Cuando enseño meditación, suelo comenzar diciendo: «Traed vuestra mente a casa… soltad…. y relajaos«.
Toda la práctica de la meditación puede resumirse en estos tres puntos esenciales: traer la mente a casa, soltar y relajarse. Cada una de estas exps encierra significados que resuenan en muchos niveles.
Traer la mente a casa
Traer la mente a casa significa traer la mente nuevamente al estado llamado «Morar en calma«, mediante la práctica de la atención – a la respiración y la postura -. Al nivel más profundo, consiste en volver la mente hacia el interior y permanecer en la consciencia de vuestra naturaleza espiritual. Ésta es la meditación en su grado más elevado.
Soltar
Soltar significa liberar la mente de la cárcel del aferramiento, puesto que reconozces que todo el dolor, el miedo y la angustia provienen del deseo insaciable de la mente por aferrar. A un nivel más profundo, la realización y la confianza que surgen de la creciente comprensión de vuestra naturaleza espiritual, lo que inspira en vosotros una generosidad profunda y natural. Esta generosidad permite que vuestro corazón se desprenda de todo aferramiento y que así se libere y se disuelva en la inspiración de la meditación.
Relajarse
Finalmente, relajarse significa volverse más espacioso y permitir a la mente que abandone todas sus tensiones. En un sentido más profundo, os relajáis en vuestra naturaleza espiritual. Es como si dejarais caer un puñado de arena sobre una superficie plana: cada grano se deposita por sí mismo. Así es como os relajáis en vuestra verdadera naturaleza, dejando todos vuestros pensamientos y emociones que remitan naturalmente y se disuelvan en el estado de consciencia de vuestra naturaleza espiritual.
Descansa en gran paz natural
Ante todo, sentíos cómodos, tan naturales y tan espaciosos como sea posible. Escapaos sigilosamente del lazo corredizo de este personaje ansioso que es vuestro yo habitual, soltad todo aferramiento y relajaos en vuestra verdadera naturaleza. Imaginad que vuestro yo ordinario, atormentado por las emociones y los pensamientos, es como un bloque de hielo o un trozo de mantequilla dejados al sol. Si os sentís duros y fríos, dejad que esta agresividad se derrita bajo el sol de la meditación. Dejad que la paz os gane.
Poco a poco descubriréis que toda vuestra negatividad se desarma, que vuestra agresividad se disuelve y que vuestra confusión se disipa, como una bruma en el vasto a inmaculado cielo de vuestra naturaleza absoluta.
Sentados en silencio, con el cuerpo inmóvil, sin decir palabra, la mente en paz, dejad que vuestros pensamientos y emociones y todo lo que surja se eleve y desaparezca, sin aferraros a nada.
Meditación, nada especial que hacer
No siempre recurro a un método especial cuando medito. Dejo simplemente que mi mente repose y constato, sobre todo cuando estoy inspirado, que puedo traer la mente a casa y relajarme con gran rapidez. Permenezco sentado tranquilamente y reposo en la consciencia de mi naturaleza espiritual. No abrigo dudas, ni me pregunto si estoy – o no – en el estado «correcto». No hay ningún esfuerzo, sólo una comprensión profunda, una vigilancia y una certeza inquebrantable. Cuando estoy en la consciencia de mi naturaleza espiritual, la mente ordinaria deja de existir. No es necesario mantener ni corroborar la sensación de que existo: simplemente soy. Tengo una confianza fundamental. No hay nada en especial que hacer.
Sogyal Rimpoché
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