El yo que eres
¿Soy un cuerpo? No, porque las células de mi cuerpo son renovadas continuamente y, en siete años, no queda ni una de las anteriores y, sin embargo, sigo siendo el mismo. Yo no soy mi cuerpo, pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian continuamente y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni mi forma de expresarme, ni de andar. Yo no puedo identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de mi yo, pero no es mi yo.
Tú eres el ser, lo que es. El cielo es, no cambia; las nubes sí. Lo único que puedes buscar es lo que no eres, pues en cuanto puedes objetivarlo ya no lo eres, sino que es una forma, una expresión de lo que realmente eres. Puedes buscar lo que no eres, y al ir apartando tus formas y añadiduras, te irás liberando de ideas equivocadas sobre ti y, detrás de todo esto, irá surgiendo tu ser, el yo que eres.
Puedes no identificarte con las formas que cambian, ni apegarte a ellas, ni rechazarlas, ni ponerles etiquetas, ni valorarlas dándoles una importancia que no tienen. Llamarlas por su nombre: son formas nada más, y si les das batalla, toman una importancia que, en sí, no tienen. Cuando las mires tal como son, perderán importancia y se replegarán a su lugar. Hay que comprenderlas, entender por qué están ahí, para que no te estorben ni molesten. Entonces la importancia que les hayas dado hasta ahora se va, porque no es real, no existe, y descubres que no eran más que alucinaciones del sueño de un ser dormido. No hay que violentarse con nada ni para mejorarlo ni para cambiarlo. Lo que es, es, y sólo lo es por su propia causa, nada lo puede dañar si está despierto.
Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie. Y eso es ser libre.
Anthony de Mello