Todo lo que no eres es un reflejo de lo que eres. Todo lo que no eres es una extensión, una expresión en el espacio-tiempo de lo que realmente eres. Cuando ves el reflejo de la luna en el agua, sabes que si miras hacia arriba verás la luna.
Lo esencial es llegar a familiarizarte con tu naturaleza íntima, tus sensaciones, tensiones corporales, sentimientos y deseos, sin formular ningún juicio. En la observación inocente estamos completamente fuera de lo que observamos. En otras palabras, tomamos nota y este acto de tomar nota tiene su propio sabor. Si te preguntara qué tienes en tu boca, podrías responder: «nada»; pero, realmente, hay un sabor en tu boca. Del mismo modo, cuando digo que tomar nota tiene su propio sabor, lo que quiero decir es que este acto es en sí mismo una actitud interior. Al asumir esta actitud te encuentras a ti mismo observando de manera espontánea.
¿Eso que observa tiene algún pensamiento o forma?
Tú eres tú mismo al observar. El pensamiento o la forma surgen cuando te alejas desde tu ser real hacia la periferia. Eres conciencia primordial. La vida es únicamente conciencia primordial. Entre dos pensamientos o dos percepciones estás tú. Conocemos momentos en tu vida en los que un pensamiento desaparece completamente en el silencio, pero tú permaneces.
¿Qué nos lleva a alejarnos de esa quietud?
Podría decir que es un reflejo porque ahora te conoces sólo en la percepción de acontecimientos y sentimientos y en la relación con ellos. En tanto no conoces realmente lo que es el silencio, te sientes inseguro en silencio porque ahí no hay lugar para un ego. El ego sólo puede existir en relación a las situaciones y por eso intenta siempre buscar algo a lo que agarrarse. Pero si sabes dejarlo ir, si dejas de producir y te limitas a dejar que las cosas vengan a ti, llegarás a estar completamente libre. Naturalmente, ya no hay entonces un «tú», sino sólo la libertad en sí misma.
Jean Klein
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