Valor especial de la consciencia del cuerpo
He sugerido frecuentemente que, para la contemplación, percibieras tu respiración, los sonidos o las sensaciones corporales. ¿Tienen todas ellas igual valor? En mi opinión, la percepción de las sensaciones corporales tiene una ventaja sobre las de los sonidos o la respiración. Además de los beneficios espirituales que aporta, la persona que practica este tipo de «conscienciación» recibe otros muchos beneficios psicológicos. Llega, incluso, un momento en que todas las partes del cuerpo ofrecen sensaciones a esa actividad.
Existe una conexión muy estrecha entre el cuerpo y la psique y cualquier daño infligido a uno de ellos parece afectar al otro.
Lo mismo que cualquier aumento en la salud de uno parece ejercer efectos beneficiosos en el otro. Cuando la percepción de tu cuerpo se agudiza de tal manera que cada una de sus partes se hace viva con multitud de sensaciones, tiene lugar una descarga de tensiones, físicas y emocionales.
He conocido personas que se han liberado de enfermedades psicosomáticas, tales como asma y jaquecas y de trastornos emocionales, tales como resentimiento y temores neuróticos, mediante la práctica constante de la percepción de las sensaciones de su cuerpo.
A veces este ejercicio puede desembocar en un destape del subconsciente y hacer que una persona se vea inundada de fuertes sentimientos y fantasías relacionadas con materiales reprimidos, por lo general sentimientos y fantasías relacionadas con el sexo y la ira. En todo esto no existe peligro si continúas con tus ejercicios y no das importancia a los sentimientos y fantasías. Cuida, como dije anteriormente, de no permanecer muchas horas seguidas conscienciando la respiración a no ser que tengas a mano un guía competente.
Si deseas acometer seria y sistemáticamente la práctica de estos ejercicios, te recomiendo que comiences por tener en cuenta la respiración y los sonidos.
Dedica a esto unos pocos minutos, al comienzo de cada ejercicio, pasa después a las sensaciones de tu cuerpo, dando a estas últimas la mayor importancia posible y pasando por cada una de las partes del cuerpo hasta que todo él se convierta en un hervidero de sensaciones.
Entonces quédate percibiendo tu cuerpo como un todo hasta que comiences a notar que te distraes y que necesitas de nuevo pasar de una parte a otra. Esto te reportará el beneficio espiritual de abrir tu Corazón a lo divino. Recibirás, además, los beneficios de alma y cuerpo que este ejercicio trae consigo.
Por último, una palabra de ánimo
La paz y el gozo que te he prometido como premio a la práctica fiel y constante de estos ejercicios son sentimientos a los que, probablemente, no estás acostumbrado; algo que al principio es tan sutil que a duras penas puedes reconocer en ello un sentimiento o una emoción. Si no tienes esto en cuenta, puedes desanimarte demasiado fácilmente.
El deleite y gozo de esta paz es un paladar adquirido. Cuando decimos a un niño que la cerveza sabe bien, él aproxima la jarra a sus labios con su experiencia personal de lo que sabe bien y se sorprende y disgusta porque la cerveza no posee la dulzura de las bebidas que él ha tomado hasta entonces. Se le dijo que la cerveza sabía bien y, para él, saber bien era sinónimo de dulce.
Acércate a realizar estos ejercicios sin llevar ideas o nociones preconcebidas. Acércate con la disponibilidad necesaria para descubrir nuevas experiencias (que quizás al principio no te parezcan «experiencias”) y para adquirir nuevos paladares.
Anthony de Mello
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