Payasos, Providencia y devoción

I.-

El Maestro era cualquier cosa, menos ampuloso. Siempre que hablaba, provocaba enormes y alegres carcajadas, para consternación de quienes se tomaban demasiado en serio la espiritualidad. . . y a sí mismos.

Al observarlo, un visitante comentó decepcionado: «¡Este hombre es un payaso!».

«Nada de eso», le replicó un discípulo; «no ha comprendido usted ni palabra: un payaso hace que te rías de él; un Maestro hace que te rías de ti mismo».

II.-

 «¿Cómo se aprende a confiar en la Providencia?»

«Confiar en la Providencia», dijo el Maestro, «es como entrar en un restaurante de lujo sin llevar un céntimo en el bolsillo y encargar docenas de ostras con la esperanza de hallar una perla con la que pagar la cuenta».

III.-

Los discípulos se escandalizaban de que el Maestro evidenciara tan escasa inclinación hacia el culto.

«Encuentra un objeto de veneración», solía decir, «y muy devotamente, eso sí, te distraerás de lo que es esencial: el conocimiento que conduce al amor».

Y en apoyo de su tesis solía citar las palabras de Jesús sobre los que dicen «Señor, Señor», y luego son totalmente inconscientes del mal que realizan.

En cierta ocasión, se permitió regalar un plátano a un atolondrado visitante, el cual empezó a sentir tal veneración por el regalo que no sabía qué hacer con él.

Cuando se lo contaron al Maestro éste hizo uno de sus típicos comentarios:

«Decidle a ese asno que se lo coma».

Anthony de Mello

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