CONCIENCIA, INOCENCIA, CULPA
Dentro de lo expuesto por Bert Hellinger el concepto de conciencia se diferencia bastante de aquel asociado con el cristianismo, en el que la conciencia es vista como una norma bajo la que percibimos el bien y el mal.
Según Hellinger, la conciencia solo nos dice si aquello que hacemos nos ayuda a pertenecer al grupo evitando el castigo y la exclusión. De esta manera la conciencia mide nuestro comportamiento en función de las necesidades que buscamos satisfacer por medio de los Órdenes del Amor: Si la necesidad a satisfacer tiene que ver con el vínculo y las relaciones; el orden a revisar es el de Pertenencia. Si la necesidad es de orden, de ocupar el lugar; tiene que ver con el orden de Jerarquía y si se refiere a la compensación; se mira el Equilibrio entre el Tomar y el Dar.
El ser humano como individuo posee una Conciencia Individual que lo ata al grupo. El grupo a su vez posee una conciencia colectiva que Hellinger llama Conciencia Colectiva Inconsciente, o Conciencia Oculta o Conciencia Familiar.
Esta conciencia sólo se puede distinguir por el efecto que ejerce en los grupos, en la medida en que busca su conservación y supervivencia. Ella no toma en consideración las necesidades del individuo, mientras que el individuo siempre estará determinado por las necesidades del grupo. La Conciencia Individual y la Conciencia Familiar operan y fluyen juntas y se complementan, pero también se contradicen: mientras la Consciencia Individual me impulsa a ser autónomo y tomar decisiones propias; la Colectiva o Familiar me induce a tomar decisiones que aporten al grupo y me lleven a pertenecer, aun en detrimento de mí mismo.
La conciencia, sea individual o colectiva, tiene como función la autorregulación y autocontrol de los procesos de transformación: organiza, regula, estructura, pone límites, propósito que cumple por medio de un mecanismo de regulación, caracterizado por la expresión de sentimientos de Inocencia que reflejan que tan leal soy al sistema, o por la expresión de sentimiento de Culpa que indican que tan desleal soy con el grupo en el que me relaciono, desempeño o pertenezco.
Los sentimientos de Culpa o Inocencia se vivencian de manera diferente dependiendo del Orden al que estén circunscritos en cada experiencia, porque si yo como individuo tengo necesidad de estar vinculado, de ocupar un lugar y ser compensado; de la misma manera estas necesidades existen y son válidas en relación con el sistema familiar o con cualquier sistema, sea laboral o social.
También las mismas necesidades se condicionan y complementan mutuamente con la acción de la Conciencia que actúa como emergente buscando el cumplimiento de los órdenes que los rigen. A pesar de existir la interacción entre las tres necesidades, cada una de ellas tiende a imponer sus fines con sentimientos propios de culpa o de inocencia, que aunque opuestos sirven a un orden superior.
Podemos ver cómo experimentamos los sentimientos de Culpa e Inocencia dependiendo a qué orden están sirviendo en un momento determinado.
En relación al Orden de Pertenencia nos sentimos inocentes (tenemos la conciencia limpia), cuando hacemos algo que nos permite pertenecer, estar cerca a los otros y ser respetados como iguales. Sentimos culpa (cargo de conciencia) cuando nuestro comportamiento nos lleva a poner en peligro la pertenencia, o a ser excluidos o despreciados perdiendo la protección del grupo.
En cuanto a la Jerarquía, nos sentimos inocentes si nos acogemos a las reglas, y normas vigentes y somos leales y cumplidores, y culpables si nos oponemos a la autoridad jerárquica, el orden o las reglas haciéndonos merecedores del castigo.
En relación al Equilibrio somos, Inocentes si hemos dado y por lo tanto tenemos derecho a ser compensados sintiéndonos libres y con derechos. Experimentamos Culpa en forma de obligación cuando provocamos desequilibrios o injusticias que amenacen la unión en el grupo.
A veces la Conciencia al servicio de un orden exige algo que al servicio de otro no permite. Por ejemplo la madre que reprende al hijo porque le faltó al respeto y le impone un castigo: por el orden y la Jerarquía, atenta contra el amor hacia su hijo afectando el vínculo y la Pertenencia porque él puede sentir que en ese momento su mamá no lo quiere. Si la madre perdona una parte del castigo al hijo, atenta contra el Orden y la Jerarquía, pero fortalece el vínculo y el amor con su hijo.
El ejemplo anterior nos confirma cómo la Consciencia interactúa permanentemente en nosotros: unas veces reprochándonos otras afirmándonos, y cómo a favor de uno de los Órdenes del Amor actúa contraviniendo otro y cómo también fluctuamos entre la culpa y la inocencia porque nunca nos sentimos totalmente inocentes, como nunca nos sentimos totalmente culpables.
La conciencia asegura nuestra pertenencia al grupo. Si nos desviamos de sus condiciones nos exponemos a la pérdida total o parcial del derecho a pertenecer. Siempre tiene que ver con pertenecer o no pertenecer.
Cuando nos damos cuenta que fluctuamos entre sentirnos inocentes o sentirnos culpables, empezamos a actuar asumiendo y haciéndonos responsables de las decisiones que tomamos, esta postura es la que significa ser adulto, crecer, madurar y avanzar en la vida. El no asumir el resultado de mis decisiones, me convierte en un ser inmaduro, que busca un culpable.
Cuando tomamos una decisión personal con la certeza y la claridad de lo que hay qué hacer, ganamos fuerza y poder interior, aunque alguna relación se pueda debilitar por ello. Así es como realizamos buenas acciones con mala consciencia. Lo vemos fácilmente en el caso de los padres que llevan a su hijo a un centro de rehabilitación y lo dejan allí para su tratamiento aun en contra de la voluntad del hijo.
En ocasiones algunos actos de rebeldía de los adolescentes, son el indicador de que está creciendo y viendo la vida de una manera diferente, se rebela porque está rompiendo cordones y lazos que siente que lo atan y no lo dejan crecer, y en ese proceso las relaciones por lo general se ven afectadas pero el adolescente rompe límites y si tiene buenas bases, puede madurar y avanzar. Tanto en el ejemplo de los padres que llevan al hijo al centro de rehabilitación como en el del adolescente, es cuando se dice que la mala conciencia es el amor despierto.
La culpa no es una emoción natural del hombre sino que es creada por la mente que razona, juzga y fragmenta. La mayor fragmentación de nuestra mente es la que percibe al mundo como una colección de partes y desconoce nuestra unión permanente con todo lo creado.
La mente está en función del ego donde se asienta el Sistema de Creencias. Nuestro ego sostiene la imagen de nosotros mismos y la del mundo que nos rodea por medio de esas creencias acerca de todo. La culpa nace cuando la mente que juzga establece niveles y grados diciéndonos que lo que hacemos no es suficiente o podría ser mejor.
Si no existiera la mente no habría Culpa porque sin ella estaríamos integrados al Orden Universal.
Mantenernos en la culpa pone en peligro nuestras relaciones porque ella nos expone a convertirnos en víctimas y como consecuencia en manipuladores, a tener baja autoestima y pone en peligro nuestra salud.
Si nos permitimos observar la culpa para clarificarla y asumir el resultado de nuestras acciones, podemos tomar decisiones maduras que estén más allá de ella y la traspase, entonces también podremos ver y vivir el pasado como una valiosa experiencia de aprendizaje y trascender la culpa en la que con tanta facilidad nos quedamos atrapados en sus devastadoras consecuencias.
No actuamos bien o mal, nuestros actos son con buena o mala conciencia. Lo “bueno” y lo “malo” exhiben un comportamiento adecuado del grupo que fortalece los vínculos y lo diferencia de los otros grupos; siendo buena toda acción que beneficia al grupo y malo lo que lo pone en riesgo. Será bueno aquello que le permita a un individuo sobrevivir dentro del grupo, y malo lo que lo ponga en riesgo de no pertenecer.
Es por esto que los grupos a veces hacen cosas terribles a otros sin el menor cargo de conciencia, lo ven como “actos malos con buena conciencia”.
Por ejemplo al vengar la muerte de un ser querido, la Consciencia se justifica porque ese hecho fortalece los vínculos con la familia, amigos o compañeros, y con ello garantizo mi pertenencia al grupo porque actué con buena consciencia. Sin embargo el hacerle daño a alguien; interiormente debilita, quita fuerza y definitivamente es un acto de niño pequeño, inmaduro, que no ha crecido, que hace cosas y pones la cara en nombre de otros familiares o compañeros o amigos.
Es débil quien actúa por otro en la creencia de que así pertenece y se equilibra, éste es un actuar desde el Amor Ciego.
Realizamos también “actos buenos con mala conciencia” queriendo pertenecer. Es el caso de la hija que se casa dejando a sus padres solos.
Podría sentirse mal, culpable y quería cosas que hubiera podido hacer por sus padres y no hizo. Sin embargo a pesar de sus sentimientos hace lo necesario por avanzar en su propia vida. Estos actos son buenos para ella porque pudo hacer algo diferente para sí, aunque la “mala Conciencia” le dijo que debió quedarse cuidando a los padres.
Ejercicio
Hazte consciente de un acto por el que te sientas culpable y consígnalo en tu libreta de notas.
Determina en qué forma ese acto alteró el Orden de: Pertenencia, el de Jerarquía o el del Equilibrio.
Reflexiona si actuaste con buena o mala conciencia.
Percibe cómo te sientes frente al hecho y la persona afectada…
Visualiza esa persona frente a ti y desde el corazón con amor dile: “te veo… te reconozco… te respeto… y te doy tu lugar…. Te dejo con lo tuyo y me quedo con lo mio”.
Si el hecho involucra varias personas puedes hacer lo mismo con cada una de ellas.
Extracto del libro: “Constelaciones Familiares”. Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Carmen Cecilia Vargas Sierra & Mónica Giraldo Paérez