El toque de Dios

El toque de Dios

Esta es una variante de los ejercicios sobre sensaciones corporales. Te será útil si tienes ciertos reparos en llamar a estos últimos verdadera oración o contemplación.

Repite uno de los ejercicios sobre las sensaciones del cuerpo… Tómate algún tiempo para experimentar el mayor número de las sensaciones más sutiles en las diversas partes de tu cuerpo…

Ahora reflexiona: ninguna de las sensaciones que he percibido, por más tenue que sea el resultado de la reacción química, se daría si no existiese la omnipotencia de Dios… Siente la actuación del poder de Dios en la producción de cada una de las sensaciones…

Siente

Siéntele tocándote en cada una de esas sensaciones que él produce… Siente el tacto de Dios en diferentes partes de tu cuerpo: áspero, suave, placentero, doloroso…

Personas deseosas de experimentar a Dios y conscientes de que aún no lo han logrado, me preguntan con ansia cómo pueden llegar a tener esta experiencia de él. La experiencia de Dios no tiene por qué ser algo sensacional o fuera de lo corriente. Existe, sin duda, una experiencia de Dios que difiere del curso ordinario de las experiencias a las que estamos habituados: se trata del silencio profundo del que he hablado anteriormente, la oscuridad resplandeciente, el vacío que trae plenitud. Se producen destellos, repentinos, inenarrables, de eternidad o de infinitud que nos vienen cuando menos los esperamos, en medio del juego o del trabajo.

Cuando nos hallamos ante la presencia de la belleza o del amor… tenemos la sensación de salir fuera de nosotros…

Rara vez juzgamos esas experiencias como extraordinarias o fuera de lo corriente. Apenas les prestamos atención. No las apreciamos en todo su valor y continuamos buscando la gran experiencia de Dios que transformará nuestras vidas.

En realidad, se requiere muy poco para experimentar a Dios. Basta con que nos tranquilicemos, con que alcancemos el silencio y tomemos en cuenta la sensación de nuestra mano. Ser conscientes de las sensaciones que se dan en nuestra mano… Ahí está Dios, viviendo y actuando en ti, tocándote, intensamente próximo a ti… Siéntelo… Experiméntalo…

Muchas personas consideran estas experiencias como algo carente de significación. Sin duda que sentir a Dios es algo más que la simple constatación de las sensaciones de nuestra mano derecha. Hay personas que, como los judíos, clavan sus ojos en el futuro esperando la venida de un Mesías glorioso, sensacional, mientras que el Mesías auténtico se encontraba entre ellos, en la forma de un hombre llamado Jesús de Nazaret.

Olvidamos con demasiada facilidad que una de las lecciones más grandiosas de la encarnación es que Dios se encuentra en las cosas ordinarias.

¿Deseas ver a Dios? Mira el rostro de la persona que se encuentra junto a ti. ¿Quieres escuchado? Presta atención al llanto de un niño, al tumulto de una fiesta, al viento que susurra en los árboles. ¿Quieres sentido? Extiende tu mano y siente su caricia. O toca la silla en la que estás sentado o el libro que lees. O haz la calma dentro de ti y percibe las sensaciones de tu cuerpo, siente actuar en ti todo su poder sin límite y experimenta cuán próximo está de ti. Emmanuel. Dios con nosotros.

Anthony de Mello

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