¿Cómo se supera la agresividad?
Primero, admitiendo que la tenemos, y segundo, intentando superarla a través de la comprensión.
¿Qué es lo que hay que comprender?
Comprendernos a nosotros mismos, comprender a los demás, comprender las circunstancias a las que nos enfrentamos. Comprender que a veces nos enfadamos porque no queremos admitir que estamos equivocados, o no queremos reconocer ciertas actitudes egoístas en nosotros mismos.
Si la agresividad se nos activa porque nos reprimimos nuestras opiniones, trabajemos por expresarnos tal y conforme somos.
Si se activa porque alguien nos hace daño, comprendamos que se debe a la falta de evolución de ese espíritu, que todavía está escasamente avanzado en el conocimiento del amor. Que en algún momento nosotros hemos podido estar en su misma situación, en ese estado de ignorancia espiritual, haciéndole a alguien lo que a nosotros nos están haciendo ahora, y que si esperamos comprensión hacia nosotros, hacia nuestros actos de egoísmo, también nosotros debemos adoptar una postura comprensiva respecto a los actos egoístas de los demás.
Comprender que muchas de las circunstancias adversas a las que nos enfrentamos no están ahí para fastidiarnos, sino para estimularnos en el aprendizaje del amor y la superación del egoísmo, y que muchas de ellas las elegimos nosotros mismos antes de nacer. Y que otras, la mayoría, nos las hemos provocado nosotros mismos por nuestra rigidez, intolerancia, envidia, falta de respeto e incomprensión de las necesidades u opiniones de los demás.
Y si ya se nos ha activado la agresividad, ¿qué hacemos para liberarnos del malestar sin perjudicar a nadie?
Hay una forma de desahogo a través de la cual se libera el malestar sin dañar a los demás, que es exteriorizar cómo uno se siente, admitir lo que se le ha despertado, y exponer los motivos por los cuales se le ha despertado. Tendría que ser con alguien que no sea la persona con la que tenemos el problema, para evitar hacerle daño, preferentemente alguien que se caracterice por ser una persona pacífica, que no se deja llevar fácilmente por la agresividad, en la que además confiemos. Sólo con exteriorizar el malestar uno se sentirá aliviado, bastante liberado del malestar provocado por la agresividad, más sereno y razonable. Posteriormente, cuando uno esté más tranquilo, ya puede intentar hablarle a la persona con la que tiene algún conflicto para buscar una solución. Pero debemos buscar la forma y el momento de hacerlo, nunca cuando estemos henchidos de ira o cólera, porque entonces podríamos hacer mucho daño, el mismo o más que el que nos han hecho a nosotros.
LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem