La vida y la muerte son como dos orillas
Existe la posibilidad de que fluya el río del amor, pero sólo es una posibilidad. Tendrás que materializarla. La vida y la muerte están ahí, pero el amor tiene que ser materializado: éste es el objetivo del ser hombre. A menos que el amor se materialice, habrás fracasado, no habrás comprendido el punto principal de lo que significa estar vivo.
La muerte ya está sucediendo
La muerte ya está sucediendo. No la sitúes en el futuro. Si no la sitúas en el futuro no tiene sentido defenderte de ella; ya está sucediendo ahora y ha estado sucediendo desde siempre. Por eso es inútil que te protejas de la muerte. La muerte no te ha matado. Ha estado actuando mientras estabas todavía vivo, está actuando justo ahora…y la vida no es destruida por ello. De hecho, gracias a ella la vida se renueva a cada momento: caen las hojas muertas y crean espacio para que broten las nuevas; desaparecen las flores viejas y aparecen las nuevas flores. Cuando una puerta se cierra, otra inmediatamente se abre. A cada instante mueres y a cada instante resucitas.
A cada instante el pasado es crucificado, la hoja muerta desaparece. Y a cada instante un nuevo ser surge, resucita, en ti. Es un constante milagro.
La única certeza
En segundo lugar has de comprender que la muerte es la única certeza. Todo lo demás es incierto: puede o no puede suceder. La muerte es segura porque al nacer una mitad ya ha sucedido. Por tanto, el otro extremo ha de estar en algún lugar, el otro polo ha de estar oculto en alguna parte. No te has cruzado con ella porque tienes miedo, no te adentras en la oscuridad. ¡Pero es algo seguro! Al nacer, tu muerte se ha convertido en certeza.
Una vez que esta certeza penetra en tu comprensión, te relajas. Siempre que algo es absolutamente seguro, la preocupación desparece. La preocupación surge de la inseguridad. Observa: un hombre se está muriendo y está muy preocupado. El momento de la muerte se hace palpable y el doctor le dice: “No puedes salvarte”. Él sufre un fuerte shock. Un escalofrío recorre su ser. Pero luego las cosas se asientan, inmediatamente todas las preocupaciones desaparecen. Si al que va a morir se le permite saberlo, si se le dice que su muerte es segura, con esa seguridad la paz y el silencio inundan su ser.
El derecho a saber
Toda persona que se está muriendo tiene el derecho de saberlo. Los doctores lo siguen ocultando en muchas ocasiones, pensando: “¿Para qué preocuparle?”. Pero la inseguridad inquieta; la certeza, nunca. Este estar en vilo, este estar en el limbo, preguntándote si vas a vivir o a morir, es la causa raíz de todas las preocupaciones. Una vez que tienes la seguridad de que vas a morir, no queda nada por hacer. Entonces uno simplemente lo acepta y en esa aceptación surge la calma, la tranquilidad. Por eso, si a una persona se le permite saber que va a morir, en el momento de la muerte se llena de paz.
Osho
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