No es verdad que exista el futuro
¿Qué hacer ante el desasosiego? Pues como el ayer no nos satisface, miramos hacia el mañana. Se trata de una huida hacia adelante en toda regla. Sobre ella se construye otra falacia, otra gran mentira: el futuro.
Puenteando el presente, pasando por encima de él, proyectamos el pasado, con sus frustraciones y carencias, hacia el futuro.
Pero éste es sólo otra invención de la mente, otro objeto mental. El futuro sólo es real cuando ya no es un objeto mental, es decir, cuando deja de ser futuro y se transforma en el momento presente. Sin embargo, al observar el mundo que nos rodea, es fácil constatar que el futuro se ha convertido en una droga a la que se mantiene enganchada una ingente cantidad de personas.
La gente se aferra al futuro cual tabla de salvación –también muchos buscadores-. Lo consideran imprescindible para salir del agujero emocional en el que han caído, para experimentar nuevos sentimientos y sensaciones, para poseer los objetos que precisan o les ilusionan, para completarse, para ser felices.
Desde luego, el futuro es útil para las cosas prácticas, pero más allá no tiene ningún sentido. Está claro que cada cosa que hacemos requiere tiempo para completarse; y que hay acciones que han de ejecutarse hoy con la mirada en el mañana o que forman parte de una cadena de tareas que transcienden el ahora. Pero en lo que corresponda hacer en este ahora, no son futuro, sino presente. Y en éste me debo ocupar de lo que me tengo que ocupar, sean cuales sean sus implicaciones o consecuencias en el tiempo. Son las ocupaciones del momento presente, no las pre-ocupaciones por el mañana.
La realidad es que gastamos muchísima energía en las pre-ocupaciones, mientras que ponemos escasa atención en llevar a cabo las ocupaciones de la mejor manera posible. En lugar de diferenciar entre ocupaciones y pre- ocupaciones y centrarnos exclusivamente en las primeras, nos metemos en una cadena sin fin donde el pasado condiciona el futuro; y éste, cuando llega, se añade al pasado y vuelve a condicionar el futuro.
La droga del mañana nos tiene desquiciados.
El futuro no existe, excepto en la mente, como un pensamiento. El pequeño yo, el ego, está siempre esperando encontrarse a sí mismo en algo que hallará en el momento próximo; anda siempre en camino hacia lo que sea. Y esto, lógicamente, provoca estrés: la enfermedad mental más común y extendida en nuestra civilización.
Emilio Carrillo