Nunca se sabe

I.-

El Maestro y uno de sus discípulos tropezaron con un ciego que mendigaba sentado en la acera.

«Dale a ese hombre una limosna», dijo el Maestro.

El discípulo dejó caer una moneda en el sombrero del mendigo.

«Deberías haberte tocado tu sombrero en señal de respeto», dijo el Maestro.

«¿Por qué?», preguntó el discípulo.

«Es lo que suele hacerse cuando se da una limosna. . . »

«¡Pero si era un ciego. . . !»

«Nunca se sabe», replicó el Maestro; «puede que fuera un impostor».

II.-

El monasterio se estaba quedando pequeño, y hacía falta construir un edificio mayor, por lo que un comerciante extendió un talón por valor de un millón de dólares y lo puso delante del Maestro, el cual lo tomó y dijo:

«¡ Estupendo! Lo aceptaré».

El comerciante quedó decepcionado: aquella era una enorme suma de dinero, ¡ y el Maestro ni siquiera le había dado las gracias…!

«Hay un millón de dólares en ese talón. . .», le dijo.

« Ya me he dado cuenta».

«Aunque yo sea un hombre muy rico, un millón de dólares es mucho dinero. . . »

«¿Deseas darme las gracias por ello?»

«¡Eres tú quien debería darlas!»

«¿Por qué Yo? Es el donante quien debe ser agradecido», dijo el Maestro.

Anthony de Mello

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