Órdenes de la ayuda (o cómo ayudar en orden)

Órdenes de la ayuda (o cómo ayudar en orden)

A la acción de prestar colaboración o valerse de ella se le llama ayudar, y por sí misma contiene un mensaje de temporalidad.

Gerardo Schmedling, decía que “ayudar es hacer por alguien algo que él mismo no puede hacer por sí solo”, concepto que también lleva implícito el criterio de temporalidad y hace saber que es mientras ese alguien puede hacerlo por sí mismo.

Refuerzan las dos definiciones el hecho de que cuando se ayuda, la idea es inducir al otro a que encuentre la solución por sí mismo para que tenga sentido.

No se trata de ayudar porque sí, o para no sentirme mal, o para sentirme bueno, o por pesar con quien necesita ayuda, porque este tipo de acción no se origina en el amor sino en la arrogancia que hace que me crea más capaz que el que necesita la ayuda.

Al niño desde pequeño le debemos enseñar a resolver problemas y conflictos, y permitirle que cuando se le presenten intente resolverlos por sí mismo, que los mire y vea cómo haría para solucionarlos. Como adultos o como padres, como tutores o como profesores lo podemos acompañar, apoyar y orientar, pero siempre dándole el espacio y la oportunidad de que lo intente.

No es prudente ni benéfico facilitarle todo, pues lo privamos de la posibilidad de crear y generar por sí mismo para su vida, lo inutilizamos afectando su valía y nos alejamos de estar al servicio de un proyecto familiar y social en el que se busca el equilibrio de todo el sistema para que sea eficiente.

Es válido tener presente cuando prestamos algún tipo de ayuda que el concepto de temporalidad debe ser tan claro para las partes que les permita entender que es mientras logra estabilizarse, mientras le sale el préstamo, el negocio o el trabajo, mientras se recupera de la enfermedad, etc. Así cada uno está cierto en lo que da y en lo que recibe con el fin de conservar el equilibrio que garantiza el flujo de la energía vital.

Esta claridad se hace necesaria con el fin de no asumir cargas ajenas que bloquean y debilitan, para no dejar al otro en una condición de deuda a veces impagable.

Y, lo más importante, para no quitarle la responsabilidad de su propio destino, pues podría suceder que lo que damos en ayuda, sea menor al equivalente de la carga física, moral o económica que asumimos, con frecuencia sin poderla deshacer, y en ocasiones traspasándola a nuestra descendencia sin que ellos fueran parte activa de nuestra decisión.

Quien ayuda de esta forma se encuentra seriamente enredado en lealtades invisibles y amores ciegos aun no identificados y mucho menos resueltos, con su sistema familiar de origen, enredos que no le permiten ver lo inconveniente de su actuar y que lo impulsan hacia la necesidad de hacerlo como lo hace, hasta tanto no esté en capacidad de mirar y resolver los asuntos pendientes con su sistema de origen.

La misma condición de enredo y conflicto, se da con quien recibe la ayuda sin tener en cuenta el concepto de temporalidad ni la debida compensación.

Ayuda: su objetivo es inducir a encontrar la solución por sí mismo

Condiciones de la ayuda

1. La primera condición de la ayuda es que sea solicitada

Cuando doy ayuda sin que me la pidan el otro se puede sentir invadido, atacado o que estamos traspasando sus límites. A veces tenemos algo valioso para dar, podemos y queremos hacerlo pero no nos corresponde actuar hasta que el otro nos lo solicite, para no incurrir en errores o equivocaciones.

Puede suceder que si no nos han pedido ayuda es porque en el momento no la necesitan, o no están en posibilidad de recibirla o entenderla. Con frecuencia cuando nos cuentan algo nuestro primer impulso es dar un consejo, y a lo mejor lo que la persona necesita es simplemente manifestar y exteriorizar lo que la aqueja.

2. Dar solo lo que se tiene disponible ahora

Significa tener en cuenta los recursos con los que se cuenta, los que existen en la realidad, lo que hay, no lo que no hay. Mirar lo que NO HAY es estar fuera de la realidad en una actitud infantil e inmadura de querer ser bueno y solucionar los problemas ajenos. Debemos apoyarnos solo en hechos reales de lo que es y lo que hay.

Se refiere a saber cuánto podemos hacer con lo que tenemos. Deja de fluir para nosotros, cuando a pesar de no tener con qué ayudar nos empeñamos en llevarlo a cabo aun a costa de endeudarnos, de dejar de atender lo que sí nos corresponde o de un exceso para nuestra salud. Si ese es el caso, simplemente no se ayuda, pues si no tenemos con qué hacerlo es porque no nos corresponde hacerlo.

Es curioso ver que cuando el que está solicitando la ayuda tiene claros los conceptos de temporalidad y obligatoriedad de la compensación, por lo general encuentra quién se la proporcione con facilidad, a diferencia de quien desde su interior cree que los demás lo tienen que hacer sin lugar a compensación, o sin que se esfuerce por generar para sí mismo, este último encuentra muchos obstáculos a su paso.
La diferencia entre los dos estriba en las implicaciones en que cada uno se encuentre envuelto, en la arrogancia y la ignorancia.

3. Someterse y apoyarse en los hechos y circunstancias

Se trata de reconocer y decir: ¡así es!, incluso ante hechos que nos muestran lo ineludible e inevitable de la situación. Es honrar lo que está sucediendo en el momento tal como es, sin ningún juicio y reconociendo que muchas veces no tenemos la facultad para cambiarlo.

Lo importante en este caso es ver cómo y de qué manera lo que estamos viviendo nos enseña y aporta a nuestra experiencia de vida, y para eso se necesita humildad.

4.Tener en cuenta los límites

Para toda circunstancia que experimentamos existen límites, es un acto de sabiduría actuar en consecuencia con ellos para no salirnos de nuestro lugar. Entonces:

  • No es hacer de salvador. Sacrificarse por otro no ayuda, podríamos encontrarnos después con que no fue ni oportuno, ni bueno, ni sano. Cuando económicamente me sacrifico por otro es tanto como repartir pobreza y puedo verme abocado posteriormente a una situación incómoda y de mucho malestar. El querer hacer de salvador también denota que no me siento merecedor de tener cuando otro no tiene, y es síntoma de una implicación sistémica.
  • No es ayudar con condolencia, o sea con dolor, que es cuando surgen expresiones como: “pero cómo no lo hago…, es que me toca”. Estas expresiones simbolizan un actuar desde el miedo a atentar contra el orden de pertenencia o desde el miedo a perder la aprobación de los miembros del clan. Si se presta ayuda, la idea es hacerlo desde la humildad y la compasión, es decir acompañando al otro con respeto en su pasión y su fuerza por vivir. La compasión no es un hacer, surge de un lugar interior y está allí. Cuando yo estoy en mi lugar puedo ver con respeto la realidad del otro y lo puedo apoyar respetando los límites y cumpliendo con lo que implica ayudar.
  • No es arrogante. La arrogancia es una violación al Orden de Jerarquía porque implica salirme de mi lugar para hacer lo que a otro le corresponde. Si permanezco en mi lugar, desde allí puedo apoyar sin arrogancia. El concepto de arrogancia se aplica tanto a la ayuda desde una posición arrogante, como a la actitud arrogante de la persona al ayudar. Puedo arrogarme una posición, una postura, una acción cuando interna o externamente digo: “como usted no puede y yo sí; le ayudo o lo hago por usted”, “como usted no tiene y yo sí; le ayudo o le doy”.
  • No es una pulsión de tener que ayudar porque lo haríamos para sentirnos bien o buenos. No nos toca ni lo tenemos que hacer, sin embargo en el contexto familiar y de los sistemas en general, a más del equilibrio entre el tomar y el dar, la ayuda también está sujeta a la pertenencia. No ayudar puede significar no pertenecer, pues la familia lo puede interpretar como: “usted no ayuda, con usted no se puede contar, ni siquiera presta un servicio”. A propósito, el servicio es un concepto que interpretamos de manera errónea, se le confunde con la ayuda, se lo percibe como si afuera hubiera otro a quien hay que ayudar, y en realidad no existe otro a quien se le pueda servir de esa forma.
  • Cuando tenemos claro que somos una hebra más que entrelaza la red familiar, comprendemos que servirnos a nosotros mismos es una tarea que requiere de toda nuestra atención y energía.
  • Con el solo hecho de servirme a mí ya le estoy sirviendo a toda la red. Si cada uno se sirve a sí mismo tomando su vida, asumiéndola, comprometiéndose con ella, ubicándose en su lugar y actuando desde ese lugar está siendo amoroso, respetuoso, comprometido y le está prestando el mejor servicio al sistema.
  • Cuando me sirvo a mí integro el sistema. Cuando ayudamos para no sentirnos mal, le hacemos daño a la persona y al sistema. El mejor servicio es permitir que cada quien asuma lo suyo.
  • No es una exigencia de tenerlo que hacer. Desde la exigencia no sería amoroso. No estoy obligado a hacerlo. Si actuó porque me lo exigen o por obligación no aporto nada al sistema porque veo a la otra persona disminuida y no merecedora, entonces no la puedo ver con respeto ni amor. Un acto que no es amoroso no aporta.
  • Límites de la ayuda:
    • No hacer de salvador
    • No hacerlo con condolencia
    • Ni con arrogancia
    • No con pulsión por ayudar
    • No como exigencia u obligación

5. Tener claro el lugar.

Cada uno debe ubicarse en el lugar que le corresponde y desde allí actuar, lo que implica saber qué le corresponde a cada uno y qué no. Cuando tengo certeza de cuál es mi lugar, estoy ubicado y puedo saber qué hacer, desde allí todo fluye más fácil y no me cargo con lo que no me corresponde.

Veamos unos ejemplos de tener o no tener claro el lugar:

  • El padre que quiere ser solo amigo de su hijo y no padre, pierde un hijo, y el hijo aunque gane un amigo pierde al padre porque no tiene de quién tomar una figura paterna sólida, ni la representación de lo masculino en todo su contexto, ni de quién aprender límites desde su género, ni tiene con quién aprender a ser hombre. Este padre se encuentra implicado seriamente con su sistema de origen y no sabe cómo ocupar su lugar. El hijo tiene en la vida oportunidad de hacer amigos en el colegio, en el barrio, en la universidad, en el trabajo o en cualquier grupo social, pero padre, solo tiene una oportunidad para tenerlo. Entonces vale la pena saber ocupar y disfrutar el rol de padre y la sublime experiencia de tener un hijo.
  • Cuando un hermano ayuda a otro hermano desde su lugar de hijo puede apoyar al padre en la tarea de ayudar a otro hermano sin sentir que está reemplazando a su padre en ningún orden. Desde ese lugar, sin sentirse papá de su hermano ni padre de su padre todo transcurre dentro de los Órdenes del Amor, no se carga con nada del sistema y puede fluir con la vida. Puede suceder que un hermano que está siendo ayudado por otro diga: “es que mi hermano es como mi papá”, en este caso no lo está viendo como es, como su hermano, lo está ubicando en el lugar del padre y está desplazando al papá de su lugar. A la vez, él también se está auto desplazando de su lugar al considerar a su hermano como si fuera su padre y se pierde de su verdadero padre y de su verdadero hermano.

6. Tener claro el sistema.

El sistema como tal es el que ve el desorden y busca cómo ordenarlo por medio de los integrantes del clan. Es el sistema el que siempre está en función de velar por el orden, el que dispara las alarmas cuando detecta que algo anda mal y no las apaga hasta tanto no se haya reparado lo que originó el desorden. Esa tarea le lleva por lo general más de una generación. y en ocasiones hasta más de tres.

El ayudador nato queda atrapado en la transferencia, cuya función es adjudicar a otro algo que no es de él. El niño tiene la pulsión de ayudar y ser ayudado, por lo que con mucha facilidad está en la transferencia. La idea es salirnos de esa pulsión del ayudador porque lo que lo que se transfiere es la propia incapacidad de crecer y madurar.

Dicho de otra manera: el ayudador nato es como un niño pequeño que no ha crecido ni madurado, no sabe de límites ni ocupa su lugar y que sin saberlo logra inducir, impulsar y transferir a quien ayuda su misma incapacidad de crecer y madurar.

El ayudado tampoco conoce de límites, no ha desarrollado la capacidad de generar, crear y asumir su proyecto de vida, y en él también predomina el deseo de ayudar y ser ayudado como conducta facilista para evadir el tomar la fuerza de la vida de quien nos la dió, comprometerse y avanzar de frente a ella.

La experiencia nos muestra desde los principios sistémicos que la persona que está viviendo una circunstancia de pobreza o enfermedad, por ejemplo, está implicada en una situación familiar que ninguno del clan ha visto, donde ninguno de ellos ha podido ver el desorden para poner orden y salir de la circunstancia que los envuelve.

Para no hacer transferencia tengo que tener claro:

  • Que soy un adulto que crecí, que maduré, que asumo y me comprometo con mi proyecto de vida, no con el de otro que está en facultad de hacerlo por sí mismo.
  • Saberme ubicar. Estar atento y conectado conmigo para no salirme de mi lugar y poder ubicar y darle el lugar que le corresponde al otro, aunque esto le cause malestar, pues con el tiempo lo que se logra es que el otro asuma su propia vida.
  • No comparar ni compararme. Siempre que me comparo es porque creo que no soy merecedor de tener: ni valores, ni principios, ni bienes materiales, ni felicidad. Tiene que ver con el merecimiento y por supuesto con la autovaloración.
  • No ceder a la complacencia porque al ceder a ella me salgo de mi lugar, tomo el lugar y sustituyo a quien sí le corresponde actuar según sea el caso, por ejemplo: a los padres, a los hijos, a la pareja o a los hermanos, y al ocupar su lugar descargo de su responsabilidad a quien sí le corresponde. Cuando actúo así traspaso todos los límites. Como el otro está necesitado yo me complazco satisfaciendo su necesidad porque simplemente me siento bien y bueno cuando hago algo por otro.
  • Tener en cuenta las intenciones que nos motivan a actuar, porque en nombre de la buena intención se hace mucho mal. La buena intención tiene que ver con las carencias de quien actúa, y para entenderlo basta el ejemplo del padre que dice: “es que yo no quiero que mis hijos pasen por lo que yo pasé, o sufran lo que yo tuve que sufrir”.
  • Orden de la empatía sistémica. Este orden promulga que cuando se trate de ayudar, siempre tengamos presente el sistema de quien se ayuda para ponernos a su servicio y no ir en contra de él. No ver sólo al individuo objeto de la ayuda porque siempre se trabaja es al servicio de un sistema, puesto que todos venimos de una familia. Tampoco es ver la persona aislada como víctima de una circunstancia, sino ver en ella un sistema completo que por su intermedio busca que se restaure el orden, y en este contexto todos los parámetros de los Órdenes de la Ayuda se hacen más relevantes para ser tenidos en cuenta.

Ejercicio

Tal vez quieras grabar o leer hasta el final y luego desarrollar el ejercicio.

Cierra tus ojos, observa por un momento tu respiración y conecta con tus sentimientos más profundos.

Primera parte:

  • Visualiza frente a ti a una persona a quien has prestado ayuda y se ha convertido en tu responsabilidad.
  • Mírala y has contacto con sus ojos. Permanece en ese contacto y permítete experimentar tus sentimientos. Percibe tus sensaciones y emociones y dales permiso de estar en ti.
  • Tómate el tiempo que consideres necesario y después dile:
  • Te veo y reconozco en ti tus capacidades y habilidades. Me libero de la responsabilidad que he asumido y la dejo contigo. Ahora me hago cargo solo – de lo que a mí me corresponde”.

Toma nota de tus reconocimientos y guárdalos para ti.

Segunda parte:

Esta segunda parte la puedes realizar al terminar la primera, o puedes dejarla para otro momento.

  • Visualiza frente a ti a una persona a quien le has solicitado o te ha prestado ayuda y ahora consideras que es su responsabilidad u obligación hacerlo.
  • Mírala y has contacto con sus ojos. Permanece en ese contacto y permítete experimentar tus sentimientos. Percibe tus sensaciones y emociones, dales permiso de estar en ti y profundiza en ellos.
  • Tómate el tiempo que consideres necesario y después dile:
  • “Veo y reconozco en ti el amor y la generosidad con que me has ayudado. También veo y reconozco ahora que no te corresponde. Gracias. Te libero de la responsabilidad que te he impuesto y ahora me hago cargo de lo que a mí me corresponde”. Toma nota de tus reconocimientos y guárdalos para ti.

Ejercicio

Reflexiona sobre los enunciados que encuentras a continuación y consigna tus impresiones en la libreta de notas.

Revísalas de nuevo al terminar lo concerniente al Equilibrio entre el Tomar y el Dar antes de continuar con el tema de Conciencia.

Percibe cómo te sientes con la nueva revisión y toma nota de los cambios observados.

¿Eres de los que está presto a actuar ante la menor solicitud de ayuda?

¿Has examinado cómo te sientes cuando haces algo por alguien?

¿Sientes necesidad de hacer cosas por los demás?

¿Te has sentido frustrado con la respuesta de a quien con buena intención has auxiliado o ayudado?

¿Te privas de cosas por el bienestar de otro?

¿Cómo te sientes cuando tienes y otros no, y cuando otros tienen y tu no?

¿Te has sentido obligado a aportar para otros?

¿Sientes el impulso de ayudar aun en detrimento de ti mismo?

¿Crees que otros deben hacer cosas por ti y para ti?

¿Te niegas a recibir sentimientos, afecto, compañía?

¿Te sientes mejor: a. dando; b. recibiendo, o c. dando y recibiendo?

¿Te sientes compensado por el amor, atención y respeto que das?

¿Sientes que mereces más de lo que recibes de los demás?

¿Respondes equilibradamente frente a lo que recibes de otros?

Extracto del libro: “Constelaciones Familiares”. Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Autoras: Carmen Cecilia Vargas Sierra y Mónica Giraldo Paérez

En este momento estás viendo Órdenes de la ayuda (o cómo ayudar en orden)