No es verdad que seamos lo que somos
La última mentira que aquí se va a destacar es una especie de corolario de las precedentes y el máximo exponente de las consecuencias del reducido nivel consciencial. Radica en el hecho de que cada uno está convencido de que vive su vida.
No puede ser de otra manera, nos decimos. Nos consideramos conscientes de lo que hacemos, de lo que queremos… de lo que somos. Pero tampoco esto es verdad.
No tenemos consciencia de nuestro ser real, el verdadero Yo, sino del piloto automático con el que nos identificamos; de un ser que nuestra mente, ante la ausencia de mando consciente, ha tenido que inventar por necesidades de supervivencia y actuación en la tridimensionalidad.
Hemos desarrollado una consciencia de los objetos: no somos lo que somos, sino lo que pensamos que somos; nos vemos a nosotros mismos como objetos mentales.
El ego forjado por los pensamientos ha sido creado como objeto mental: mi pequeño yo, mi pequeña historia, mis emociones. Y este objeto mental busca su felicidad en los objetos físicos y mentales: en las cosas materiales, en las creencias o teorías mentales y en las emociones estimulantes.
Sin duda, todas estas cosas tienen su lugar en este mundo, pero no para que nos identifiquemos con ellas. Es imposible que nos encontremos a nosotros mismos con objetos y formas ajenas a nuestro Ser. Pero lo hacemos. Y el resultado final es la frustración, la insatisfacción: la demencia derivada de la pérdida de conexión con una dimensión más profunda del ser humano, nuestro verdadero Yo.
Podemos activar tal conexión mediante la elevación del grado de consciencia. ¿Cómo conseguirlo?
Resulta de gran ayuda examinar nuestra dimensión profunda a través de su relación con el único sitio donde la vida realmente existe: el ahora. Vaya por delante que en esa dimensión no existe el tiempo; que nada tiene que ver con los pensamientos, conceptos, juicios y definiciones; y que no se identifica ni se llena con objetos materiales, mentales y emocionales.
Para adentrarnos en la dimensión profunda del ser humano y su relación con el ahora, es crucial que primero reconozcamos y desvelemos interiormente las mentiras que han sido sintetizadas y por las que ha discurrido nuestra vida. Este reconocimiento es la llave que abre el acceso a esa otra dimensión: adquiramos consciencia del contenido y consecuencias reales de las mentiras reseñadas y convirtamos esa consciencia en la llave que conduce a nuestra dimensión más profunda.
¿Cuál es la puerta en cuya cerradura hay que introducir la llave?
La puerta es la esencia subyacente del momento presente.
Emilio Carrillo