Queremos cambiar…

Queremos cambiar sin alejarnos de nuestro “hogar”.

Cambiar sin dejar de hacer lo que hacemos todos los días de manera igual.

Sin dejar ese trabajo porque no hay nada mejor o no lo vemos…

Queremos cambiar pero a la vez seguir siendo como somos.

Y no se trata de huir, divorciarnos y abandonar todo para irnos a vivir al monte más alejado de la civilización. NO.

Se trata de convertirnos en reales observadores de nuestro entorno

Entender que esa “sagrada madre santa” que tenemos no es más que una mujer con una historia, una educación, un pasado, errores y aciertos. Verla como una persona cuyas emociones, miedos y conflictos no me afectarán más. Ser imparciales con ella, ser con ella como somos con todos los demás.

Entender que ese hombre o mujer que elegimos de pareja no es “el amor de mi vida”, porque el amor de mi vida soy yo. Es un hombre o una mujer con pasado, con historia, y que yo no estoy aquí para sanarlo, cambiarlo, adaptarlo o modificarlo a mi gusto y necesidad. O lo acepto como es y así lo amo, o bien acepto y reconozco que me equivoqué y me alejo, así de simple.

Entender que si quiero tener más dinero debo cambiar lo que hago. Si el trabajo en el que estoy no me da el sueldo que merezco, bien puedo buscar otro. Pero sin el pretexto de “pobres de mis hijos», “tengo deudas”, “qué haré”… porque este trabajo es la muestra fiel de que nunca mejoraré.

Muchas personas que se quejan de “no tener dinero” viven todos los días de su vida haciendo aquello que ya saben “no les deja dinero”. Y esto pueden demorar la vida entera, porque no han descubierto que deben ser capaces de ponerse límites.

“Si este año no me aumentan el sueldo, me voy”. “Si para junio esto no mejora, renuncio”. Porque se nos va la vida dando el 100% en un proyecto, plan o trabajo que ya sabemos no nos dejará más jamás.

Si…

Si quiero tener más dinero lo primero que debo entender es que comprar a crédito es gastar dinero que no tengo, es deberle a un banco, y es un pozo sin fondo.

Si nos proponemos vivir con efectivo realmente descubriremos lo que necesitamos hacer, descubriremos que necesitamos “movernos ya”.

Si tengo un negocio y por más que yo entregue todo mi esfuerzo no me da las ganancias que necesito, pues lo cierro, dejo de invertir en eso y voy por otra cosa.

Si creo que mi profesión no me da lo que necesito, pues me dedico a otra cosa y ahora sí, gano lo que quiero.

Y es que en verdad todos queremos cambiar y que las cosas mejoren “sin hacer nada”, “sin cambiar nada”, “comiendo lo mismo”, “viendo el mismo programa de televisión y a la misma hora».

Así no se puede

Queremos bajar de peso, pero no queremos hacer dieta ni ejercicio.

Queremos ser más atractivos o atractivas, porque algún chip en nuestro cerebro, nos dice que si no lo somos, no valemos.

Queremos un príncipe azul, pero siempre nos enamoramos del patán más guapo en lugar de buscar al hombre inteligente y amable.

Vamos por la vida contradiciéndonos a nosotros mismos… y queremos que una carta de duelo haga el trabajo por nosotros.

Así no se puede.

Tomar consciencia de una situación que no es nuestra es sentirlo en la sangre, en los vellitos del brazo, en el estómago.

Es entender que si mi abuela no estudió y se casó con un hombre violento, no es mi historia y debo evitar “repetir” su vida.

Es comprender que si mi madre lloró durante todo su embarazo, será por sus malas decisiones, sus miedos y falsas expectativas, y que yo no voy pagar por ello.

Porque vinimos a ser felices, a amar, a ser abundantes, no a pagar culpas ajenas y además a venerar la estupidez familiar.

Dejemos de decir “necesito ayuda” y cambiémoslo por: “hoy he decidido cambiar, qué debo hacer?

Empoderémonos desde ya y resolvamos, actuemos

Porque todos nosotros hemos nacido en el mundo de “resuélveme mi problema”.

Y no nos hemos dado cuenta de que la única persona capaz de resolver mi problema soy yo.

Tomar conciencia, por tanto, es reconocer la historia vivida por otro, sus razones, sus motivos, aprender de ello y cambiarlo. YO. Cambiarlo yo, con otras decisiones, con otras elecciones, con otro carácter, con más fuerza quizá.

Hacer duelo es decir por escrito a qué vivencias de mis familiares yo renuncio, yo no quiero repetir, yo me niego a repetir o padecer. Es sacar mi dolor por no haberme dado cuenta de que soy copia de mi padre o mi abuela o mi tío.

Y al final, cambiar; cambiar ese comportamiento, fajarme los pantalones y tomar nuevas decisiones en mi vida, cueste lo que cueste.

Y soltar es dejar de arrastrar lo pasado incluso el día de ayer

Ver hacia delante, con nuevas metas, por mí y para mí.

Y si no sé cómo, y si no sé por dónde comienzo, y si no sé cómo se hace, comenzar a leer, a aprender, a comprender desde el conocimiento. Dejar mi uñas para después y analizar mi vida hoy y en profundidad, analizar mi entorno, analizar a cada miembro de mi familia, sus razones, sus motivos, porque así descubriré fácilmente que no soy más que uno más de ellos.

Revisar si mis expectativas tienen lógica o simplemente repito los errores de alguien.

Si todo ese análisis no es motivo suficiente para impulsar un gran cambio en mí, querrá decir entonces que no es mi momento, quizá sea después y deberé aceptar lo que venga y como venga.

Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco

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