Órdenes del Amor (1)

Órdenes del Amor (1)

Todos los seres humanos actuamos por amor, ya sea por amor a mamá, a papá, a un hermano, abuelo, tío, pareja, hijos, o por amor a nosotros mismos, pero no siempre las manifestaciones de ese amor producen los mejores resultados.

Para que los efectos de las manifestaciones del amor se traduzcan en vitalidad, energía, salud, armonía y felicidad, se requiere que exista orden, un orden en el amor, un amor ordenado. Con el propósito de alcanzar para nuestras vidas los efectos de las manifestaciones del amor ordenado, iremos de la mano de Berth Hellinger en esta entrada para profundizar en sus enseñanzas.

Según Hellinger participamos de un destino familiar colectivo y nos encontramos sujetos a unos órdenes esenciales que llamó “Órdenes del Amor”, y que para mayor claridad clasificó de la siguiente manera:

Primer Orden: Pertenencia.

Segundo Orden: Jerarquía.

Tercer Orden: Equilibrio entre el Tomar y el Dar.

Ellos son la piedra angular de su teoría.

Los Órdenes del Amor o el amor ordenado fluyen a través de los vínculos que se tienen con las personas o entidades con las que nos relacionamos, y con los hechos o circunstancias que vivimos.

Los vínculos a su vez están regulados por leyes que responden a un orden preestablecido, ese orden se deriva de una fuerza superior que lo regula más allá de lo que podemos percibir a simple vista y cuya manera de actuar es más fácil de entender a través de los efectos que obtenemos en nuestras relaciones tanto con personas significativas en nuestra vida como con nosotros mismos.

Así, los resultados que obtenemos de la manera como nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, se convierten en un indicador que señala qué tan en orden se encuentran en nuestro interior y en nuestro sistema familiar los principios fundamentales de la pertenencia, la jerarquía y el equilibrio, y de qué manera nuestra conciencia y la del grupo interactúan con ellos.

Estos órdenes son leyes que están siempre presentes como telón de fondo en todo comportamiento, red familiar o en cualquier sistema. Todo sistema familiar que alinea los Órdenes del Amor, permite el fluir de la energía vital.

Hellinger también observó que cuando en las organizaciones (empresas, negocios, centros educativos, asociaciones, grupos y otros) se tienen en cuenta estos órdenes, ellas funcionan mejor y se reducen o desaparecen los conflictos.

Resumiendo los órdenes del amor:

Pertenencia
Jerarquía
Equilibrio
Fluyen por los vínculos.
Obedecen a leyes.
Sus efectos se ven por los resultados en las relaciones

El Amor

El amor impulsa la conducta, pero si hay desorden se oculta y solo puede aflorar al restablecerse el orden. Cuando no se encuentra alineado se distorsiona, enmascarándose en conductas infantiles, y desde esta actitud infantil se paga cualquier precio por obtener amor.

Si bien es cierto que todos actuamos por amor, es importante tener en cuenta que en nombre del amor se construye y se destruye indiscriminadamente.

Para que el amor construya debe tener orden, estructura y sostén. Primero es el Orden y después el amor, principio que permite comprobar cómo sólo a través del orden fluyen el amor y todos los demás órdenes.

Los integrantes del sistema familiar están unidos por un amor innato y profundo que, aunque no se ve, se siente; que aunque no se exprese con palabras se revela en actitudes de correspondencia o de mutualidad, y que también asegura la satisfacción de las necesidades de dicho sistema. Estas necesidades son: vínculo, orden y compensación.

Las conductas infantiles enmascaran y distorsionan el amor.

En nombre del amor se construye y destruye indiscriminadamente.

Para que fluya, primero es el orden y luego el amor.

Cuando el patrón de organización del sistema va en contra de los Órdenes del Amor, es decir cuando uno de sus participantes tiene una conducta que atenta contra el amor y el orden, uno o varios de ellos comienzan a experimentar bloqueos o dificultades en forma de malestar físico, emocional o mental, se sienten desubicados, reniegan de la vida y de las personas con las que se relacionan, tienen experiencias difíciles o traumáticas, a veces incluso repetitivas, que no pueden entender y de las que no pueden salir y resolver.

A estos bloqueos y dificultades Hellinger las llamó Implicaciones Sistémicas.

En otras palabras, estas personas están implicadas con un hecho familiar pendiente de resolver en el que cualquiera de los Órdenes del Amor ha sido alterado, y hasta que ese hecho no salga a la luz, se haga evidente y se resuelva, la implicación permanecerá vigente y se seguirá manifestando como un patrón de información de generación en generación.

Entonces, si tenemos en cuenta lo que significa para cualquier persona la supervivencia del clan o la propia dentro de un grupo, muchas de las situaciones que experimentamos como bloqueos o dificultades las podemos ver y analizar desde un punto de vista menos personal y más colectivo.

Estas Implicaciones Sistémicas son el resultado de un sistema tratando de auto regularse para alcanzar la armonía y el equilibrio, y mantenerse vigente en el tiempo y el espacio. Estas implicaciones no pueden ser comprendidas ni resueltas a menos que sean miradas en el contexto de algo más grande, o sea el sistema, y en ausencia de juicio o culpa.

Primer Orden: Pertenencia

Ejercicio

En tu libreta de notas escribe una lista de las ocasiones en tu vida en las que te has sentido excluido(a): en la familia, en el colegio o la universidad, en un trabajo o un grupo de amigos.

¿Cómo te sentiste?

¿Qué hiciste al respecto?

¿Qué razones pudieron tener quienes hicieron esto?

Ahora recuerda algunas ocasiones en las que fuiste tú quien excluyó y reflexiona sobre:

¿Cómo seleccionas a tus amigos o colaboradores?

¿Cómo decides a quién invitas a una fiesta o a participar de un proyecto?

Siente la diferencia en cada una de las situaciones.

Pertenecer significa ser parte de algo, de una empresa, una familia, una junta de acción comunal, etc. Este ser parte o pertenecer incluye tanto a los vivos como a los muertos, y aun a quienes por pérdida o aborto no han llegado a ver la vida, es decir, a los bebés que no alcanzaron a nacer, ya que ellos también pertenecen al sistema familiar, como lo ampliaremos más adelante.

Desde la pertenencia se agrupa una familia o cualquier sistema más allá de cualquier consideración moral, socioeconómica o política.

El Orden de Pertenencia dice: cualquier persona de la familia tiene el mismo derecho a pertenecer que todos los demás.

Pertenecer también significa que ocupamos un lugar en la familia, otorgado por el imperativo biológico innegable de la concepción. La pertenencia no es opcional sino que es inherente a la existencia misma.

A la red familiar pertenecen:

• Los hermanos y medios hermanos, incluso los que no llegaron a nacer, nacieron y murieron o nacieron muertos.
• Los padres, tíos, abuelos y bisabuelos.

• Aquellos que tuvieron un destino difícil, como los que fueron asesinados, estuvieron en la cárcel, fueron torturados, esclavizados, padecieron hambruna, miseria, etc.

• Aquellos que pertenecieron a la familia o al sistema y que cedieron el lugar para que otros lo ocuparan, como es el caso de las primeras parejas de padres o abuelos u otras relaciones significativas como novios o amantes. Estas personas voluntaria o involuntariamente dejaron su espacio de pareja para que fuera ocupado por quien vino después.

• Incluye relaciones de alianza más allá de las meramente consanguíneas, como las que se dan con algunos socios: los del pasado o los actuales. Estos miembros llegan a pertenecen por el simple hecho de haberse vinculado de esta manera con la red familiar.

• También incluye a aquellos que desde el dolor han afectado al sistema y así quedan vinculados a él, por ejemplo un perpetrador, violador o asesino.

• Y los benefactores, ellos han desempeñado un papel importante en nuestra vida puesto que desde su actuar, han facilitado o permitido nuestro desarrollo personal o familiar.

No es posible no pertenecer. Lo que es posible es no ser reconocido como perteneciente a un determinado sistema, donde las consideraciones morales, socioeconómicas o políticas tienen cabida y desde allí, en ocasiones, el incuestionable hecho de pertenecer a un grupo se ve amenazado por sentimientos de vergüenza social, culpa y castigo.

Pertenecer es ser parte de algo.

“Cualquier integrante de la familia tiene el mismo derecho a pertenecer”. Si se niega la pertenencia otro ocupa el lugar. Se restituye dando el lugar y reconociendo la igualdad.

Los vínculos

En esta red de redes que es el sistema familiar y que ejemplificamos como una telaraña, los puntos en que se une cada hilo con los demás corresponden a cada persona que pertenece al sistema, y cada hilo que une a esta persona con las demás es un vínculo.

Los vínculos son los lazos que nos unen al sistema al que pertenecemos, son las arterias por las que circulan las relaciones sistémicas operan lo sepamos o no y se manifiestan por medio de sus efectos.

Existe diversidad de vínculos y todos son permanentes, no se pierden, solo se fortalecen o se debilitan. La información viaja por estos vínculos sin límites de espacio o tiempo poniendo de manifiesto un eterno presente.

Por ejemplo: puede existir una relación débil o nula con un hermano lo que no significa que eso que los vincula como hermanos se destruya o desaparezca.

El ser hijos del mismo padre y la misma madre, o de uno de los dos progenitores, sigue siendo una realidad sin importar que como hermanos decidan no relacionarse.

Estamos vinculados con personas con las que no nos relacionamos y podemos relacionarnos con personas sin que exista una vinculación. Es el caso de la abuela que no conocí: estoy vinculada con ella por ser la madre de mi padre o madre, aunque nunca nos relacionamos porque cuando yo nací ya había muerto.

Otro ejemplo es el de las parejas que se separan, quienes siguen vinculados por siempre y así no se vuelvan a ver, ese vínculo no se acaba.
Pueden existir relaciones muy intensas sin vinculación, como sucede con los compañeros de estudio, de trabajo, o los amigos. Se puede estar vinculado y relacionado a la vez, por ejemplo entre padres e hijos, parejas o hermanos.

La intensidad de la energía con que nos relacionamos es directamente proporcional al sentido de la relación que vincula. Sabemos que la relación de un hijo con su madre es muy grande y que la relación de esa madre con su hermano también lo es, sin embargo la relación que los vincula, o la naturaleza del vínculo en los dos casos, es diferente.

Lo anterior evidencia que las relaciones vinculares son modificables en razón de la calidad de la naturaleza del vínculo, pues es precisamente esa calidad la que determina la energía que los une y que el vínculo se puede debilitar o fortalecer.

Por ejemplo: una madre que cría sola a su hijo e internamente propicia que se desarrolle un vínculo fuerte de su hijo con su padre: cuando le habla bien de él, de sus cualidades, cuando le cuenta del amor con que lo procrearon; aunque el hijo no lo conozca puede desarrollar un fuerte vínculo con su padre.

El caso contrario se da cuando la madre, a pesar de tener a su esposo consigo, se queja de él delante del hijo, se refiere en malos términos, resalta sus defectos, etc. El vínculo de este hijo hacia su padre estará debilitado a pesar de tenerlo presente, y aun atendiendo sus necesidades.

Cuando miremos con quién estamos vinculados tengamos en cuenta:

• Todos los vínculos generan emociones diferentes.

• No todas las relaciones que establezcas son vinculantes es decir, que no estás vinculado con todas las personas con la que te relacionas.

• Los vínculos se fortalecen con el permiso de quien lo requiere o lo necesita. Dar el permiso es permitirse, abrirse disponerse a ello solamente se fortalece el vínculo si la persona lo desea.

• La naturaleza de los vínculos anteriores determina la naturaleza de las relaciones posteriores. La experiencia anterior queda grabada en la memoria celular e influye en la experiencia posterior.

• Cuando el vínculo se establece es para siempre, aunque sea en una relación breve, como en el caso de una violación.

Repasemos quiénes están vinculados a la red familiar:

• Padre, madre, hijos, hermanos, medios hermanos.

• Aquellos que murieron, nacieron muertos o no nacieron.

• Los abuelos, bisabuelos y más atrás.

• Parejas anteriores de los padres o abuelos.

• Toda relación anterior importante sea consanguínea o no, por ejemplo un socio o benefactor.

Vinculación

Existen tres grandes fuerzas vinculantes: la sexualidad, el intercambio y la violencia.

Sexualidad

La sexualidad establece el primer vínculo, es el que ocurre entre las parejas o cónyuges. Luego vienen los vínculos que se dan al tener hijos y por el que nos hacemos padres. Luego los de los pares o entre iguales, donde están los hermanos.

Cuando el vínculo se presenta ya no se puede negar, y para que se mantenga el orden hay que darle su lugar en la historia personal y familiar.

La sexualidad trae o expone la vida. En una relación sexual siempre está presente la posibilidad de dar vida, y todo lo que expone a la vida o muerte es muy vinculante. La sexualidad tiene mucho peso, es una fuerza poderosa de unión que crea un vínculo indisoluble e irrepetible.

Ningún otro quehacer humano tiene consecuencias más graves ni riesgos más abundantes, es de una dimensión tan grande que representa a la vez nuestro hacer más humilde, pues en ninguna otra circunstancia nos descubrimos tanto, ni exponemos nuestros puntos más vulnerables, confiando y revelando lo más íntimo.

Energéticamente es la relación más fuerte que existe, está por encima del amor, y por encima de los hijos. Cualquier persona que haya tenido relaciones sexuales con otra crea un vínculo que permanece por siempre sin importar la duración de la relación, porque lo que se encuentra implicado es el potencial de vida.

En el momento de la fecundación, cuando el óvulo y el espermatozoide se unen para formar una única célula a partir de la cual se desarrolla nuestro cuerpo durante la gestación, se establecen los primeros vínculos, los más importantes y los que nos acompañan por toda la vida: los vínculos con nuestro padre y nuestra madre biológicos.

Al estar ellos vinculados de la misma forma con sus respectivos padres: nuestros abuelos, automáticamente nuestro vínculo se extiende hasta ellos, y así mismo hacia nuestros bisabuelos, tatarabuelos y todos los ancestros.

En el ADN los científicos han encontrado la información que está allí desde los primeros hombres y que a través de los vínculos ha viajado hasta nosotros y nuestra descendencia. También estamos vinculados por sexo con aquellos que comparten un origen común, es decir nuestros hermanos y tíos.

El vínculo establecido en la pareja se consolida cuando se concibe un hijo. La procreación, nacimiento y crianza generan lazos mucho más fuertes que cuando no se tienen hijos. Cuanto más relaciones sexuales tiene una persona, su capacidad de crear un vínculo fuerte se debilita, pues la energía del vínculo con cada relación se hace más débil.

Esto no quiere decir que no ame más, incluso su amor puede ser más grande que el que hubo en cualquier relación anterior, pero le es más fácil romper con la relación si es el caso.

Casarse es respetar el vínculo y los orígenes de cada uno de los que conforman una pareja. Cuando una persona se casa o legaliza su unión por cualquier religión o rito, desde el punto de vista sistémico lo que hace es honrar el vínculo que se creó entre los dos y honrar aquello que le permitió al otro estar ahí para vincularse con ella, o sea que honra a sus ancestros.

Por eso el matrimonio tiene tanta fuerza desde lo vincular. Cuando me caso digo: “honro mi genealogía, honro la tuya, doy un paso hacia ti para crear un nuevo sistema juntos”. Este nuevo sistema va a primar sobre los anteriores. También interiormente digo: “Reconozco a esta persona como mi pareja, me comprometo con esta relación, cierro un ciclo en mi vida e inicio otro”.

Cuando una persona se va a vivir con otra sin el ritual del matrimonio; si bien es cierto que ha dado un nuevo paso, también es cierto que seguirá siendo “hijo o hija de papá y mamá” y deja el ciclo abierto, como cuando se es adolescente, quizá esperando a ver si aparece algo mejor.

¿Quiénes están vinculados por sexo?

• Los hijos de la familia y sus padres.

• Los hermanos de los padres, los abuelos, los bisabuelos y aún más atrás.

• Parejas anteriores de padres y abuelos (porque hicieron espacio a la pareja actual o posterior, aun sufriendo por ello).

No están vinculados por sexo (pero pertenecen al sistema):

• Los hijos de los hermanos de los padres, o sea los primos hermanos.

• Los que entraron a la familia por casamientos, o sea las parejas de los tíos.

Intercambio

El intercambio es un tomar y un dar, y a través de él se crean obligaciones y vínculos mutuos que se hacen evidentes cuando el sistema recibe un beneficio que no puede compensar o pagar o cuando ese beneficio significa pérdida o sufrimiento para quien lo otorga: benefactores, empleadas del servicio doméstico, nanas, institutrices.

El intercambio puede ser amoroso, de convivencia, de amistad, de pareja, laboral, de filiación, comercial u otros. En todos es diferente la energía, la naturaleza del vínculo y la manera de relacionarse.

Violencia

La violencia es la intención de hacer daño, vincula porque expone a la muerte, y todo lo que expone a la vida o a la muerte es muy vinculante. Ella no tiene la capacidad de mirar el dolor del otro, ni le importa lo que le pasa o siente.

La violencia marca, es difícil de olvidar y queda vigente, sin embargo hay que verla en su contexto porque la violencia tiene un sentido y cumple una función que se debe reconocer para encontrar cómo conciliar la situación.

Sistémicamente se dice que el asesino deja de pertenecer a su familia y empieza a vincularse a la familia del perpetrado. Cuando alguien con quien estamos vinculados pierde la vida por un acto violento de otro, quien muere, o sea la víctima, queda vinculada con el perpetrador.
Al estar nosotros vinculados con la víctima también lo estamos con su perpetrador, y si nuestro vínculo es con el perpetrador, por su acción quedamos vinculados con su víctima.

En una constelación se ve que cuando el asesino se tiende al lado de la víctima entra en compensación. En palabras de Hellinger, “en esta dinámica de lo más hondo surge algo, una fuerza increíble que al final reconcilia lo que era opuesto y estaba en enemistad.
Perpetradores y víctimas se disponen al mismo nivel, ninguno de los dos más alto ni más bajo. Cuando un asesino mira a los ojos a su víctima, y viceversa, de repente se encuentran los dos en un dolor compartido y en la muerte también encuentran la paz”.

El que se cree víctima se estanca, no puede avanzar y ve victimarios por doquier. Lo peor que le puede pasar a alguien es creerse víctima con derechos, porque fácilmente se convierte en perpetrador. Los salvadores, los que le quieren solucionar todo a todos son perpetradores disfrazados porque minimizan las capacidades y habilidades de sus víctimas, las inutilizan y destruyen su autoestima.

Cuando hay una víctima en ella misma hay un victimario, porque la victimización es manipuladora y la manipulación también es una forma de violencia.

Fuente: “Constelaciones Familiares” Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Carmen Cecilia Vargas Sierra & Mónica Giraldo Pérez

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