El Corazón: nuestro cerebro principal
Te lo digo desde el corazón
El cuerpo humano dispone de dos cerebros: el que todas las personas conocen y otro hasta ahora desconocido. ¿Cuál es éste? Se trata del cerebro – corazón. Y es mucho más potente y principal para el ser humano que el cerebro – mente de la cabeza.
Expresiones tan populares como “te lo digo desde el corazón”, “canta de corazón”, “con el corazón en la mano”, “de corazón a corazón”, etcétera están llenas de sentido, coherencia y significado. No en balde, el corazón dispone de un cerebro y el amor del corazón no es una emoción, es un Estado de Consciencia, ¡es Amor!
En la actualidad, son numerosas las indagaciones científicas que muestran la auténtica entidad y dimensión del corazón humano.
El cuerpo humano dispone de dos cerebros, el mental, radicado en la cabeza, y otro, que opera de forma bien distinta y sin ficciones mentales, ubicado en el corazón.
El cerebro – corazón es el principal de los dos y tiene capacidad para influir en el cerebro – mente de la cabeza, activando en éste centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad fuera de los límites del tiempo y del espacio, permitiendo un conocimiento inmediato e instantáneo y una percepción exacta de esa realidad.
Cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente, es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.
El corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Gracias a esos circuitos tan elaborados, el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro ubicado en la cabeza; y puede aprender, recordar e incluso percibir.
El cerebro – corazón usa el lenguaje intuitivo; el cerebro-mente, el lenguaje discursivo. El lenguaje intuitivo utiliza la consciencia para relacionarse con el Aquí y Ahora, donde la mente discursiva no tiene lugar para actuar. El cerebro – corazón va proporcionando las herramientas para poder vivir en el momento presente, de instante en instante, con una visión cabal y una percepción de la realidad llena de ecuanimidad, aceptación y capacidad de fluir.
Si el ser humano es capaz de mantener la atención sostenida en el presente, el cerebro – corazón adquiere todo su protagonismo e ilumina todo el movimiento que genera la Vida.
Conocimientos que hay que interiorizar y llevar a la práctica de manera no mental, sino natural y espontánea, esto es, no desde el cerebro-mente, sino desde el cerebro – corazón. Y es que el potencial del cerebro-corazón se activa cultivando, precisamente, las cualidades del corazón y liberándose del miedo, el deseo y el ansia de dominio. Es tan sencillo como el latir rítmico y acompasado del corazón. Es tan simple como fluir, tan fácil como ¡Vivir!
Existen cuatro tipos de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro de la cabeza:
La comunicación neurológica mediante la transmisión de impulsos nerviosos.
El corazón envía más información al cerebro-mente de la que recibe, es el único órgano del cuerpo con esa propiedad; y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro-mente según las circunstancias. Así, el corazón puede influir en nuestra percepción de la realidad y, por tanto, en nuestras reacciones.
La información bioquímica mediante hormonas y neurotransmisores.
Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como Hormona del Amor.
La comunicación biofísica mediante ondas de presión.
A través del ritmo cardiaco y sus variaciones el corazón envía mensajes al cerebro – mente y al resto del cuerpo. Hay dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias y regulares, y toma esa forma cuando la persona tiene emociones y pensamientos positivos, elevados y generosos. La otra es desordenada, con ondas incoherentes. Aparece con las emociones negativas y con el miedo, la ira o la desconfianza. Pero hay más: las ondas cerebrales de la mente se sincronizan con estas variaciones del ritmo cardiaco; es decir, que el corazón arrastra a la cabeza. La conclusión es que el amor del corazón no es una emoción, es un estado de conciencia inteligente.
La comunicación energética: el campo electromagnético del corazón es el más potente de todos los órganos del cuerpo, 5.000 veces más intenso que el del cerebro.
Y se ha observado que cambia en función del estado emocional. Cuando tenemos miedo, frustración o estrés se vuelve caótico. Y el campo magnético del corazón se extiende alrededor del cuerpo entre dos y cuatro metros, es decir, que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.
El cerebro – corazón activa en el cerebro-mente centros de percepción completamente nuevos y crea un estado de coherencia biológico.
El cerebro del corazón activa en el cerebro mental o de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. Este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad.
Cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente, es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.
El potencial del cerebro – corazón se activa cultivando las cualidades del corazón y liberándose del miedo, el deseo y el ansia de dominio.
Es un potencial no activado, pero empieza a estar accesible para un gran número de personas. Se puede activar cultivando precisamente las cualidades del corazón: la apertura hacia el prójimo, el escuchar, la paciencia, la cooperación, la aceptación de las diferencias,… Es la práctica de pensamientos y emociones positivas. En esencia, liberarse del espíritu de separación y de los tres mecanismos primarios: el miedo, el deseo y el ansia de dominio, mecanismos que están anclados profundamente en el ser humano porque nos han servido para sobrevivir millones de años.
El ser humano puede liberarse de ellos tomando la posición de testigos, observando nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos y escogiendo las emociones que nos pueden hacer sentir bien.
Emilio Carrillo