Pedir consejo
Yo he estado aquí desde el principio, y estaré hasta el fin de los días; porque mi existencia no tiene límites. El alma humana es sólo una parte de la antorcha encendida que Dios separó de Sí al crear el mundo.
Hermanos míos, aconsejaos unos a otros, porque en ese consejo radica la liberación del error y arrepentimiento fútil. La sabiduría de los más es vuestro escudo contra la tiranía. Porque, cuando nos pedimos consejo uno al otro, reducimos el número de nuestros enemigos.
El que no pide consejo es un atolondrado. Su irreflexión lo ciega para la Verdad y lo hace perverso y peligroso para su prójimo.
Una vez que hayas comprendido claramente un problema, afróntalo con resolución, porque eso es lo que hace el fuerte.
Solicita el consejo de los ancianos, porque sus ojos han mirado a la cara de los años y sus oídos han escuchado las voces de la Vida. Aunque su consejo te parezca desagradable, síguelo.
No esperes un buen consejo de ningún tirano, malhechor, engreído o desertor del honor. ¡Ay del que colabore con el perverso que viene a pedirle consejo! Porque dar la razón o aliarse con el malhechor es una infamia, y dar oídos a la falsedad es una traición.
Mientras no esté dotado de gran conocimiento, criterio certero y profunda experiencia, no podré considerarme consejero de los hombres.
Avanza despacio y no seas negligente cuando se te presente una oportunidad. De esta manera evitarás grandes equivocaciones.
Amigo mío, no seas como él que se sienta frente al fuego y ve cómo éste se consume, intentando en vano soplar las cenizas muertas. No te rindas ni te entregues a la desesperación por lo pasado, porque lamentar lo irremediable es la peor de las flaquezas humanas.
Ayer me arrepentí de lo que había hecho, y hoy comprendo mi error y el mal que atraje sobre mí al quebrar mi arco y destruir mi aljaba.
Te amo, hermano mío, quien quiera que seas, lo mismo si adoras a Dios en una iglesia, que si te hincas de rodillas en un templo o rezas en una mezquita. Tú y yo somos hijos de una sola fe, porque los diversos caminos de la religión son dedos de la mano amante de un solo Ser Supremo, mano qué se extiende a todos, ofrece la plenitud del espíritu a todos y está deseosa de recibir de todos.
Dios te ha concedido un espíritu con alas, para que surques firmemente el espacio del Amor y ‘de la Libertad. ¿No es, por tanto, una pena que te arranques las alas con tus mismas manos y tenga después tu alma que arrastrarse como un insecto sobre la tierra?
Alma mía, vivir es como el corcel de la noche, cuanto más rápida sea su carrera, más pronto llegará el día.
Khalil Gibran
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