Para qué meditar

La meditación consiste en traer la mente a casa, y esto se consigue en primer lugar gracias a la práctica de la atención.

En cierta ocasión, una anciana fue a ver al Buda para preguntarle cómo meditar. Él le aconsejó que cada vez que sacara agua del pozo permaneciera atenta a todos y cada uno de los movimientos de sus manos. Sabía que así alcanzaría rápidamente el estado de calma vigilante y espaciosa que es la meditación.

Meditar, “morar en calma”, permite realizar varias cosas.

En primer lugar

En primer lugar, todos los aspectos fragmentados de nosotros que hasta entonces estaban en guerra, se asientan, se disuelven y se reconcilian. En ese apaciguamiento, empezamos a comprender mejor y a veces incluso tenemos vislumbres del esplendor de nuestra naturaleza fundamental.

En segundo lugar

En segundo lugar, la práctica de la atención desactiva nuestra negatividad, nuestra agresividad, nuestro dolor, nuestro sufrimiento y nuestra frustración, que pueden haber ido acumulando poder a lo largo de numerosas vidas. En vez de reprimir nuestras emociones o regodearnos en ellas, lo importante aquí es contemplarlas, así como nuestros pensamientos y todo lo que surja, con una aceptación y una generosidad tan abiertas y amplias como nos sea posible.

Gradualmente, al permanecer abiertos y atentos, y si centráis vuestra mente cada vez más, vuestra negatividad se irá desactivando poco a poco. Empezaréis a sentiros bien con vosotros mismos o, como dicen los franceses, “estaréis bien dentro de vuestra piel”. Experimentaréis entonces una sensación de liberación y os sentiréis profundamente a gusto. A mi modo de ver, esta práctica es la forma más eficaz de terapia y autocuración.

En tercer lugar

En tercer lugar, esta práctica disuelve y elimina la animadversión y el daño que hay en nostros, desvelando y revelando así nuestro buen corazón fundamental. Sólo cuando hayamos eliminado el daño que llevamos dentro seremos verdaderamente útiles a los demás. Así pues, al eliminar lentamente la animadversión y el daño que hay en nostros mismos por medio de la práctica, permitimos que nuestro verdadero buen corazón – la bondad y la amabilidad fundamentales que constituyen nuestra auténtica naturaleza – resplandezca y cree el cálido entorno en el que nuestro verdadero ser pueda florecer.

Comprenderéis ahora por qué califico la meditación de verdadera práctica de la paz, de la no agresión y de la no violencia, el desarme verdadero y supremo.

Sogyal Rimpoché

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