Mente, corazón
Hay una ley eterna: el odio nunca podrá acabar con el odio; el odio engendra más odio.
Hay otra ley eterna: la desgracia seguirá a los que destruyen como la sombra al cuerpo.
No logrará hacer la paz dentro de sí mismo: el que daña gratuitamente; hiere a cualquier criatura; ejerce malevolencia o crueldad; explota a los otros o los denigra; trafica con armas, sustancias tóxicas o personas; mata por diversión; roba sin necesidad y maltrata a los demás, es corrupto e innoble, y aprovecha las desgracias ajenas para sí mismo.
El virtuoso ya tiene mucho conquistado en la senda hacia el sosiego interior. No necesita someter a nadie ni jactarse de sus triunfos, ni apuntalar su ego humillando a los otros. «La virtud máxima no hace ostentación, ni tiene intereses personales que servir». «Conociendo lo equivocado como equivocado y lo acertado como acertado: esos seres, adoptando la visión correcta, alcanzan un estado de felicidad».
El ser humano debe aprender a trabajar sobre su mente y sobre su corazón.
Mente lúcida, corazón tierno
La claridad mental, cuando es tal, conduce al desarrollo de la compasión, es decir, la identificación con el sufrimiento de las otras criaturas y el ejercicio noble de tratar de aliviar dicho sufrimiento.
La vida se convierte en una ejercitación, donde los senderos de la mente y los del corazón coinciden y se complementan.
La emoción sin mente puede conducir a la sensiblería o la pusilanimidad; la mente sin emoción puede arrastrar al insensitivismo y la frialdad.
Mente y corazón son las dos alas de un ave que remonta el vuelo hacia el sosiego y la sabiduría
Ramiro Calle
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