Amor / Sumisión. Amor, poder y serenidad (I)
Quisiera hablar de tres atributos divinos fundamentales: el amor, el poder y la serenidad, y de la manera en que se manifiestan en sus formas distorsionadas. En la persona sana estos tres principios trabajan lado a lado, en perfecta armonía, alternándose de acuerdo con la situación específica. Se complementan y se fortalecen mutuamente. Hay cierta flexibilidad entre ellos de tal modo que ninguno de los tres puede contradecir o interferir con el otro.
Sin embargo, en la personalidad distorsionada se excluyen mutuamente. Uno contradice al otro creando conflictos. Esto sucede porque la persona inconscientemente escoge uno de estos atributos para usarlo como solución a los problemas de su vida.
Las actitudes de sumisión, de agresividad y de retraimiento son las distorsiones del amor, el poder y la serenidad. Ahora quisiera hablar detalladamente de cómo funcionan en la psique, cómo construyen una supuesta solución y cómo la actitud dominante crea patrones dogmáticos rígidos que posteriormente incorporamos en la imagen idealizada de uno mismo.
Cuando somos niños…
Cuando es niño, el ser humano se enfrenta con la desilusión, el desamparo y el rechazo —tanto reales como imaginarios. Estos sentimientos crean inseguridad y falta de confianza en uno mismo, lo cual la persona trata de superar desafortunadamente a menudo de manera equivocada. Con el fin de dominar las dificultades creadas, no sólo en la infancia sino más tarde en la edad adulta como resultado de adoptar soluciones erróneas, la gente se involucra cada vez más en un círculo vicioso. No se dan cuenta de que la «solución» que escogen les trae problemas y desilusiones, y tratan cada vez más afanosamente de llevar a cabo eso que creen que es la solución. Mientras menos logran su objetivo, más dudan de sí mismos; y mientras más dudan de sí mismos, más se afanan en su solución equivocada.
Amor / Sumisión
Una de estas pseudosoluciones es el amor / sumisión. El sentimiento es: «Si tan sólo me amaran, todo estaría bien.» En otras palabras, el amor supuestamente resolvería todos los problemas. No hace falta decir que las cosas no son así, especialmente si se considera la forma en que este amor debería darse.
En realidad, una persona desequilibrada que adopta semejante solución apenas y puede experimentar el amor. Con el fin de recibirlo, esa persona desarrolla varias tendencias y patrones típicos en su comportamiento interno y externo, así como en sus reacciones que la hacen aún más débil de lo que ya es. Va tomando cada vez más características que borran su personalidad a fin de obtener amor y protección, los cuales parecen ser la única promesa de seguridad en contra del aniquilamiento. Así esas personas se someten a las exigencias reales o imaginarias de los demás, rebajándose y arrastrándose hasta el punto de vender su alma con tal de recibir aprobación, simpatía, ayuda y amor.
Esas personas inconscientemente creen que la autoafirmación y la expresión abierta de sus deseos y necesidades equivale a amenazar el único valor que hay en la vida: el de recibir cuidados como un niño, no necesariamente en términos financieros, sino emocionales. Esas personas presentan ante la otra gente una imperfección, un desamparo y una sumisión que no son genuinas. Utilizan esas falsas debilidades como un arma y como medio para ganar y dominar la vida.
«Pseudosoluciones»
Para evitar que la falacia sea descubierta, esas tendencias se incorporan a la autoimagen idealizada. Así logran creer que esas tendencias son prueba de su bondad, de su santidad y de su falta de egoísmo. Cuando se «sacrifican» para poseer a un protector fuerte y amoroso, se sienten orgullosos de su capacidad para sacrificarse generosamente. Como son orgullosos de su «modestia», nunca dicen tener conocimientos, logros ni fuerza. Así es como tratan de forzar a los otros a sentir amor por ellos y a protegerlos.
Hay muchos, muchos aspectos de esta pseudosolución. Es necesario realizar el doloroso esfuerzo de encontrarlos mediante el trabajo que están realizando ustedes. No es fácil detectarlos pues estas actitudes están profundamente incrustadas en la persona y parecen haberse convertido en parte de su naturaleza «amorosa». Más aún, a menudo podemos racionalizarlos y considerarlos como necesidades reales. Por último, siempre son frustradas por las tendencias opuestas de otras pseudosoluciones que también están siempre presentes en el alma, aunque no sean predominantes.
Del mismo modo, los otros tipos que usan pseudosoluciones encontrarán aspectos de sumisión en su psique. El grado en el cual esta pseudosolución es predominante varía en cada individuo. Lo mismo que el nivel en el cual esta compensado por las otras «soluciones». La persona que tiene una actitud predominantemente sumisa tendrá relativamente más dificultades en encontrar el orgullo que hay en sus actitudes.
El orgullo de los otros tipos vive relativamente en la superficie. Los otros tipos pueden estar orgullosos de su orgullo, pueden estar orgullosos de su agresividad y de su cinismo, pero una vez que lo han visto, ya no pueden cubrirlo con «amor», «modestia» o con cualquier otra actitud «santa»
El orgullo del «mártir sacrificado»
El tipo sumiso tiene que observar estas tendencias con ojos muy perceptivos con el fin de descubrir cómo las ha idealizado. Puede haber una reacción de crítica distante y de desprecio hacia las personas que son asertivas, aunque sea de manera sana y no como resultado de la agresividad que surge de su distorsión del poder.
El tipo sumiso puede, simultáneamente, admirar y envidiar la agresión que desprecia en los demás, a pesar de sentirse superior en «desarrollo espiritual» o en «ideales éticos» y puede astutamente pensar o decir: » Si al menos pudiera ser así, avanzaría mucho en la vida.» Al hacer eso , sin embargo, esa persona exagera la «bondad» que le impide obtener lo que la gente «menos buena» sí gana.
El orgullo del mártir sacrificado hace difícil descubrir lo que hay bajo la superficie. Sólo una comprensión sincera de la naturaleza de estas motivaciones puede revelar el egoísmo fundamental y el egocentrismo que hay en esta actitud, tanto como en las otras actitudes ligadas a las pseudosoluciones. El orgullo, la hipocresía y la falsedad están presentes en todas ellas cuando se han incorporado en la autoimagen idealizada. El tipo sumiso tendrá mayores dificultades para encontrar el orgullo, a la vez que el tipo agresivo tendrá mayores dificultades para encontrar la falsedad. Este segundo tipo pretende tener cierta «honestidad» en ser despiadado, cínico e interesado en su propio provecho.
La necesidad de amor protector
La necesidad de amor protector tiene cierta validez en el caso del niño, pero si se mantiene en la edad adulta ya no es así. En esta búsqueda de amor / sumisión hay un elemento de: «Tengo que ser amado para poder creer en mi propio valor. Entonces estaré dispuesto a devolver el amor.» A fin de cuentas, es un deseo egoísta. Los efectos de toda esta actitud son graves.
La necesidad de ese amor y de dependencia de hecho lo hace a uno desamparado. No cultivas en ti mismo la facultad de pararte en tus propios pies. En cambio, usas toda tu fuerza psíquica para vivir ese ideal de ti mismo que fuerza a los demás a satisfacer tus necesidades. En otras palabras, te sometes para lograr someter a los demás, te sometes para dominar, aunque esa dominación deba siempre manifestarse a través del suave y débil desamparo.
Amor / sumisión… Autonegación, autodesprecio, autodisgusto…
No es sorprendente que la persona sumida en esa actitud se aleje de su ser real. El verdadero ser se niega, pues su afirmación parece brusca y agresiva. Eso debemos evitarlo a toda costa. Pero la humillación que se impone al individuo con esa autonegación tiene como efecto el autodesprecio y el autodisgusto.
Esto es doloroso y contradice la autoimagen idealizada que recomienda borrarse a uno mismo como la virtud suprema. En consecuencia, también debemos esconder estos sentimientos. Este doble ocultamiento provoca una inversión y tiene repercusiones muy serias en la personalidad, lo cual se manifiesta en síntomas físicos de todo tipo.
¿Por qué la ira, la furia, la vergüenza, la frustración…?
La ira, la furia, la vergüenza, la frustración, el autodesprecio y el odio de uno mismo existen por dos razones:
Primero, existen como resultado de la negación del verdadero ser y por la humillación de que se impida ser lo que uno es. Entonces se cree que el mundo impide la autorealización y abusa y se aprovecha de su «bondad». Eso es una falsa proyección.
En segundo lugar, existen porque uno no puede vivir a la altura de los dictados de la autoimagen idealizada «amoroso», que dice que uno nunca debe tener resentimiento, sentir desprecio o disgusto, culpar a los otros o encontrarles defectos, etcétera. Como resultado, uno no es tan «bueno» como debería.
Amor / sumisión: Una distorsión, una caricatura del verdadero amor
Éste es un breve esquema de la persona que escoge como solución única el «amor» con todas sus subdivisiones de compasión, comprensión, perdón, unión, comunicación, hermandad y sacrificio, como una solución rígida y unilateral. Ésta es una distorsión del atributo divino del amor.
La autoimagen idealizada de este tipo tendrá esos ideales y dictados. Uno debe siempre permanecer en segunda fila, nunca afirmarse a sí mismo, siempre rendirse, nunca encontrar defectos en los otros, amar a todo el mundo, nunca reconocer sus propios valores ni logros, etcétera.
Superficialmente, esto parece ser un cuadro muy santo, pero, amigos míos, no es más que la caricatura del verdadero amor, la comprensión, el perdón o la compasión. El veneno de la motivación subyacente distorsiona y destruye lo que podría ser genuino.
Eva Pierrakos & Donovan Thesenga
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