Consciencia y contemplación IV

Consciencia y contemplación IV

Observa que los dos medios sugeridos por mí, la imagen del Salvador y la repetición de una jaculatoria, son religiosos por naturaleza. Recuerda, no obstante, que nuestra primera intención en este ejercicio no apunta al tipo de actividad en el que la mente se ocupa; nos interesa abrir y desarrollar el Corazón.

Si se logra la finalidad, ¿importa realmente que la espina empleada para sacar las restantes sea de naturaleza religiosa o no lo sea? Si pretendes que se haga la luz en medio de tu oscuridad, ¿importa realmente que el cirio que esparce la luz en tu oscuridad sea sagrado o no? ¿Tiene alguna importancia que te concentres en una imagen del Salvador, en un libro, en una hoja o en una mancha del suelo.

«Uno-dos-tres-cuatro”

Un amigo jesuita interesado en todas estas cosas (y que sospecho examina todas las teorías religiosas con una sana mezcla de escepticismo) me aseguraba que, diciendo constantemente «uno-dos-tres-cuatro» rítmicamente, alcanzaba resultados místicos idénticos a los que sus compañeros más religiosos afirmaban alcanzar mediante la devota y rítmica recitación de alguna jaculatoria.

Y le creo. Existe, indudablemente, un valor sacramental en el empleo de la espina religiosa, pero, por lo que atañe a nuestra finalidad, tan buena es una espina como otra.

De este modo hemos llegado a la conclusión, aparentemente desconcertante, de que la concentración sobre la respiración o sobre las sensaciones del cuerpo es una contemplación óptima en el más estricto sentido de la palabra.

Un retiro de treinta días

Esta teoría mía fue confirmada por unos jesuitas que hicieron un retiro de treinta días bajo mi dirección y que accedieron a dedicar, además de las cinco horas destinadas a lo que llamamos ejercicios ignacianos, cuatro o cinco horas diarias a este sencillo ejercicio de hacerse conscientes de su respiración y de las sensaciones de su cuerpo.

No me sorprendí cuando me dijeron que durante estos ejercicios (una vez que desarrollaron cierta familiaridad con ellos) sus experiencias eran idénticas a las que tenían cuando practicaban lo que en terminología católica se conoce como oración de fe u oración de quietud. La mayoría de ellos llegaron, incluso, a decirme que estos ejercicios llevan a una profundización de las experiencias de oración que ellos habían tenido con anterioridad, dándolas -por hablar de alguna forma- mayor consistencia y agudeza.

A partir del próximo ejercicio propondré prácticas que son, manifiestamente, más religiosas en cuanto al tono.

Quiero salir con ello al encuentro de los que temen estar perdiendo lamentablemente su tiempo de oración dedicándolo a ejercicios de consciencia. Los mencionados ejercicios, manifiestamente más religiosos, ofrecerán los frutos que pueden obtenerse por medio de los primeros. Contendrán reducidas dosis de reflexión que no tienen aquéllos. Con todo, la dosis es tan reducida que resulta casi despreciable. Así que, si te sientes más a gusto, no dudes en recurrir a ellos en vez de a los ejercicios de conscienciación.

Anthony de Mello

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