Misticismo, control y entrega

I.-

Cuando el soberano de un reino vecino anunció su propósito de visitar el monasterio, todo el mundo exteriorizó su nerviosismo. Sólo el Maestro mantuvo su habitual calma.

Conducido el rey a presencia del Maestro, le hizo una profunda reverencia y le dijo:

«He oído decir que has alcanzado la perfección mística, y quisiera saber cuál es la esencia de lo místico».

«¿Para qué?», preguntó el Maestro.

«Deseo averiguar la naturaleza del ser, a fin de poder controlar mi propio ser y el de mis súbditos y conducir a mi pueblo a la armonía».

«Está bien», dijo el Maestro, «pero debo advertirte que, cuando hayas avanzado en tu averiguación, descubrirás que esa armonía que buscas no se consigue a base de control, sino a base de entrega».

II.-

Preguntó el predicador santurrón:

«¿Cuál es, a tu juicio, el mayor pecado del mundo?».

«El de quien ve a los demás seres humanos como pecadores», respondió el Maestro.

Anthony de Mello

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