Los Órdenes del Amor (5); Humildad

Los Órdenes del Amor (5); Humildad

Todos tenemos derecho a pertenecer por el solo hecho de existir, de allí se desprende el que ocupemos un lugar en cada sistema del que hacemos parte. Es también un derecho ocupar ese «nuestro lugar».

Como ya vimos, en los sistemas este lugar solo tiene sentido mediante su relación con los otros elementos que la conforman. Tenemos el lugar de hijos respecto a nuestros padres, de nietos respecto a los abuelos, de padres respecto a nuestros hijos, etc.

Es en este lugar que podemos ser nosotros mismos, expresar nuestros valores y habilidades y recibir de la vida y nuestros ancestros lo que tienen para darnos. Si no estamos ocupando nuestro lugar nada de esto es posible.

El reconocimiento de la sabiduría y el conocimiento depositado en las personas más viejas del clan, era garantía de supervivencia para nuestros ancestros milenarios y ello generaba respeto y veneración. Sin embargo, la jerarquía de los que llegaron antes tiene un ingrediente más esencial y es la transmisión de la vida.

Es de estos ancestros que nos viene la vida; de la capacidad que tuvieron para sostenerla hasta nosotros ha dependido que hoy podamos ser los que somos y estar donde estamos. Eso los hace más grandes que nosotros, que como últimos receptores de ella, venimos a ser los más pequeños de nuestro clan.

Esta claridad solo puede lograrse cuando desplazamos la atención de nosotros mismos y la extendemos hacia el sistema como un todo, cuando reconocemos que solo somos una parte de algo más grande y que el sentido de nuestra vida se desprende de nuestra relación con todo lo demás.

En el reconocimiento de nuestra insignificancia respecto a lo que nos contiene radica nuestra verdadera grandeza.

Esto es humildad, la capacidad de inclinarnos ante aquello más grande que nosotros que es la vida representada en aquellos que llegaron primero, y la de pararnos con firmeza en el lugar que nos corresponde frente a los que vinieron después de nostros; es reconocer que todo nuestro quehacer sólo es posible en la medida que nos apropiamos de lo recibido de quienes nos engendraron y hacemos algo importante con ello.

¿Qué somos? Estamos hechos: átomos que forman células que a su vez dan estructura a nuestro cuerpo.

¿De dónde salen estas células? Hay una primera célula que se divide a sí misma formando estructuras complejas que dan lugar al cuerpo humano que conocemos. Esta primera célula es el resultado de la unión de un óvulo y un espermatozoide que traen cada uno la mitad de la información que necesitamos para ser una persona completa.

Todas las personas que estamos hoy en este planeta venimos de este mismo lugar y del acto que propició este hecho: la unión sexual entre un hombre y una mujer. Incluso si se tratara de una inseminación o fecundación in vitro, la unión de las dos polaridades es necesaria para dar continuidad a la vida.

La capacidad de nuestros padres de darnos la vida es lo que los hace más grandes que nosotros. Todas las consideraciones adicionales respecto a las circunstancias en las cuales se dio esta unión, a lo que vino después, a su idoneidad como padres o sus defectos y deficiencias solo nos distraen del hecho fundamental que es la trasmisión de la VIDA.

Cuando podemos ubicarnos como pequeños frente a esta realidad hemos dado el paso más importante hacia la felicidad y logramos tomar no sólo de nuestros padres sino de todos nuestros ancestros aquello que ya está en nosotros; lo que somos.

Lo que por nosotros mismos podamos desarrollar y lograr como seres humanos a lo largo de nuestra vida nunca podrá ser más grande ni más importante que el hecho de haber nacido, entonces nuestros logros y éxitos solo serán la forma en la que podemos celebrar estar vivos y haber recibido la vida de nuestros padres.

Transmitir esta vida y lo que hemos hecho con ella a nuestros hijos y las personas que nos rodean, será la forma de rendir tributo a lo que recibimos de todos los que nos precedieron.

Cuando las implicaciones sistémicas, el amor ciego o la arrogancia nos impiden ver esto con claridad, nos salimos de nuestro lugar y terminamos viviendo una vida y un destino que no son nuestros, repitiendo el de nuestros ancestros y por ende nos es imposible tomar lo que verdaderamente nos corresponde y que nos viene de nuestros padres. No seremos felices ni plenos, estaremos actuando sin fuerza ni vitalidad, nos sentiremos como abstraídos de la realidad y actuando por inercia sin un verdadero contacto con ella.

Ejercicio

Con los ojos cerrados imagina que estás de pie frente a tus padres biológicos. Tu padre a la izquierda frente a ti y tu madre a su derecha.

Luego imagina que detrás de ellos se paran tus abuelos, de la misma manera.

El padre detrás de su hijo a la izquierda y la madre detrás de su hijo a la derecha del padre, no importa si no los conociste y no sabes cómo lucían, solo imagina estas personas allí de pié sabiendo quiénes son.

¿Cómo te sientes frente a tus ancestros? ¿Más grande o más pequeño que ellos? Ahora trata de eliminar por un momento cualquier concepto u opinión que puedas tener sobre ellos, simplemente obsérvalos como hombres y mujeres que se unieron y que transmitieron la vida a sus hijos, imagina que esas mujeres llevaron a sus bebés por 9 meses en sus vientres hasta que fue el momento de darlos a luz, y que esto llevó a tu nacimiento.

Ahora siente cómo en tu cuerpo confluye la vida de estas 6 personas y observándolas imagina a todos los demás hombres y mujeres que parados detrás de ellos les dieron a su vez la vida, y siente cómo ella pasa a través de todos y hasta ti.

Permanece en esta conciencia hasta que esté bien para ti y entonces puedes abrir tus ojos. Toma nota en tu cuaderno de la experiencia y cualquier hallazgo o inquietud que haya podido surgir.

Extracto del libro: “Constelaciones Familiares”. Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Autoras: Carmen Cecilia Vargas Sierra y Mónica Giraldo Paérez

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