El amor no es ciego

El amor no es ciego

Siempre odiamos aquello que tememos. Siempre queremos librarnos de lo que tememos, destruir y evitar lo que tememos. Cuando usted teme a alguien, a usted no le gusta esa persona. Usted detesta a esa persona, tanto cuanto la teme. Y usted tampoco ve a esa persona porque las emociones interfieren. Bien, eso también es cierto cuando alguien le resulta atractivo.

Cuando llega el verdadero amor, ya no le gustan o le disgustan las personas en el sentido ordinario de la palabra. Usted las ve con claridad y responde con precisión.

Pero en ese nivel humano, sus gustos y sus antipatías y sus preferencias y sus atracciones, etc., siguen interfiriendo.

De manera que debe ser consciente de sus prejuicios, sus gustos, sus antipatías, sus atracciones. Todos ellos están presentes, provienen de su condicionamiento.

¿Por qué a usted le gustan cosas que a mí me disgustan? Porque su cultura es diferente a la mía. Si yo le diera a usted algunas de las cosas de comer que a mí me gustan, usted se apartaría con asco.

En algunas partes de la India, a la gente le gusta la carne de perro. Pero otras personas, si les dijeran que les están dando filete de perro, enfermarían. ¿Por qué? Condicionamientos diferentes, programaciones diferentes.

Los Hindúes enfermarían si supieran que habían comido carne de res, pero a los americanos les encanta. Ustedes preguntan: «Pero ¿por qué no comen carne de res?» Por las mismas razones por las cuales ustedes no se comerían a su perro. La misma razón. Para el campesino hindú la vaca es lo que para usted es un perro. No se la quiere comer. Hay un prejuicio cultural que salva a ese animal que se necesita para la agricultura, etc.

Entonces, realmente, ¿por qué me enamoro de una persona? ¿Por qué me enamoro de una clase de persona y no de otra?

Porque estoy condicionado. Subconscientemente, tengo la imagen de que esa clase particular de persona me gusta, me atrae. De modo que cuando me encuentro con esa persona, me enamoro totalmente. ¿Pero la he visto? ¡No! La veré después de casarme con ella; es entonces cuando llega el despertar. Y es entonces cuando puede empezar el amor.

Pero enamorarse no tiene nada que ver con el amor. No es amor; es deseo, ardiente deseo. Usted quiere, con todo su corazón que esta criatura adorable le diga que usted la atrae. Eso le da una gran sensación. Mientras tanto, todo el mundo dirá: ¿Qué diablos será lo que le ve? Pero es su condicionamiento – usted no ve.

Dicen que el amor es ciego. Créanme, no hay nada que tenga una visión tan clara como el verdadero amor, nada.

Es lo que puede ver más claramente el mundo. Las adicciones son ciegas, los apegos son ciegos. El aferramiento, el anhelo y el deseo son ciegos. Pero no el verdadero amor.

Pero, por supuesto, la palabra ha sido degradada en la mayoría de las lenguas modernas.

La gente habla de hacer el amor y enamorarse. Como el niño que le dice a la niña:

– ¿Alguna vez has sentido amor? Y ella le contesta;
– No, pero he sentido gusto.

Entonces, ¿de qué habla la gente cuando se enamora? Lo primero que necesitamos es claridad de percepción.

Una de las razones por las cuales no percibimos claramente a la gente es evidente: nuestras emociones interfieren, nuestros condicionamientos interfieren, nuestros gustos y nuestras aversiones interfieren. Tenemos que enfrentar este hecho. Pero tenemos que enfrentar algo mucho mas fundamental: nuestras ideas, nuestras conclusiones, nuestros conceptos.

Creámoslo o no, todo concepto diseñado para ayudarnos a ponernos en contacto con la realidad acaba interfiriendo ese contacto con la realidad, porque, tarde o temprano, nos olvidamos de que las palabras no son la cosa.

El concepto no es lo mismo que la realidad. Son diferentes. Por eso les dije antes que la última barrera para encontrar a Dios es la palabra «DIOS» y el concepto de Dios. Ello interfiere si no se tiene cuidado. Debiera ser una ayuda; puede ser una ayuda pero también puede ser un obstáculo.

Anthony de Mello

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