¿Que sabe la mente de sí misma?
Nuestra mente siempre está inquieta e insatisfecha, no importa qué logre o cuánto acumule. Tiene una especial capacidad para buscar satisfacción y contento donde no puede hallarlos. Se frustra, se decepciona, se desencanta y se convierte en una fábrica de desdicha.
Nada sabe de sí misma
Nada sabe de sí misma. Se debate en su incertidumbre; se desertiza en su atroz egocentrismo y su soledad, que le empujan, junto al tedio, a buscar frenéticamente por rumbos que no van a reportar ni calma, ni bienestar, ni plenitud interior. La mente elabora proyecciones, creaciones, decorados de lo más cambiantes y diversos, deseos compulsivos y antipatías de todo orden. No descansa, no se aquieta; no produce certidumbre y paz, sino agitación sobre la agitación, voracidad y conflicto.
¿Qué podemos esperar de una mente así? Sólo una sociedad de las mismas características; un mundo igual. Las revoluciones sin la transformación real de la mente no modifican en su base las circunstancias.
Algunas mentes humanas tienden a hacerse extremadamente intolerantes y autoritarias; otras, a obedecer a las mentes imperativas, convertidas en líderes, someterse a su voluntad y obedecerlas ciegamente.
Ambos tipos de mente carecen de libertad interior, lucidez, sosiego. Unas son espada y las otras son tajo; unas son martillo y las otras son yunque. Las mentes autoritarias anhelan mentes que se sometan; las mentes dóciles requieren mentes a las que someterse. No puede haber en esa enfermiza relación ningún tipo de paz, comprensión o amor.
Ramiro Calle
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