Encontrar a Dios en todas las cosas
Esto es una recapitulación de la mayoría de los ejercicios precedentes.
Realiza algunos de los ejercicios de toma de conciencia expuestos en las páginas anteriores.
Fija, por ejemplo, la sensación de tu cuerpo como punto de atención… Observa no sólo las sensaciones que se ofrecen espontáneamente a tu conciencia, las más intensas, sino también las más sutiles… Si es posible, abstente de dar nombre a las sensaciones (ardor, entumecimiento, pinchazo, comezón, frío…). Trata de sentirlas sin darles nombre…
Actúa de igual manera con los sonidos… Trata de captar el mayor número de ellos… No busques identificar su fuente… Escucha los sonidos sin darles nombre…
A medida que avances en este ejercicio notarás que te invade una gran calma, un silencio profundo… Ahora percibe, por un instante, esta quietud y silencio…
Experimenta qué bien se está aquí ahora. No tener nada que hacer. Simplemente ser.
Ser
Para los que se sienten más inclinados a lo devoto:
Realiza el ejercicio precedente hasta que sientas la quietud que trae consigo…
Percibe, durante un momento, la quietud y el silencio… A continuación, comunícate con Dios sin emplear palabras. Imagina que eres mudo y que puedes comunicarte tan sólo con los ojos y con la respiración. Dile al Señor sin Palabras: «¡Señor! ¡Qué bien se está aquí contigo!”.
O no te comuniques con el Señor. Confórmate con permanecer en su presencia.
También para los que se sienten inclinados a lo devoto: un ejercicio rudimentario de encontrar a Dios en todas las cosas.
Retorna al mundo de los sentidos. Percibe con la mayor agudeza posible el aire que respiras… los sonidos que te rodean… las sensaciones que experimentas en tu cuerpo…
Siente a Dios en el aire, en los sonidos, en las sensaciones… Permanece en el mundo de los sentidos… Permanece en Dios… Entrégate al mundo de los sentidos (sonidos, sensaciones del tacto, colores…) Entrégate a Dios…
Anthony de Mello