Más allá de toda duda

Más allá de toda duda

Sal del círculo del tiempo

para entrar en el círculo del amor.

RUMI

No hay razón para tener miedo

Qué darías por saber, absolutamente y más allá de toda duda, que realmente todo está bien, que no hay razón para tener miedo; que no hay necesidad de sentir desesperación, extravío o incertidumbre; que todo el dolor y el daño y el mal que hemos visto no es verdadero sino tan solo una ilusión, y que las más bellas cosas que hemos experimentado no son más que un vislumbre, un pequeño paladeo de lo verdaderamente «real», de lo que verdaderamente es nuestro; que todo es correcto; que todo es perfecto tal cual es; que todo está bien. Esto es lo que veo y lo que sé.

Pero no, nada de esto lo describe bien, nada de esto es correcto. Las palabras son esclavas de la ilusión. No es «verdaderamente nuestro», no es algo que poseamos, sino que más bien es lo que somos; y ni siquiera eso, porque no hay «nosotros». Desde luego, «yo» no sé nada en ningún caso, y no hay un «mí» que vea nada ni hay ningún «algo» que ver. Lo que se sabe es del todo imposible de expresar o comunicar. Y, en definitiva, no es algo sabido o visto por «mí», sino que es lo que «yo» es.

Fallan el lenguaje y los conceptos en los que el lenguaje se basa

Por definición, esta Verdad, esta Belleza está Más Allá. (Más Allá en el sentido de ser inaccesible al pensamiento y a la experiencia humana, aunque, desde luego, es obvio que no existe un literal «más allá» ni hay ningún «otro» ser o cosa.) En sí misma, no puede ser experimentada; solo puede ser «sabida». E incluso este saber no es conocimiento, no es intelectual; esto no tiene nada que ver con la comprensión mental.

Los místicos y poetas, los santos y maestros despiertos que han vislumbrado o visto o sabido, han concordado todos en que lo que es visto o sabido es inefable, inexpresable. Las palabras y los conceptos fallan por completo en explicarlo. Se describe como aquello que «el ojo no ha visto, ni el oído ha escuchado, ni el corazón humano ha concebido… » (Corintios, 2:9) Y sin embargo, el corazón humano, siendo incapaz de poderlo contener, se desborda en burdos intentos de expresar lo que está más allá de toda expresión, acompañados siempre de la advertencia de que tales expresiones, de que cualquier descripción, por pasmosa que sea, no puede abarcarlo.

David Carse

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