Progreso, belleza y acción social

I.-

El Maestro, aunque le fascinaba la tecnología moderna, se negaba a darle el nombre de «progreso».

El verdadero progreso, para él, era el «progreso del corazón», el «progreso de la felicidad», no el «progreso del cerebro» o el «progreso de los cacharros».

«¿Qué piensa usted de la civilización moderna?», le preguntó una vez un periodista.

«Creo que sería una buenísima idea», fue su respuesta.

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II.-

El Maestro le dijo a un asistente social:

«Me temo que estás haciendo más mal que bien».

«¿Por qué?»

«Porque únicamente subrayas uno de los dos imperativos de la justicia».

«¿A saber. . . ?»

«Que los pobres tienen derecho al pan».

«¿Y cuál es el otro?»

«Que los pobres tienen derecho a la belleza».

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III.-

Lo que no le gustaba al Maestro de los «activistas sociales» era que buscaban la reforma, no la revolución.

Y solía narrar este cuento:

«Erase una vez un rey muy sabio y bondadoso que, al enterarse de que había una serie de personas inocentes en las mazmorras de su prisión, mandó construir otra prisión más confortable para aquellos inocentes».

Anthony de Mello

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