Dios
Un ciego de nacimiento me pregunta: ¿Qué es esa cosa que llaman verde?» ¿Cómo se le describe el color verde a un ciego de nacimiento?
Se usan analogías. Entonces digo: «El color verde es algo como una música suave». «Sí», le digo, «música sosegada y suave».
Otro ciego me pregunta: «¿Qué es el color verde?» Le digo que es suave como el raso, muy sosegado y suave al tacto.
Al día siguiente me doy cuenta que los dos ciegos están peleando a botellazos. El uno dice: «Es suave como la música»; el otro dice: «Es suave como el raso». Y así sigue la cosa. Ninguno de los dos sabe de qué se está hablando, porque si lo supieran, se quedarían callados. Así es de grave el asunto.
Es peor aún, porque digamos que un día el ciego ve, y se sienta en el jardín y mira alrededor, y usted dice: «Bueno, ahora usted sabe cómo es el color verde». Y él le responde: «Es verdad. Lo oí un poco esta mañana».
La verdad es que usted está rodeado de Dios y no ve a Dios porque «sabe» acerca de Dios.
El obstáculo final para la visión de Dios es el concepto que usted tiene de Dios. No encuentra a Dios porque cree que sabe.
Eso es lo terrible de la religión. Eso es lo que los evangelios decían, que la gente religiosa «sabía», de manera que eliminaron a Jesús.
El más alto conocimiento de Dios es conocerlo como inconocible.
Se habla demasiado de Dios; todo el mundo está cansado de oírlo. Hay muy poca consciencia, muy poco amor, muy poca felicidad, pero tampoco usemos esas palabras. Se renuncia muy poco a las ilusiones, a los errores, a los apegos y a la crueldad, hay muy poca consciencia.
El mundo sufre por eso, no por falta de religión. Se supone que la religión versa sobre una falta de consciencia, de despertar. Miren en qué hemos caído. Vengan a mi país y véanlos matándose por las religiones. Esto lo encontrarán ustedes en todas partes. «El que sabe, no dice; el que dice, no sabe».
Todas las revelaciones, por divinas que sean, nunca son más que un dedo que señala la luna. Como decimos en el Oriente: «Cuando el sabio señala la Luna, el idiota no ve sino el dedo».
Jean Guiton, un escritor francés muy piadoso y ortodoxo, agrega un comentario aterrador: «Con frecuencia utilizamos el dedo para sacar los ojos». ¿No es terrible? ¡Consciencia, consciencia, consciencia! En la consciencia está la curación; en la consciencia está la verdad; en la consciencia está la salvación; en la consciencia está el amor; en la consciencia está el despertar. Consciencia.
Necesito hablar sobre las palabras y los conceptos porque debo explicarles por qué, cuando miramos un árbol, realmente no vemos. Creemos que vemos, pero no vemos.
Cuando miramos a una persona, realmente no la vemos, sólo creemos que vemos. Lo que vemos es algo que fijamos en la mente. Recibimos una impresión y nos aferramos a ella, y seguimos mirando a la persona a través de esa impresión. Y hacemos esto con casi todo.
Si ustedes comprenden eso, comprenderán la amabilidad y la belleza de ser conscientes de todo lo que los rodea. Porque la realidad está ahí; «Dios», sea lo que sea, está ahí. Todo está ahí.
El pececito en el océano dice: «Perdón, estoy buscando el océano. ¿Puede decirme dónde lo encuentro?». Patético, ¿verdad? Si sólo abriéramos los ojos y viéramos, entonces comprenderíamos.
Anthony de Mello
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