La imaginación es una energía muy poderosa.
Es excelente cuando se utiliza de manera creativa o constructiva, pero es un enemigo implacable cuando su empleo es negativo y destructivo.
La imaginación descontrolada nos puede conducir a la sospecha infundada, la hipocondría, el temor o miedo irracional, las fantasías perniciosas y dolientes, los juicios erróneos, las proyecciones insanas e incluso a buen número de trastornos psicosomáticos.
La mente tiene una capacidad especial para generar creaciones y luego tomarlas por reales
Podemos llegar a ver lo que tememos ver, del mismo modo que otras veces vemos lo que queremos ver o nos gustaría ver.
Por fortuna, no todo lo que nuestra imaginación perversa ha anticipado se ha cumplido y, de hecho, si incluso algunos acontecimientos dolorosos o calamitosos han tenido lugar tras haberlos imaginado y anticipado, nunca han sido como los habíamos fantaseado, o nuestras reacciones han sido bien distintas a las supuestas.
La vida es imprevisible. Pero muchas personas sufren por los extravíos de su imaginación, que se toma muy engañosa. La mente tiene un poder creativo y curativo, pero también uno destructivo y enfermizo.
La ofuscación o ausencia de lucidez y claridad mentales conduce a la imaginación descontrolada y alienada.
Encajar las vicisitudes de la vida
En la medida en que una mente se va liberando de sus trabas, todas sus funciones son más precisas, ordenadas y constructivas, y la mente enemiga se va tornando mente amiga y muchas aflicciones comienzan a superarse. La persona, entonces, está más preparada para encajar las vicisitudes de la vida y saber que son inherentes a la dinámica existencial y no se deben a ningún tipo de conjuro o magia.
La meditación nos enseña a refrenar la imaginación incontrolada y a menudo perniciosa, porque alerta la atención, favorece el dominio de la mente y va potenciando los factores de crecimiento: la clara indagación de la realidad como es, el contento, la ecuanimidad, la energía, el sosiego y otros.
Es conveniente ejercitarse en contemplar atenta y ecuánimemente las acrobacias de la imaginación, y poder así mirarla sin reaccionar o ser afectado por ella; o incluso poder erradicarla y centrarse más en la realidad del momento.
Con demasiada frecuencia, memorias e imaginaciones usurpan el lugar a la realidad momentánea y frenan el aprendizaje de momento en momento, la frescura de la mente y el desarrollo de la consciencia.
Ramiro Calle