Consciencia de las personas

Consciencia de las personas

Presento aquí una simple variación de los dos ejercicios anteriores.

Repite el ejercicio anterior recorriendo algunos de los acontecimientos que pueden suceder hoy…

Detente ahora de manera especial en las personas con las que entras en contacto en un día corriente… Piensa que cada una de ellas es el Señor resucitado en persona que se te aparece bajo un disfraz…

Reconoce al Señor en cada una de ellas… Ámalo, adóralo, sírvelo… concibiendo en tu imaginación incluso formas de adoración, de servicio y de amor que no te permitirías en el ámbito de lo real…

Al final del ejercicio vuelve al momento presente… Percíbete de la presencia de Jesús en la habitación en la que te encuentras… Adóralo… Habla con él…

La fantasía es un elemento muy valioso en nuestra vida de oración, al igual que lo es en cualquier vida emocional sana.

Si la empleamos juiciosamente, es decir, como medio para profundizar nuestra memoria y nuestro silencio interior y no como medio dé entretenimiento agradable, nuestra vida de oración se enriquecerá en gran medida. Sin duda que descubrirás la verdad de esta afirmación haciendo uso de alguno de estos ejercicios.

Santa Teresa de Ávila, que llegó a alcanzar las cumbres de la unión mística con Dios, fue defensora acérrima de la utilización de la imaginación dentro de la oración.

Tenía una mente muy distraída y era incapaz de guardar silencio interior aunque fuera por unos segundos. Su manera de orar, nos confiesa la santa, consistía en encerrarse dentro de sí misma; pero no podía hacerlo a menos que encerrara simultáneamente consigo miles de vanidades.

Toda su vida agradeció que su mente fuera así; ello le había obligado a sacar su oración del campo del pensamiento y llevarla al ámbito del afecto y de la imaginación. Por eso recomienda encendidamente el empleo de las imágenes.

Imagina que ves a Jesús en su agonía, en el Huerto, y consuélale…

… Que tu corazón es un jardín precioso y que Jesús pasea en él, entre flores.

Imagina que tu alma es un hermoso palacio, con paredes de cristal, y que Dios es un diamante brillante, situado en el corazón de ese palacio… Que es un paraíso, un cielo donde serás inundado de delicias.

Imagina que eres una esponja totalmente empapada, no de agua, sino de la presencia de Dios.

Ve a Dios como una fuente en el centro de tu ser. O como sol radiante que ilumina cada parte de tu ser, enviando sus rayos desde el centro de tu corazón.

Cada una de estas imágenes serviría en sí como contemplación imaginativa. Juntamente con el uso de la imaginación, Teresa recomienda el empleo del corazón en la oración.

Anthony de Mello

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