Consciencia y contemplación V
Tiempo de oración
En el párrafo anterior he empleado deliberadamente la expresión «tiempo de oración”. No quiero pedirte que abandones toda tu oración (comunicación con Dios que implica el empleo de palabras, de imágenes y de conceptos) en favor de la contemplación pura. Hay tiempo para la meditación y oración y tiempo para la contemplación, al igual que hay tiempo para la acción y tiempo para la contemplación.
Con todo, mientras estés ocupado en lo que he llamado contemplación, cuida de no caer en la tentación de pensar, por más santo que pueda ser el pensamiento que quiera robar tu atención. Así como en el tiempo de oración rechazarías pensamientos santos relacionados con tu trabajo, y que serían óptimos en su momento adecuado pero no en tiempo de oración, de igual manera debes rechazar vigorosamente durante tu tiempo de contemplación todo pensamiento de cualquier tipo que sea. Deberás considerarlo como destructor de esta forma particular de comunicación con Dios.
Es el momento de exponerte, en silencio, al sol divino, no de reflexionar sobre las propiedades y virtudes de los rayos del sol.
Ahora es el momento de clavar la mirada amorosamente en los ojos de tu amante divino y de no romper esta intimidad especial con palabras o reflexiones sobre él. La comunicación por medio de palabras debe quedar relegada a otro momento. Ahora es el tiempo de la comunicación sin palabras.
Un director espiritual
Hay un punto importante sobre el que, desgraciadamente, no puedo ofrecerte ayuda. Para ello necesitarás la guía de un maestro experimentado que conozca tus necesidades espirituales. Se trata de lo siguiente: del tiempo que dedicas diariamente a comunicarte con Dios. ¿Cuánto deberías dedicar a la oración y cuánto a la contemplación? Sobre este punto puedes decidir con tu director espiritual.
Con su ayuda tendrás que decidir también si debes continuar buscando este tipo de contemplación del que hablo o no. Quizás perteneces al grupo de personas afortunadas del que he hablado antes; personas que mantienen el pleno ejercicio de sus manos y de sus oídos sin haber tenido necesidad de vendar sus ojos; cuyo Corazón místico mantiene la comunicación más profunda posible con Dios mientras su mente comunica con él a través de palabras y de pensamientos; que no necesitan guardar silencio para establecer con su Amado el tipo de intimidad que muchas otras personas alcanzan únicamente por medio del silencio.
Pide a Dios que te guíe
Si eres incapaz de encontrar un director espiritual, pide a Dios que te guíe y comienza dedicando algunos minutos diarios a la contemplación ya sea en la forma de ejercicios de «conscienciación” o siguiendo alguno de los ejercicios más sencillos que vienen a continuación. Incluso en tu tiempo de oración trata de reducir poco a poco la actividad pensante y ora más con el corazón. Santa Teresa de Ávila solía repetir: “Lo importante no es pensar mucho, sino amar mucho”. Por consiguiente, ama mucho durante tu tiempo de oración. Y Dios te guiará aunque sea por medio de un período de prueba y de error.
Anthony de Mello
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