Beneficios personales que derivan de la consciencia
Cuando te inicias en el tipo de contemplación propuesto en los ejercicios precedentes, es posible que desconfíes del valor que encierran. Parecen no encajar en la meditación ni en la oración tal como se las entiende tradicionalmente.
Si concebimos la oración como hablar con Dios, aquí se habla muy poco o nada.
Si meditación significa reflexión, luces, propósitos, se ve que estos ejercicios tienen muy poco que ver con la finalidad que persigue la meditación.
De estos ejercicios sales sin nada concreto que mostrar en compensación de todos los esfuerzos que has realizado. Nada digno de ser recogido en tu diario espiritual, al menos cuando comienzas a realizados… Después de haber dedicado un tiempo a ellos, tendrás la desagradable sensación de no haber hecho nada, de no haber logrado nada
Esta forma de oración resulta particularmente penosa a los jóvenes y a las personas que valoran las cosas por los resultados.
Personas para las que el esfuerzo es más importante que el hecho de ser.
Recuerdo a un joven que parecía no obtener resultado alguno de estos ejercicios. Le parecía tremendamente aburrido tener que permanecer sentado, inmóvil, y tener que enfrentarse al vacío aunque reconocía que le era totalmente imposible ocupar su mente en cualquier otra cosa mientras hacía oración. Según él, empleaba la mayor parte del tiempo en luchar contra las distracciones -por lo general sin éxito- y quería que yo le ofreciera algo que le hiciera parecer más valioso el tiempo y el esfuerzo que empleaba mientras hacía oración.
Por fortuna para él, perseveró en estos ejercicios, aparentemente ineficaces, y, pasados unos seis meses, vino a contarme que conseguía en ellos unos resultados inmensos, incomparablemente mayores que los anteriormente logrados en su oración y meditación.
¿Qué había sucedido?
Encontraba, sin duda, en estos ejercicios mayor paz. Sus distracciones no habían desaparecido. Seguía pensando que los ejercicios que realizaba eran tan aburridos como antes. Nada había cambiado en ellos. Pero había cambiado su vida.
El esfuerzo constante, doloroso, realizado día tras día para exponerse a lo que parecía ser nada y vacío, la lucha por acallar su mente y lograr un cierto silencio concentrándose en las sensaciones corporales, en la respiración o en los sonidos estaba reportándole un poder nuevo en su vida diaria, poder que jamás había tenido anteriormente, poder tan grande que se percibía palpablemente en su vida.
Este es uno de los mayores beneficios de esta forma de oración: el cambio en uno mismo, logrado, aparentemente, sin esfuerzo.
Todas las virtudes que anteriormente intentaste conseguir ejercitando tu fuerza de voluntad parecen llegarte ahora sin esfuerzo alguno: sinceridad, sencillez, cordialidad, paciencia… Los vicios parecen desvanecerse sin que uno se lo proponga o se esfuerce: vicios tales como el fumar, excesivo uso del alcohol, la fanfarronería, dependencia excesiva de otras personas.
Cuando te ocurra todo esto, te darás cuenta de que no ha sido en vano el tiempo que has dedicado a estos ejercicios; que están produciendo dividendos.
Anthony de Mello