisthana nos enseña a agradecer y a ponerle una sonrisa a cuanto nos acontece en la vida, sea maravilloso o nos haya provocado dolor, porque todo lo que nos ocurre desde el punto de vista de este chakra nos acerca más al camino hacia nuestro plan divino.

Una práctica muy apropiada para trabajar con este chakra es lo que los taoístas llaman «sonrisa interior». Se trata de hacer que todo el cuerpo sonría cada mañana, aunque llueva, estemos cansados, tristes o enfadados. Nuestra boca, nuestros ojos y todos los órganos y células de nuestro cuerpo sonríen; podemos imaginar pequeños “smilings” que circulan por todo nuestro organismo llenándonos de alegría. Esto, que puede parecer una práctica absurda, es de gran ayuda para revitalizarnos y rejuvenecernos cada día, activando y armonizando el chakra sacral.

Conceptos relacionedos con el segundo chakra Svadisthana

Sexualidad y espiritualidad

Svadisthana es el chakra de la creación en todos los sentidos, la gestación de ideas, proyectos, sueños y, por supuesto, vida. Este centro es la fuente de la que mana la energía sexual, y ésta es la que genera la vida en el más amplio sentido de la palabra. Carl Gustav Jung definía la líbido como «la mayor fuente de creatividad humana». Por tanto, creatividad y sexualidad van de la mano. Así, por ejemplo, la sabiduría mitológica ha asociado estos dos conceptos en la figura de Afrodita o Venus, diosa del amor, la belleza, la sexualidad y las artes. Tanto las personas que sienten la herida de Cupido como aquellas que viven inmersas en un proceso creativo experimentan a Afrodita en sus vidas.

Sexualidad y creatividad son una puerta a la espiritualidad, a pesar de que durante siglos algunas de las grandes religiones monoteístas se hayan empeñado en separarlas, condenando la sexualidad. En la Antigüedad, las viejas sociedades matriarcales se regían por la unión de estos conceptos, ya que se hablaba de sexualidad sagrada. La unión sexual entre el hombre y la mujer suponía la reconexión interna con lo divino. Incluso existía la figura de la prostituta sagrada, que era una institución entre los pueblos antiguos.

La prostitución sagrada

En la Antigüedad la prostitución sagrada era un ritual de iniciación en la sexualidad y el amor. Se hacía ante y para la Diosa, en sus templos. La prostituta sagrada era una sacerdotisa de la Diosa del Amor y se la consideraba el conducto hacia lo divino, aquella a través de cuyo cuerpo el hombre era reconectado con Dios. Los soldados acudían a los templos de distintas diosas para, después de haber sido mancillados en las guerras de los hombres, restaurarse moral y espiritualmente.

Era una práctica habitual que todas las mujeres, antes de contraer matrimonio, antes de formar un hogar, ejercieran una vez la prostitución sagrada como representantes de la Diosa. Este ritual consistía en una ceremonia sensual tras los muros del templo, en la que estas mujeres, engalanadas con sus mejores ropas, joyas y perfumes, danzaban ante el extranjero, el cual debía escoger a una sola para hacer el amor con ella ante la Diosa. El extranjero era un iniciado, un hombre procedente de tierras lejanas que acudía al templo a instruirse en los misterios de la Diosa. Tras este ritual sacro, ellas regresaban a sus hogares, dispuestas a afrontar su nueva vida. Sin pasar por este ritual, no podían contraer matrimonio. El extranjero, a su vez, al elegir a una de ellas, pagaba una cantidad simbólica a la Diosa, dinero que se destinaba al templo.

Las tradiciones orientales, sin embargo, sí consideran la sexualidad como inseparable de la espiritualidad. En el tantra hindú y en el taoísmo chino la energía sexual se eleva de los genitales al chakra corona, haciéndola circular por todos los chakras para que el orgasmo se experimente en todas las partes del cuerpo y sea el conducto hacia el espíritu.

Aprender a relacionarnos

Si en el primer chakra aprendimos a sobrevivir obedeciendo a una autoridad tribal, en el segundo aprendemos a relacionarnos con los otros y a explorar nuestro poder de elección. Las relaciones con los demás se aprenden en la infancia. Una vez superada la primera fase, la de la supervivencia, el niño que ya sabe andar, hablar y expresar lo que necesita empieza a adquirir progresivamente más independencia de sus padres y de su entorno familiar. Aproximadamente a los siete años el colegio y los amigos comienzan a cobrar cada vez más importancia.

El niño empieza a descubrir su individualidad y la vida se convierte en un acontecimiento fascinante para él. Los padres y educadores afrontan entonces un importante reto; deben ser firmes y flexibles al mismo tiempo, para garantizar que la criatura crezca segura y a la vez siga amando la vida, el cambio y la aventura. La superprotección, la rigidez o, por el contrario, la excesiva anarquía incapacitan al niño para sentirse seguro y feliz en este mundo. El entorno acomodado y apacible, que era tan importante para garantizar el buen funcionamiento del chakra raíz, debe continuar, permitiendo que el niño se sitúe en el ámbito del descubrimiento y la relación con los otros.

En estas edades tiene lugar asimismo el encuentro con la sexualidad, algo que el entorno familiar debe tratar con naturalidad para que se establezca de forma saludable en el niño. Aparte de responder con normalidad a sus preguntas (sin tabúes, pero teniendo en cuenta que tampoco piden informes sexológicos, ya que son niños y hay ciertos detalles que aún están de más), los padres no deberán caer bajo ninguna circunstancia en la ridiculización de sus hijos. Hacia los cinco años, es frecuente que las criaturas se enamoren de otro niño del sexo opuesto. Es muy importante que padres y educadores conozcan la profundidad de tales sentimientos y los traten con sumo respeto. La ridiculización y la burla les hará reprimir sus emociones y encontrar de mayores serios problemas en la expresión de éstas.

Además, hay que tener en cuenta que el segundo chakra está relacionado con el quinto, el de la garganta, aunque su conexión se realice con el sexto. Si el niño crece en un ambiente demasiado rígido, conformista o en el que es ridiculizado constantemente, la sana conexión entre la creatividad y la expresión de ésta se truncará. Ruth White afirma que «si el flujo de energía entre estos dos centros es insuficiente, resulta difícil encontrar un papel satisfactorio en la vida».

Rutinas y límites, flexibilidad y creatividad en la educación

Para que podamos relacionarnos con el mundo y sentirlo como una aventura apasionante, es necesaria la combinación de rutinas y límites, así como flexibilidad y creatividad en la educación, de lo contrario el niño crece atemorizado y opta por el conformismo frente a la iniciativa y la aventura. En el otro polo estarían las personas que necesitan la presencia de la aventura de una manera constante en sus vidas. Sería el arquetipo patológico del vagabundo, quien no soporta las normas y vive en una constante huida.

Las buenas o malas relaciones con los demás tienen su origen en este periodo de la evolución humana. Así, quienes en estas edades carecen de relaciones con otros niños llegan a la edad adulta con dificultades en sus relaciones personales y suelen verse afectados por problemas en el chakra sacral. Hombres y mujeres que en la infancia han tenido por compañera forzada la soledad se convierten en adultos profundamente inseguros a la hora de relacionarse con otras personas. Esto puede deberse a su condición de hermanos pequeños en su familia, o de hijos únicos, lo cual los alejó de las relaciones con otros niños, o también a haber vivido de niños la competitividad con sus hermanos por el amor de sus padres.

Es frecuente encontrar adultos que oscilan entre el miedo al abandono y el terror a unirse a personas que anulen su personalidad. La patología es la misma, aunque parece la opuesta: la excesiva independencia, por miedo a la asfixia, y la dependencia obsesiva, por miedo a la soledad. El miedo a la asfixia lleva a muchas personas a renunciar a la sexualidad y a relaciones de pareja estables, o incluso a la amistad. El miedo a la soledad conduce a conformarse con cualquier relación con tal de no sufrir de nuevo el abandono. Este problema se solventa aprendiendo a poner fronteras, a establecer límites.

Cocreación

Cuando somos capaces de relacionarnos con los demás respetándonos a nosotros mismos, somos capaces también de cocrear. Las buenas relaciones interpersonales exigen reconocer que formamos parte de todo cuanto sucede y cuanto existe en el universo; dejar de considerarnos víctimas de nuestras circunstancias y de ver al otro como culpable, convirtiéndonos en héroes y percibiendo a los demás como actores en la película de nuestra existencia, con los que cocreamos.

Para cocrear es fundamental mirar al otro como alguien capaz, es decir, saber ver su divinidad, el ser que es; comulgar con su esencia, entendiendo que aquello que no nos gusta de él es un reflejo de lo que nosotros no admitimos en nosotros mismos, es decir lo que C. G. Jung llamó la sombra. Por ello es muy importante asumir que todos somos capaces, porque todos somos Dios, no únicamente unos cuantos elegidos, como nos han hecho creer siempre en la cultura en la que estamos inmersos.

La cocreación, que está estrechamente unida al segundo chakra, pues es la base de las relaciones interpersonales, es el pilar en el que se fundamenta el cambio de conciencia en la era Acuario entrante. De ahí fenómenos sociológicos como los círculos de mujeres, hombres y mixtos, en los que grupos de personas se reúnen con objeto de compartir experiencias y meditar o llevar a cabo rituales para elevar la vibración del planeta. En ellos no hay jerarquías, todos son imprescindibles.

La elección

Todas las relaciones nos ayudan a conocernos, nos revelan detalles sobre nosotros mismos; son una especie de espejo en el que se reflejan nuestros puntos fuertes y débiles. Cada relación contribuye a hacernos crecer como personas. Caroline Myss afirma que «la energía del segundo chakra entraña una dualidad. La energía unificada del primer chakra, representada por la mente tribal, se divide en polaridades en el segundo chakra. A esta división de fuerzas se le ha dado muchos nombres: yin/yang, femenino/masculino, ánima/ánimus, luna/sol».

Desde esta dualidad nos relacionamos con el otro, atrayendo aquellas relaciones que contribuirán a que nos conozcamos a nosotros mismos. El desafío al que nos invita este segundo centro energético es aprender a relacionarnos conscientemente con los demás, formando uniones con aquellas personas que contribuyen a nuestro crecimiento y sintiéndonos libres para romper con aquellas otras que lo impiden o lo obstaculizan.

Desde el chakra sacral no sólo nos relacionamos con los demás, sino que también creamos esas relaciones. Nuestro sistema de creencias nos lleva a pensar que las personas con las que entablamos relación a lo largo de nuestra vida han llegado a ella por pura casualidad; no nos damos cuenta de que nosotros las elegimos a todas. Pero esta elección no es consciente; no las escogemos por ser guapas o simpáticas, intervienen muchos más factores que los puramente conscientes. Algunos hablan de karma, otros de destino, de pactos anteriores al nacimiento, de atracción energética, etc.

El psiquiatra norteamericano experto en terapia familiar y de pareja Harville Hendrix afirma que elegimos a las personas que amamos (parejas o no) según lo que él llama imago, imagen inconsciente de los rasgos que más se parecen a los de nuestros padres, cuidadores y otras personas cercanas. La afinidad y el enamoramiento proceden de esta imago.

Para el chakra Svadisthana hay dos formas de elegir, según esté en su camino alfa u omega: una a partir de la fe y otra a partir del miedo. Cuando elegimos a partir de la fe, lo estamos haciendo desde nuestro Ser, desde nuestra divinidad interna y, por tanto, con la conspiración del universo a nuestro favor; por eso se dice que la fe mueve montañas. Sin embargo, cuando elegimos a partir del miedo, es nuestro ego quien está tomando tal decisión, y no cuenta, por tanto, con el apoyo del universo.

El segundo chakra en cuestiones de elección nos enseña, como dice Caroline Myss, «la naturaleza paradójica de las decisiones que tomamos». Lo que parece correcto acaba no siéndolo, y al revés. El segundo chakra nos transmite una lección fundamental: lo importante no es lo que elijamos, sino desde qué perspectiva lo hacemos: ¿desde el miedo o desde la fe? ¿desde lo que somos realmente o desde lo que nos creemos que somos?

El mito de la pareja en nuestra cultura

Nos relacionamos con el otro desde el segundo chakra Svadisthana. Todas las relaciones con los demás están englobadas en esta rueda de energía. Pero si hay una relación que caracteriza este centro energético es la de pareja, que sin duda está más idealizada.

En la cultura occidental, el amor romántico ha sido divinizado a la altura del Santo Grial. Todos, lo admitamos o no, somos heroicos buscadores de ese cáliz sagrado que encierra la promesa de curar todos los males.

Para algunas personas (sobre todo mujeres) ese Santo Grial es un príncipe azul que las rescatará de su vida gris y las hará felices para siempre casándose con ellas. Para otras, el amor romántico obedece a la necesidad imperiosa de la maternidad o la paternidad. Otras, sin embargo, buscan en el amor romántico formar un equipo intelectual y creativo, orientándose a unos ideales vitales, espirituales o profesionales. Y otras buscan la pasión, la excitación y la emoción constante. También las hay que anhelan la formación de una institución próspera con un alto poder adquisitivo y brillo social.

Pero lo que sí parece claro es que el amor romántico es un mito al que nos enganchamos, un arquetipo universal que forma parte de nuestra vida diaria (alimenta la industria cinematográfica de todos los tiempos, la literatura, los cuentos de hadas, el arte, los viejos mitos, la música, la televisión…), porque nos habla de una promesa a la que todos aspiramos: la realización, es decir, el alcance de la totalidad.

Parece que el viejo mito de Platón de los andróginos que fueron cortados por la mitad y desde entonces buscan desesperadamente a su otra parte para ser completos ha calado hondo en nuestra cultura y en nuestra psique. El ser humano busca desesperadamente esa media naranja que le haga sentirse completo. Sin embargo, esta búsqueda es casi siempre ardua y dolorosa.

Es dolorosa para quienes parecen encontrar a esa media naranja pero finalmente resulta no serlo, porque fracasa; para los que ésta parece no llegar nunca y sienten su mutilación psíquica y su frustración, y se culpan a sí mismos por no ser merecedores del amor de otro, y también lo es para quienes renuncian a ella, cerrando su corazón, pues el dolor del fracaso hace que la felicidad que puedan alcanzar no merezca la pena. Y para los que la encuentran y la mantienen la situación es también tremenda, porque la relación puede fluctuar entre la magia y el acercamiento y las riñas, entre las crisis y los reproches mutuos, entre la emoción y la decepción profunda; entre el deseo y el sentimiento de abandono.

El amor romántico es reciente

Hay que tener en cuenta que las parejas basadas en el enamoramiento y el amor son muy recientes en la historia de la humanidad. El matrimonio era una institución, un negocio de intercambio. Las mujeres eran vendidas y la mayoría de las familias se formaban por intereses puramente económicos. La historia de la antropología familiar está llena de ejemplos que hoy día nos ponen los pelos de punta.

Pero con el paso del tiempo el matrimonio ha ido perdiendo ese carácter de transacción económica y se ha visto condicionado por el amor romántico: «En cuanto los tiempos se vuelven un poco más sofisticados, el individuo se convierte en un ser mimado. Se poseen más deseos y exigencias. Se psicologiza y se desea comprender. […] el elemento personal es el logro de una época cultivada».

En esta época cultivada, el cuento de hadas con final feliz es la máxima aspiración humana. Pero la causa ha de buscarse en el interior de nuestra psique y no únicamente en el exterior.

El inconsciente colectivo establece que para llegar a la totalidad del Ser deben alumbrarse y unirse en matrimonio sagrado las polaridades masculinas y femeninas, lo que se traduce en respeto, complicidad y amor. Lo masculino honrará a lo femenino y lo defenderá, y lo femenino apoyará a lo masculino y lo nutrirá.

Mitos, cuentos, leyendas y figuras arquetípicas de todas las culturas hablan de la pareja como complemento; el ejemplo más claro son los arcángeles y los elohims, creadores cósmicos arquetípicos que generan vida en pareja. Todas estas muestras simbólicas nos remiten a la pareja interior. Por tanto, la anhelada alma gemela es interna, es un maridaje sagrado de ánima y ánimus, como primer paso para que se materialice en el exterior.

Ánima y ánimus. El principio femenino y masculino del mundo

Así, en el segundo chakra podríamos ubicar el principio femenino y el masculino del mundo. El ánima es la feminidad dentro del hombre, la capacidad de dar la vida, de nutrir, de cuidar, de proteger. Jung decía que el ánima en el hombre funciona como el alma. Es la emoción, la belleza, el sentimiento. Sería lo que las civilizaciones antiguas llamaron la Diosa o la Gran Madre. El arquetipo se activa con la primera mujer en la vida de un niño, su madre.

El ánima tiene vida por sí misma en la psique del hombre y suele relacionarse con la madre. El hombre proyecta así en la mujer real su mujer interna, de la que no es consciente, y ésta se relaciona a su vez con contenidos arquetipales: la gran madre (en su vertiente de dadora y de destructora de vida), la bruja, la santa, la puta.

En cuanto proyecten esa imagen fuera de ellos se quedarán sin esa energía y se relacionarán con la mujer inconscientemente a partir de ese arquetipo.

Así, hay hombres que buscan en algunas mujeres la madre y en otras la amante (la puta), creándose en su interior una escisión neurótica.

Pero el ánima es también en el hombre el patrón emocional relacionado con los impulsos, disposiciones de ánimo, aspiraciones emocionales, ansiedades, miedos, depresiones.

Cuanta más inconsciencia del ánima hay en un hombre y más desconocimiento existe acerca de sus disposiciones de ánimo, más actúa él como una mujer de segunda categoría; bajo esta forma el ánima representa en el hombre la fluctuación entre el amor y el odio, lo irracional, lo caótico…

El ánima integrada en el hombre le permite amar sin proyectar, ser libre, nutrirse y nutrir, entregarse…

Pero además de ser la parte femenina inconsciente en el hombre, el ánima es también la imagen de la Diosa Madre en el hombre y la mujer, es decir, el principio femenino sagrado.

Todos procedemos de una madre y por eso a todos, hombres y mujeres, nos cuesta separar lo numinoso de la mujer y entenderla tal y como es.

Por otro lado, el ánimus, en el caso de las mujeres, es la representación arquetipal del varón, el logos, la razón, el verbo, la acción, el poder y el significado. El ánimus es en la mujer la imagen interna del padre, del guerrero, del hijoamante, del sabio…

A través de la figura del padre, expresa no sólo opiniones convencionales, sino también lo que llamamos espíritu, ideas filosóficas o religiosas en particular, o más bien la actitud resultante de ellas. Así, el ánimus es un mediador entre lo consciente y lo inconsciente y la personificación de este último.

De esta forma, cuando las féminas proyectan su ánimus en el hombre real, esperarán que las rescate un guerrero, sintiéndose incapaces ellas de enfrentarse con su vida; buscarán un intelectual para poder desarrollar su mente, un padre que haga de mentor en su desarrollo profesional, o el mago para ser las diseñadoras de su existencia.

El ánimus en negativo, es decir, la inconsciencia del ánimus, se traduce en la mujer en una voz interna que unas veces la desvaloriza y critica constantemente hasta devastarla, y otras la ensalza en una autoalabanza exagerada. La voz devastadora está conectada con lo que el patriarcado le ha exigido culturalmente a la mujer y con el modo en que se ha devaluado lo femenino a lo largo de la historia.

Asimismo el ánimus es un símbolo de la vida no vivida de la mujer, tal y como se aprecia en las expectativas que la mujer pone en el hombre, en la idealización y condena por parte de ésta en él.

El ánimus en positivo, es decir, integrado, ayuda a la mujer a colocar su poder, a saber poner límites, a mostrar su fuerza, a luchar por aquello en lo que cree y a conocer sus propias visiones inconscientes sobre el hombre, afirmando las capacidades que proyecta en él como propias. Además, el ánimus integrado permite a la mujer apartarse del enamoramiento sumiso y la hace libre para amar al hombre como compañero de vida.

La pareja como realización

Parece ser que el amor romántico es el anhelo del ser humano, pero también es su cruz. La causa de esta intensa paradoja hay que buscarla en que ignoramos quiénes somos realmente. Para que las relaciones interpersonales funcionen ha de funcionar antes la conciencia intrapersonal. Si no somos conscientes de lo que vive en nuestra psique —nuestros miedos, nuestros deseos, nuestros mecanismos de defensa, los patrones internos que nos gobiernan y nuestras expectativas vitales—, en el momento en el que aparezca la posible pareja en forma de amor romántico, todo ese saco del que somos inconscientes se activará y se proyectará como una película en el amado.

Desde un punto de vista psicológico, el psiquiatra Harville Hendrix afirma que la mayor parte de los matrimonios (o simples relaciones de pareja) son inconscientes, definiéndolos como «uniones voluntarias de dos individuos basadas en la atracción romántica agitada por necesidades inconscientes, que hallan sus raíces en temas infantiles no resueltos».

Esto justifica la situación que supone esta unión ritual para sus componentes. El doctor Hendrix desarrolla toda una teoría acerca del matrimonio inconsciente en la que explica magistralmente las causas por las que, cuando formaliza su relación, una pareja cae muy frecuentemente en una lucha de poderes o en un estado de mutua frustración. La pareja, dice el doctor Hendrix, es un espejo en el que cada uno de sus miembros ve reflejada su propia fantasía o expectativa inconsciente. A través del matrimonio o de la convivencia, los cónyuges pretenden realizar lo que en su infancia ha quedado incompleto, frustrado.

Y es que la palabra matrimonio semánticamente está vinculada a la palabra realización. Si atendemos a la mitología griega, vemos que a la diosa del matrimonio, la esposa, Hera, cuando se casaba con Zeus se la llamaba Hera teleia, que significa Hera «realizada». Entendemos así las expectativas que pone el ser humano en la relación de pareja.

Sin embargo, esas fantasías de realización inconscientes se ven luego truncadas. Cuando pasa un periodo de tiempo considerable y ambos miembros de la pareja perciben que aquello que tanto anhelaban no ha sido resuelto, tal y como el otro (tácitamente) parecía prometerle, empieza la frustración, el reproche, la lucha de poderes y a veces el alejamiento. Y, como dice Hendrix, aquello que con más insistencia una persona le pide al otro es precisamente lo que éste último no está dispuesto a dar. De esta forma se activa el conflicto y la dualidad, que son rasgos del camino omega del segundo chakra y que hunden a la relación de pareja en la lucha, el odio, el miedo, la rabia, la traición y la tristeza.

Las relaciones de pareja como puerta

Harville Hendrix afirma que la sociedad actual considera el matrimonio como una caja: «Primero se elige a una pareja y luego se mete uno en la caja. Una vez se ha tenido la oportunidad de instalarse, se echa el primer vistazo al compañero de caja. Si le gusta lo que ve, se queda donde está. Si no, se sale de la caja y se inicia la búsqueda de otra pareja. La única alternativa que muchas otras personas ven al divorcio consiste en permanecer dentro de la caja, con la tapa bien cerrada, y conformarse con una relación decepcionante durante el resto de sus vidas […] resignándose a creer que su anhelo de encontrar un amor íntimo no se verá realizado nunca».

Sin embargo, aunque el matrimonio o las relaciones de pareja a veces parezcan una encrucijada, tienen una salida. La pareja, a pesar de albergar tantos problemas, es un crisol donde sus componentes tienen una oportunidad única de crecer y de amar.

Además, aunque pueda parecer que nos equivocamos en la elección de la persona, puesto que con ella no podemos resolver nuestros traumas infantiles, precisamente la elegimos con nuestra parte sabia, pues ella nos hace tropezar una y otra vez con el problema que sólo podemos solucionar nosotros mismos. Lo que ocurre es que el matrimonio ha de ser tomado por ambas partes como un reto. Exige gran conocimiento de uno mismo y amor consciente hacia el otro; requiere concebir a la pareja como la persona con la que queremos compartir nuestra vida, no como el solucionador de nuestros problemas no resueltos de la infancia.

Por otro lado, a la relación de pareja ha de dársele una dimensión sagrada, ha de considerarse como una entidad que debe ser alimentada, cuidada y protegida con mucho mimo, porque se trata de un ente vivo.

Entre ambos miembros debe existir la comunicación y los dos deben luchar para que la relación funcione: los dos deben invertir creatividad en ella, deben expresar lo que necesitan el uno del otro y deben pactarlo.

Pero sobre todo es fundamental que ambos se vean como dos personas a las que han herido en el pasado; el uno debe ver al otro como un niño que ha recorrido mucho camino y que en la relación de pareja vuelve a enfrentarse con las mismas asignaturas pendientes, con las mismas heridas abiertas. Siguiendo los consejos de Harville Hendrix, los miembros de la pareja «deben verse el uno al otro como dos niños heridos» que buscan desesperadamente el amor, el apoyo y la sanación en el otro.

Viéndose el uno al otro de esta manera, lo que queda es únicamente solidaridad, amor profundo, compañerismo y lealtad.

Para ello hemos de dejar de proyectar en el otro lo que deseamos, necesitamos o tememos. Hemos de hacernos cargo de nuestras fantasías y realizarlas nosotros; rescatar a nuestro niño herido y sanar sus heridas sin responsabilizar al otro de éstas.

Además de todo esto, es necesario iluminar nuestras lealtades internas a nuestros padres o a viejos amores, haciéndoles un hueco simbólico y reconociéndolas ambas partes, y pactar lealtad mutua. En este punto insiste especialmente Bert Hellinger, padre de las constelaciones familiares, quien opina que ambos, se casen o no, deben no sólo hacer unos votos en los que se juren lealtad y fidelidad, sino expresarse mutuamente lo siguiente: «Te amo: a ti y a toda tu familia. A tus padres, hermanos, cuñados, sobrinos, tíos, abuelos y a todos los ancestros de tu árbol genealógico». De esta manera, los hijos ya no tendrán que elegir entre dos bandos y en las familias se aprenderá el respeto como el valor más importante; esto sanará la pareja y la familia que éstos formen, y será el embrión de una sociedad más sana.

El matrimonio sagrado

Por último, la pareja consciente se basa en la aceptación, amor y respeto total del otro, con su luz y con su sombra. Connie Zweig y Steve Wolf hablan de la necesidad conyugal de hacer un matrimonio consciente con la sombra del otro: «Es una unión en la que los participantes se comprometen internamente a aceptar y respetar todos los personajes de la sombra del Amado, un compromiso que les obliga a descubrir su propia sombra y a asumir la responsabilidad de sus proyecciones, juicios y miedos».

De esta forma se abre una vía al crecimiento de la pareja y de la familia que formen. Pero esta unión no es el maridaje de dos medias naranjas para formar una sola, sino de dos naranjas enteras, completas, que, respetando la individualidad de cada uno de ellos, se enriquecen de la diversidad.

Éste es el matrimonio sagrado, que nada tiene que ver con el amor romántico, que hemos idealizado pero que no alcanzamos. Es una unión a través de la cual los miembros, dueños de sí mismos porque han recuperado dentro de ellos su ánima y su ánimus, crecen y con su unión son capaces de realizar algo importante, abrir una puerta, cambiar algo en su mundo.

A través de este enlace sacro pueden unirse para construir algo distinto, algo revolucionario, algo con entidad y vida propia, basado en el amor consciente, el respeto hacia el otro y la necesidad de evolución y crecimiento.

En el matrimonio como creación está el significado real del segundo chakra, ya que la energía de este vórtice es la de la creatividad.

Sonrisas y lágrimas

El segundo chakra está relacionado con el sentir, algo que desde que somos niños se nos frena. En los niños dominan dos expresiones emocionales básicas: la risa y el llanto. Son dos formas de expresar la emoción fundamentales en el desarrollo humano. El sentido del humor es una cuestión de supervivencia y el llanto es la manera que tenemos de procesar los dolores que padecemos y de integrarlos. El llanto en el niño es la señal de emergencia que indica al adulto que ha de ayudarle y reconfortarle.

Sin embargo, ambos suelen ser reprimidos por aquellos a los que a su vez se los reprimieron. Culturalmente la risa y el llanto no han sido políticamente correctos ni aceptados. La risa es extensible al disfrute en todos los sentidos, y el llanto a los procesos de duelo.

Así, disfrutar de la vida es algo cultural y socialmente mal visto. Los que disfrutan son vividores, que es igual a vagos, libertinos o sinvergüenzas. La imagen de la persona sensata y seria está culturalmente más aceptada que la del risueño y divertido. Quizás esto se deba a que, como dice el filósofo francés Giles Lipovetsky, la incorporación de la risa en la sociedad es sumamente reciente, puesto que antes del siglo XIX la risa no estaba ni mucho menos generalizada.

Por otro lado, la represión del llanto es más frecuente todavía. El llanto de los niños pone nerviosos a sus padres, tanto que la reacción inmediata es acallarlos cogiéndolos, poniéndoles objetos en la boca o reprendiéndolos. Cuando un adulto llora, el primer impulso es que deje de llorar. El llanto incomoda profundamente, avergüenza, tanto al que llora como al que asiste a dicho llanto. Por otro lado, existe la errónea creencia de que una persona que llora es débil y la que no lo hace es fuerte.

Esto es un indicativo de la falta de inteligencia emocional que rige nuestra civilización, puesto que no sabemos cómo gestionar nuestras emociones. Cuando ejercemos nuestro legítimo derecho a sentir, es decir, a llorar y reír, armonizamos nuestro segundo chakra.

Escuchar el cuerpo

Precisamente porque no estamos en contacto con lo que sentimos y no sabemos gestionarlo, muchas veces es nuestro cuerpo quien pasa factura. Un ejemplo de la desconexión con el sentir es la utilización de la comida como ansiolítico. ¿Cuántos de nosotros no hemos comido compulsivamente comida basura para paliar nuestro estrés, miedo, soledad, ansiedad o tristeza?

La solución para reconciliarnos con nuestras emociones exige aprender a escuchar nuestro cuerpo, algo nada fácil en una sociedad como la nuestra. Sin embargo, es absolutamente necesario. Si vivimos sin escuchar las necesidades de nuestro cuerpo, éste mostrará síntomas que nos obligarán realmente a pararnos para hacer caso a ciertos problemas: de sobrepeso, gástricos, de piel, contracturas u otras enfermedades.

Actividades para equilibrar Svadisthana

El trabajo con el segundo chakra “Svadisthana” ayuda a esta empresa. Una de las prácticas que más armonizan este centro energético es entregarse a lo sensorial. Cuando sentimos nos conectamos a quienes somos. El problema es que estamos acostumbrados a hacer y no a ser; pero existen muchas actividades que pueden reconectarnos de nuevo al ser y al sentir. Éstos son algunos ejemplos:

Bañarse o ducharse y concentrarse en la sensación corporal del agua cayendo sobre el cuerpo.

Aplicarse masajes con regularidad. Poner en la agenda un masaje al mes. Acudir a la peluquería a hacernos la manicura y cortarnos el pelo o peinarnos. Sentarse y envolverse en una manta o edredón.

Intercambiar caricias sensuales con la pareja.

Que la pareja nos bañe.

Darse baños de espuma con aceites aromáticos. Flotar en la piscina o el mar.

Tumbarse en una hamaca. Escuchar música relajante.

Beber con frecuencia mientras se trabaja.

Mirar a un amigo en silencio durante nueve minutos. Meditar cinco minutos al día.

Pasear meditando.

Ir a una tienda o a un rastro y tocar todos los objetos. Ideal, una tienda de jabones. Ir a un buuffet y probar todas las comidas que apetezcan.

Comer con las manos. Pintar con las manos.

Pasar un rato en una frutería oliendo frutas y verduras.

Ir a un sitio desconocido y sentarse a observar todos los detalles. Hacer ruidos por la casa sólo para ver cómo suenan las cosas.

Vestirse con colores llamativos y salir a dar una vuelta. Caminar descalzo por el campo.

“Piénsate delgado”

El psicoterapeuta británico Mark Wentwork, creador de un método de adelgazamiento llamado think slim («piénsate delgado/a»), afirma que «escuchar a nuestro cuerpo implica antes que nada santificarlo, considerándolo hermoso, aunque no coincida con el canon de belleza, pues es la casa de nuestra alma y está lleno de sabiduría. Debemos bendecir las partes que nos sobran o consideramos feas: debemos acariciarlas y tratarlas como si fueran seres, hablar con ellas y pedirles perdón, dándoles las gracias por el aprendizaje que nos proporcionan; sólo así podremos dialogar con ellas para transformarlas. Estar en armonía y en comunicación con nuestro cuerpo nos conecta a nuestro centro, a nuestro ser, y ésta es la única posibilidad de cambio real con la que contamos».

Cuando aprendemos a escuchar y a santificar nuestro cuerpo como el receptáculo sagrado en el que reside nuestro Ser, nuestro segundo chakra gira en armonía y ello habilita a nuestro cuerpo para vivir de una manera más saludable.

El dinero

En el lenguaje del inconsciente, el dinero se equipara a la energía. Cuando soñamos con dinero, los símbolos nos están hablando de cómo invertimos nuestra energía, si nos cuesta mucha o poca energía cuanto hacemos. Caroline Myss afirma que el gran error al que puede verse sometida una persona es equiparar en su vida la fuerza vital con el dinero, ya que si éste escasea o se produce una pérdida económica, automáticamente el organismo recibe la orden de pérdida vital. La consecuencia física puede llegar a ser la enfermedad: «un cáncer de próstata, problemas de ovarios, dolor en la parte baja de la espalda o ciática».

Pero ¿por qué el dinero está relacionado con el chakra sacral? Porque el señor Dinero es una de las monedas de cambio de las relaciones interpersonales y, asimismo, está vinculado a las relaciones sexuales; «es una expresión simbólica de la energía del falo», dice Caroline Myss. El dinero es lo que nos permite sobrevivir, pero también lo que nos autoriza para conseguir placer, lo que nos permite relacionarnos con los demás y el colchón necesario para disfrutar de la vida. Si nos enganchamos a él y lo hacemos un fin en sí mismo, atasca nuestro segundo chakra, y si lo vemos como un medio que nos permite Ser, y por tanto sentir y disfrutar, al tiempo que nos deje llevar a cabo la tarea que hemos venido a realizar, equilibrará nuestro segundo vórtice.

Desde este segundo chakra aprendemos que el dinero no es una energía positiva ni negativa, pues esto depende de la intención de quien lo utiliza.

María José Álvarez Garrido.

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