¿Podríamos meditar sobre algo?

Entonces, ¿qué podemos hacer para prepararnos? ¿Podríamos meditar sobre algo?

No se medita sobre algo; esa no es la formulación adecuada. Meditar significa estar plenamente alerta y permitir que la sensación cuerpo-mente llegue a tu atención. Por ejemplo, cuando te sientas aquí puedes advertir que ciertas partes de tu cuerpo están tensas. Estas partes se sienten pesadas y tensas porque otras partes están ligeras y relajadas. Pero la concentración sobre la tensión, sobre las zonas rígidas, conduce a la fijación. ¿Cómo proceder entonces? Hazte consciente de una zona que sientas ligera y vacía. Y, como si de agua se tratara, deja que esa sensación se expanda hasta incluir áreas más densas.

¿Hay algunos momentos del día que sean especialmente indicados para esta clase de observación?

Sí. Puede haber momentos en los que estás más disponible. El mejor momento es por la mañana, justo al despertar. No eres tú quien despierta, sino el cuerpo el que despierta en tu conciencia. Por eso, cuando estás alerta, ves cómo el cuerpo retorna a sus viejos esquemas. Cuanto mayor es la frecuencia con que el cuerpo se te presenta globalmente como una sensación, más frecuentemente también la memoria orgánica se va haciendo cargo de él. Durante el día, cada vez que introduces tus habituales esquemas de contracción, la memoria orgánica de la totalidad te devuelve a la sensación global y llega un momento en el que ya no regresas a la imagen fraccionada de tu cuerpo.

Ha dicho que no podemos realizar nada mediante la voluntad y el esfuerzo. Sin embargo, si prescindimos del esfuerzo, vemos que nada sucede, que no hacemos nada.

Pero nada sucede cuando intentas hacer que suceda. La mera intención de hacer que algo ocurra bloquea su expresión espontánea. La intención hunde sus raíces en el miedo y en la inseguridad. Toda esa energía condicionada debe llegar a detenerse. La mente debe quedar en suspenso. Sólo una actitud de no-interferencia puede llevar a su fin el proceso de la memoria mecánica y todos los condicionamientos que la acompañan. Entonces la original energía incondicionada sale a la superficie.

Generalmente, sólo conocemos conceptos, pero no conocemos el silencio. El valor de la práctica de la meditación reside en que nos ayuda a familiarizarnos con el dejar ir, con la quietud. Cuando la mente deja de interferir, sólo hay silencio; y de éste, aflora la creatividad. Pero en cuanto caemos bajo el hechizo de la voluntad, sólo hay repetición.

Cuando miramos a nuestros amigos o a nuestro entorno, sólo vemos nuestras proyecciones, nuestras superposiciones, no vemos el mundo como es. Así pues. el primer paso es reparar en que realmente no vemos, en qué proyectamos nuestros miedos y nuestras esperanzas sobre todo lo que nos rodea. Para verlo, debes estar en silencio. Cuando se vive este silencio nada es repetitivo y quedarás sorprendida por todo lo que entonces surge.

Jean Klein

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