Consciencia y contemplación II
Cuando nuestro Corazón logra el primer atisbo directo y oscuro de Dios, desea vislumbrar el vacío. Las personas que alcanzan este estadio se lamentan con frecuencia de que no hacen oración, de que malgastan el tiempo, de que están ociosos, de que se encuentran sumergidos en la oscuridad total. Para escapar de esta situación desagradable, recurren, de nuevo para desgracia suya, a su facultad de pensar, quitan la venda de su mente y comienzan a pensar y a hablar con Dios; hacen justamente lo contrario de lo que deberían hacer.
Si Dios es benévolo con ellos -y lo es con frecuencia- impedirá que empleen su mente en la oración. Cualquier tipo de pensamiento les resultará desagradable; la oración vocal les parecerá insoportable porque las palabras se les antojarán carentes de sentido. Se sentirán totalmente secos siempre que intenten comunicarse con Dios por cualquier camino que no sea el del silencio.
Al principio, incluso este silencio resultará penoso y seco.
Quizás entonces caigan en el peor de todos los males: abandonar de plano la oración porque se sienten forzados a elegir entre la frustración de ser incapaces de utilizar su mente y la sensación hueca de desperdiciar el tiempo y de no hacer nada, en medio de la oscuridad que les envuelve, cuando hacen el silencio en la misma.
Si no caen en esa tentación y perseveran en el ejercicio de la oración y se entregan con fe ciega al vacío, a la oscuridad, a la inactividad, a la nada, descubrirán gradualmente -al principio en breves destellos y más tarde de forma más permanente- que en medio de la oscuridad se esconde un resplandor, que el vacío llena misteriosamente su corazón, que la ociosidad está llena de la actividad de Dios, que en la nada su ser es recreado y configurado de nuevo… y todo esto de una manera que no pueden describir.
Algo misterioso
Después de cada una de estas sesiones de oración o de contemplación -llámesela como se quiera- perciben que algo misterioso ha estado trabajando dentro de ellos, regalándoles frescura, alimento y bienestar.
Comprobarán que tienen un hambre voraz de volver a esa oscura contemplación que parece carente de sentido y, sin embargo, les llena de vida hasta el punto de alcanzar un embeleso que difícilmente pueden percibir con su mente ni sentir con sus emociones pero que está inequívocamente presente, es tan real y satisfactoria que no la cambiarían por todos los embelesas que pueden ofrecer los deleites del mundo de los sentidos, de las emociones y de la mente. Es curioso que al comienzo pareciese tan seco, oscuro e insípido.
Si quieres alcanzar este estadio, sumergirte en esta oscuridad mística y comenzar a comunicarte con Dios a través de este Corazón del que hablan los místicos, el primer paso a dar será encontrar un medio para hacer silencio en tu mente.
Anthony de Mello
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