Hay cuatro tipos de relaciones interpersonales; los tres primeros a los que haremos referencia engendran vínculos afectivos insanos y no cooperan en el progreso interior.
Aislacionismo
Hay personas que se relacionan desde lo que podríamos denominar el «aislacionismo», incluso si tienen un gran don de gentes y son aparentemente muy comunicativas.
No se abren más que en la apariencia, no comparten, no se comunican de corazón a corazón; en su interior, están atrincheradas psicológicamente, se acorazan y nunca se entregan.
Sus relaciones, por ello mismo, son tan superficiales como insustanciales. Aunque la persona no se aperciba de ello, hay miedos, inseguridades y carencias en lo profundo de su psique que le impiden la sana interdependencia, la comunicación genuina y la entrega incondicional.
Son individuos que interiormente viven aislados y si consiguen algún tipo de sosiego o equilibrio, son artificiales y, por tanto, precarios.
Dominio
Otros seres humanos se relacionan desde el afán de poder y la necesidad compulsiva de dominar, manipular y someter a los demás, a veces incluso buscando falaces autoengaños como por ejemplo un exacerbado paternalismo, o argumentando su conducta mediante la excusa de que quieren ayudar y proteger.
Estas personas, cuando se les contraría, pueden llegar a ser muy violentas o muy ladinas; aun cuando aparentan suavidad, su voluntad de dominio está al acecho.
Dependencia
Hay otra categoría de individuos que actúan desde la docilidad excesiva y el sometimiento, y pueden llegar a la obediencia ciega e incluso a la abyección. Son personas con una notoria minoría de edad emocional, mórbidamente dependientes, que necesitan la luz ajena para gravitar en sí mismas.
Los líderes políticos, sociales y religiosos se sirven de manera habitual de ellas, que tienen una tendencia a la indiscriminada admiración, a entronizar al líder y a entrar incluso en servidumbre con respecto a él. En lugar de tratar de salir de su cárcel interior, duplican su prisión: la propia y la persona a la que rinden pleitesía.
No puede haber crecimiento interno de este modo, ni sosiego, ni libertad mental. Una persona afirma su ego en detrimento de la otra; apuntala su enfermiza personalidad explotando emocionalmente a la otra.
Cooperación
Pero hay individuos que entablan relaciones afectivas que se fundamentan en un vínculo sano y, por tanto, genuino y capaz de cooperar en el crecimiento de aquellos que configuran la relación.
Son relaciones de fecunda interdependencia, donde están ausentes las actitudes de «aislacionismo», dominio y dependencia.
El vínculo sano se basa en la cooperación, la libertad, la entrega sin dependencias, la sólida comunicación, la atención consciente, el sosiego y la tolerancia.
En la medida en que la persona se va completando y consiguiendo madurez psíquica y serenidad, está más capacitada, por supuesto, para tallar vínculos afectivos sanos y genuinos.
Del mismo modo que «así como pensamos, así somos», podríamos asegurar que «así como sentimos, así nos relacionamos».
Ramiro Calle
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