Cañas huecas

Cañas huecas

En las charlas matinales ha estado recientemente un músico que toca para el grupo la flauta tradicional india al finalizar la sesión. La flauta no sabe música; no distingue el fa del sí bemol; no sabe de tempo o de énfasis, y no puede hacer brotar la música por sí misma: ¡es solo una caña hueca de bambú con agujeros!

Es el músico quien tiene el conocimiento, la habilidad, la intención y la destreza, y es su aliento el que fluye a través del instrumento y sus dedos los que manipulan las aberturas para que surja una bella música. Cuando la música finaliza, nadie felicita a la caña por la música que produjo. Es al músico a quien se aplaude y agradece este hermoso regalo musical.

Ocurre exactamente igual con lo que consideramos como «nosotros mismos».

Somos instrumentos, cañas huecas a través de las cuales fluye el Aliento, el Espíritu, la Energía que es Presencia, Todo Lo Que Es, la Conciencia

Al igual que no es la flauta la que da la nota, sino que es el Músico el que produce la nota a través del instrumento, así también es el aliento, que es Presencia, lo que anima esta mente y cuerpo y lo que surge a través de esta boca, haciendo parecer que esta boca emite palabras.

El malentendido básico, la ignorancia básica reside en esta necia usurpación del rol del Músico por parte del instrumento. Esta inversión de la verdad queda espontáneamente desvelada cuando sucede la Comprensión. Se hace evidente que no hay individuo, que no hay «nadie en casa», que no hay aquí ninguna entidad que pueda ser o no ser el hacedor.

Porque despertar es simplemente Comprender que no hay nadie aquí que despierte

El entendimiento intelectual de que no pueden existir entidades individuales no ayudará en modo alguno al buscador promedio, ya que en su vida cotidiana persistirá la profunda creencia en un yo personal y en un «hacedor» personal; y con ella persistirá la miseria que la acompaña: el orgullo y la arrogancia, la vergüenza y la culpa, el temor, el odio y la maldad, todo lo cual brota de la creencia de que hay alguien ahí que es capaz de hacer algo.

Todo intento de salir uno mismo del dilema sirve solo para reforzar el sentido de yo individual de quien aparentemente realiza los intentos. No hay salida del aprieto, de la paradoja, porque quien piensa que está en un paradójico aprieto es, en sí mismo, una alucinación, una fantasía generada por la mente, el pájaro de la jaula vacía

Puedes seguir haciendo durante el resto de tu vida lo que has estado haciendo hasta ahora; puedes acudir a charlas y seminarios impartidos por los maestros más iluminados, y escuchar cosas maravillosas acerca de la Iluminación y la Realización Total, y tener experiencias espirituales inmensas y de gran belleza.

Pero cuando abras los ojos te encontrarás una vez más con las mismas preguntas, con los mismos anhelos, porque ahí estarás todavía «tú».

Esta enseñanza que parece tan relativamente insignificante puede ser, en su pequeñez, la diminuta llave que, introducida en la cerradura y permitiéndola que gire, abrirá del todo los vastos portales:

 «Yo no soy el hacedor de ninguna acción»

Su auténtica relevancia reside en adónde conduce.

Si realmente captas esto, si realmente captas que no hay nadie que capte, será como una línea de programación que, al ser introducida en la computadora, reescribirá todo el sistema operativo.

Causará un fallo en cascada de todos los sistemas que «tú» piensas que eres.

Activará la rendición y la aprehensión que de otro modo no podrías lograr «tú» en ningún caso y que da lugar a la Completa Comprensión del despertar: el saber que no hay nadie aquí que comprenda o despierte o sepa

Solo hay la Paz que sobrepasa todo entendimiento, el aliento de la Presencia soplando a través de un bambú hueco

Y la música así ejecutada, manifestándose bajo la apariencia de los cotidianos pensamientos y vocablos y actos «tuyos» y de «otros», no es sino la Presencia sonando a través de estos instrumentos, y ello es en verdad el don definitivo, más allá de la belleza.

David Carse

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