Decir sí o no
Piensa en una persona conocida y date cuenta de las veces que le has exigido comportarse de determinada manera, y pídele perdón por haber querido cambiarla. Habla con ella con sinceridad, sin miedos. Puedes decirle algo así: «Tú haz tu propia vida. Yo no voy a enfadarme porque obres de una manera distinta a como yo lo haría. Entiendo que eres libre de hacerlo, pero eso no quiere decir que no voy a protegerme de las consecuencias de tus actos. Yo me protegeré cuando lo crea necesario, pero no voy a protegerte de ti mismo.»
La persona libre es la que es capaz de decir sí o no con la misma sencillez en cualquier circunstancia. Si a veces dices sí por no desilusionar a la gente, eso no es amor, es cobardía. Un gran ejercicio para el amor es saber decir no.
Cuando alguien te pide algo insistentemente, como si le fuese la vida en ello, y tú no ves lo positivo de que accedas, sé capaz de decir sencillamente, y todo lo enérgicamente que sea necesario, que tú no sueles hacer regalos ni concesiones a las personas si no tienes claros los medios ni los motivos psicológicos para hacerlos. Porque, si no, te vas a quedar resentido de su imposición, y él va a ser una víctima de ese resentimiento que provoca y, además, estarás retrasando su crecimiento y su autonomía como persona.
Ser disponible, estar abierto, no es eso. Eso es miedo a perder la imagen y cobardía ante la verdad, porque decir la verdad es, a veces, difícil. No quieres darle un remedio, pero quieres que se cure y, en cambio, no aguantas que se porte así. ¡Cobarde, egoísta, hipócrita!, ¿qué hay de bueno en tu actitud? Si hubieras estado completamente libre del sentido de culpabilidad, le hubieras dicho sencillamente que no. El egoísmo es exigir que el otro haga lo que tú quieras. El dejar que cada uno haga lo que quiera es amor.
En el amor no puede haber exigencias ni chantajes.
Anthony de Mello