Se puede presentar la meditación de muchas maneras, y debo haber hablado de ella en miles de ocasiones, pero cada vez es distinta, y cada vez es directa y nueva.
Por fortuna, vivimos en una época en la que muchas personas de todo el mundo empiezan a familiarizarse con la meditación. Cada vez es más reconocida como una práctica que franquea las barreras culturales y religiosas y se eleva por encima de ellas, permitiendo a quienes la practican establecer un contacto directo con la verdad de su ser. Es una práctica que trasciende los dogmas religiosos y que, al mismo tiempo, es la esencia de las religiones.
Meditación, saborear la plenitud de nuestro ser
Generalmente desperdiciamos nuestra vida distraídos de nuestro verdadero ser por un sin fin de actividades. La meditación, en cambio, es el camino que nos trae de vuelta a nosotros mismos, al permitirnos experimentar y saborear de verdad la plenitud de nuestro ser, más allá de todos nuestros comportamientos recurrentes.
Vivimos nuestra vida como una lucha intensa y angustiosa, en un torbellino de celeridad y agresividad, compitiendo, aferrando, poseyendo y logrando, atareándonos constantemente con ocupaciones y preocupaciones superfluas. La meditación es todo lo contrario.
Meditar es romper por completo con nuestra forma «normal» de funcionar. Es un estado libre de toda preocupación e inquietud, exento de toda competitividad, en el que no hay deseo de poseer o aferrar nada, libre de cualquier lucha intensa y angustiosa y desprovisto de sed de logros; es un estado sin ambición en el que no hay aceptación ni rechazo, ni esperanza ni miedo; un estado en el que poco a poco empezamos a liberar en el espacio de la simplicidad natural todos aquellos conceptos y emociones que nos aprisionan.
Volver a casa
El propósito de la meditación es despertar en nosotros la naturaleza de la mente e introducirnos a aquello que en realidad somos, a nuestra consciencia pura e inmutable que subyace a la totalidad de la vida y la muerte.
En la quietud y el silencio de la meditación vislumbramos y regresamos a esta profunda naturaleza interior que hace tanto tiempo perdimos de vista entre la agitación y la distracción de nuestra mente. ¿Acaso no es extraordinario que nuestra mente no pueda estarse quieta más que unos pocos instantes sin anhelar inmediatamente alguna distracción?
Estamos fragmentados en una multitud de aspectos distintos. No sabemos quienes somos en realidad, ni con qué aspectos de nosotros mismos deberíamos identificarnos ni en cuáles creer. Son tantos los dictados, las voces y los sentimientos que luchan pr controlar nuestra vida interior que nos encontramos dispersos por todas partes, en todas direcciones, y no queda nadie en casa.
La meditación consiste, pues, en traer la mente a casa.
Sogyal Rimpoché
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