Observar la respiración

La respiración es vida, la expresión más básica y fundamental de nuestra vida

Una práctica espiritual muy antigua consiste en dejar reposar vuestra atención en la respiración, suave y atentamente.

En el judaísmo, ruah – el aliento – significa el espíritu de Dios que inspira la creación; el cristianismo también establece una profunda relación entre el Espíritu Santo, sin el cual nada estaría dotado de vida, y el aliento. En las enseñanzas de Buda se dice que el aliento, prana en sánscrito, es el «vehículo de la mente».

Así, cuando aquietáis la mente al trabajar hábilmente con la respiración, estáis simultánea y automáticamente domesticando y entrenando la mente. ¿Acaso no hemos experimentado todos, cuando la vida se llena de tensiones, lo relajante que puede ser quedarnos unos minutos a solas y limitarnos a respirar, al ritmo de inspiraciones y espiraciones profundas y tranquilas? Incluso un ejercicio tan sencillo como éste puede sernos de gran ayuda.

Por consiguiente, cuando meditéis respirad con naturalidad, tal como lo haríais normalmente. Posad ligeramente vuestra atención sobre la respiración. Al espirar, dejaros llevar por el aliento. Cada vez que espiráis, soltáis y liberáis todo aferramiento. Imaginad que vuestro aliento se disuelve en el espacio de la verdad que lo abarca todo. Cada vez que espiráis, y antes de la inspiración siguiente, descubriréis que se produce un intervalo natural, a medida que se disuelve el aferramiento.

Reposad en ese resquicio, en ese espacio abierto. Y al volver a tomar aire, de un modo natural, no prestéis demasiada atención a la inspiración; dejad que vuestra mente siga reposando en ese intervalo que se ha abierto.

Cuando practicáis, es importante no dejaros llevar por comentarios mentales, análisis ni charlas interiores. No confundáis los comentarios de vuestra mente («ahora estoy inspirando, ahora estoy espirando») con la atención; lo importante es la pura presencia.

No os concentréis en exceso en la respiración

Es muy importante – tal como recomiendan siempre los maestros – no concentrarse demasiado mientras se practica la concentración del «Morar en calma». Por eso aconsejan conceder aproximadamente un 25 por ciento de la atención a la respiración. Sin embargo, como podréis constatar, la atención por sí sola no basta.

Al cabo de uno o varios minutos de estar, supuestamente, observando la respiración, tal vez descubráis que estáis jugando en un partido de fútbol o haciendo de protagonista en vuestra propia película. Por eso debéis dedicar otro 25 por ciento a una atención sostenida y vigilante que supervisa y comprueba que seguís atentos a la respiración.

Dejad que el 50 por ciento restante de vuestra atención permanezca espaciosamente.

A medida que estéis más atentos a vuestra respiración, os notaréis cada vez más presentes, que reunís de nuevo todos vuestros aspectos fragmentados y que encontráis la plenitud.

En vez de «observar» la respiración, id identificándoos gradualmente con ella, como si fuerais a convertiros en ella. Poco a poco, la respiración, aquel que respira y el acto de respirar, se vuelven uno. La dualidad y la separación se desvanecen.

Descubriréis que este sencillísimo proceso de atención filtra vuestros pensamientos y vuestras emociones. Entonces, al igual que si os despojárais de una piel vieja, algo se desprende de vosotros y se libera.

Sogyal Rimpoché

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