Tercer Orden: Equilibrio entre el Tomar y el Dar.
El equilibrio no tiene que ver con la generosidad del que da, sino con la concepción profunda de tomar la vida de quien nos la da, o sea de nuestros padres, y de tomar también la fuerza necesaria para vivirla.
Lo primero que se toma es la vida, pues sin este primer acto sería imposible existir. A partir de allí seguimos tomando aquello que los cuidadores (padres o sustitutos) nos brindan: cuidados, alimento, abrigo, amor, y es así como recibimos la satisfacción de las necesidades básicas que se requieren para subsistir.
También así se inicia el intercambio. Por un acto de amor de nuestros padres nacemos los hijos, que también por un acto de amor empezamos a retribuir de distintas maneras lo que vamos recibiendo. Retribuimos a través de la imitación, haciéndolo como nuestros progenitores lo hacen, o simplemente por el impulso innato de hacerlo.
El intercambio se ve reflejado, en primera instancia, con la indescriptible experiencia de la materialización del fruto del amor (el hijo) con todo lo que ello implica, incluidas las manifestaciones de confort, gozo, afecto e interacción entre los padres y los hijos, que magnifica y sublimiza el acto de dar y de tomar, acto que no se refiere solo a cosas materiales sino que tiene en cuenta también los sentimientos, emociones, dedicación, tiempo, respeto, apoyo e infinidad de cosas más.
Es así como:
• Primero tomo y luego doy. Si tomo puedo dar, si no tomo me agoto y no tengo nada para dar.
• El que sólo recibe o sólo toma. Pierde el poder para construir su propia vida al no darse la oportunidad de crecer por sí mismo aportando elementos de su propia creación. Se debilita, se estanca, no genera ni se renueva.
• El que sólo da. A más de que no tiene poder pues todo lo da, tampoco se quiere ya que desconoce el valor interior de retener y enriquecerse con su propia creación. Esta actitud lo conduce a terminar dando desde la escasez de su propia valía. El no merecimiento es una justificación para no tomar.
Lo que está en juego permanentemente es un impulso de compensación que busca mantener el equilibrio, es así como una fuerza se compensa con otra fuerza lo más parecida posible para lograrlo, siempre buscando compensar aquello que recibimos, sin importar si lo que recibimos, es desde nuestro punto de vista bueno o malo. No es asunto de premio-castigo, sino de equilibrio de fuerzas.
Los vínculos dentro de los sistemas se ven fortalecidos o debilitados dependiendo de la manera en que la compensación se dé. El equilibrio fortalece los vínculos y la calidad de las relaciones es una manifestación de ello.
El acto de compensar se puede catalogar como: positivo, negativo o neutro.
Compensación positiva
Es cuando devuelvo un poco más de lo que recibo. ¿Cómo opera? Si recibo algo bueno de otro se crea un desequilibrio que hace que de inmediato me sienta en deuda con él y quiera compensarlo.
Si le doy un poco más de lo que recibí entonces la compensación es positiva y de nuevo entramos en desequilibrio, porque ahora es el otro el que se siente en deuda conmigo y busca compensarme. Con esta dinámica en continuo movimiento se da una armonía que fortalece los vínculos y el amor.
Compensación neutra
Cuando devuelvo exactamente lo mismo que recibí la compensación es neutra. Es decir que sí hay compensación pero el otro no queda en deuda y por lo tanto se llega a un punto de neutralidad en el que el intercambio cesa.
En este caso la relación no se ve fortalecida y tiende a la disolución por inercia. Si no buscamos la Compensación Positiva y decidimos “dejar así”, el otro acabará alejándose de la relación porque ya no tiene qué mas compensar. En cambio al exigir que la compensación sea un poco más, la relación sigue siendo de intercambio y perdura.
Ejemplo: en una relación de pareja cuando el aporte económico en todos los órdenes es 50% a partes iguales, el hombre se debilita porque energéticamente y por naturaleza él es proveedor y la mujer receptora.
El hombre provee la vida por medio de los espermatozoides y la mujer la recibe, la sostiene en su vientre por nueve meses, la da a la luz y después la sigue cuidando, lo que hace que el hombre se sienta en deuda y su impulso primario sea el de compensar con más.
Compensación negativa
Si devuelvo menos de lo que recibí no hay compensación. El desequilibrio inicial permanece y el vínculo no se fortalece, más bien se debilita, poniendo en peligro la relación.
Cuando lo que recibo es percibido como malo, que hace daño o causa dolor o sufrimiento se busca compensar devolviendo algo de las mismas características, es decir algo que también cause dolor. En palabras de Hellinger: “Cuando alguien comete una injusticia conmigo, siento la necesidad de vengarme”.
Si devolvemos algo peor de lo que recibimos, el desequilibrio se mantendrá hacia el lado negativo debilitando el vínculo y si esto sucede de manera constante, la posibilidad de compensación positiva es cada vez menor.
La compensación se tornará positiva y fortalecedora del vínculo si lo que devolvemos en negativo es un poco menos de lo que recibimos. Es decir que si entre lo que recibimos y damos el saldo es positivo, la relación se puede reactivar.
Si no buscamos esa compensación y decidimos “dejar así” o negativizar más, la relación corre el riesgo de acabarse. Al darse la compensación debida, la relación sigue siendo de intercambio y perdura. La venganza, el resentimiento, el odio, el irrespeto, la intolerancia, la arrogancia, el orgullo y la falta de humildad negativizan las relaciones y las conducen a la ruptura.
Dar o recibir en exceso o sin compensación genera un desequilibrio que debilita los vínculos y acaba la relación. La sensación de estar debiendo algo imposible de compensar, hace que quien recibe se sienta agobiado por no poder compensar y se vaya de la relación.
Igual sucede cuando no se recibe por el simple hecho de no quererse comprometer, o cuando el que da se agota por no recibir la energía requerida para que se mantenga el intercambio. Como dice Marianela Vallejo: “Los derechos y obligaciones emergen del equilibrio entre el dar y el recibir”.
Dar en exceso agota, deja al otro en posición de no poder compensar.
Recibir en exceso deja en deuda.
Al no compensar, la deuda crece y hace que la persona se vaya de la
relación.
En el Tomar y Dar cuentan:
Sentimientos, emociones, dedicación, tiempo, respeto, valoración, apoyo y muchas otras cosas más. No solo es lo material
Hay circunstancias donde parecería imposible el equilibrio y sin embargo se logra por medio del profundo agradecimiento y clara consciencia del desequilibrio.
Por ejemplo en los casos de discapacidad física o mental, o cuando uno de la pareja aporta un hijo a la relación, o cuando hay una gran diferencia de edades entre los dos.
El acto de compensar también se puede estudiar desde la relación entre iguales y desiguales.
Relación entre iguales. Estas son las que se dan entre hermanos, amigos, colegas, generaciones, compañeros, sociedades, esposos, parejas, es decir todo lo que comparte igualdades.
Desde el orden de jerarquía ellos están al mismo nivel, y entre los del mismo nivel la compensación no necesariamente es material, no se refiere a un valor cuantificable, sino al impulso interior desde el amor para compensar ya sea con mayor afecto, consideración, respeto, valoración, etc. Cuando no es así la relación se altera. En todos los casos y sin excepción, el dar debe ser poco a poco y en ascenso, y de la misma forma el tomar, así podemos salvaguardar la compensación positiva.
Entre hermanos: si bien el mayor desde el orden de jerarquía tiene prelación sobre los demás hermanos, también tiene mayor responsabilidad en la entrega. Al igual que en las demás relaciones entre iguales la compensación no necesariamente es material, ni es cuantificable, sin embargo precisamente desde la Jerarquía, en el hermano mayor se contempla a más de las enunciadas anteriormente: el apoyo, el acompañamiento y el ejemplo.
Relación entre desiguales. En ellas se encuentran: padres-hijos, maestros-alumnos, jefes-subalternos. Debido a la jerarquía, los mayores dan y los menores toman.
Entre desiguales la compensación no es dando, es proyectándose, siendo ellos mismos, comprometiéndose por sí mismos con su proyecto de vida, saliendo adelante, yendo de la mano con el movimiento de la vida y después traspasando lo mismo o más, a los hijos o los que vienen después.
Entre desiguales también se compensa con agradecimiento y honra. Entre padres e hijos jamás habrá compensación por más que se quiera, porque la vida no se puede pagar. La vida recibida de los padres al igual que su cuidado, dedicación y amor, es exaltada y compensada cuando los hijos se disponen a recibir y a tomar dentro de sí con honra y agradecimiento todo aquello que desde su amor los padres les otorgan. También cuando se comprometen con su propia vida y la asumen, cuando se proyectan y avanzan con la vida y cuando proyectan y traspasan esto y mucho más a sus hijos.
No existe mayor compensación, satisfacción y orgullo para los padres que el de ver a sus hijos orientados, claros y ubicados personal, afectiva y laboralmente.
Este es el mayor indicador de su labor como padres, de garantía del éxito de sus hijos en las acciones que emprendan y del traspaso generacional hacia su propia descendencia.
¿Cómo funciona el equilibrio entre el tomar y el dar cuando los padres por su condición física, mental o económica no pueden hacerse cargo de ellos mismos y requieren el apoyo de los hijos? En estos casos los hijos apoyan a sus padres proporcionándoles los cuidados que requieren y atendiendo sus necesidades tanto físicas como emocionales.
Aunque nunca será equivalente el amor o cuidado de un hijo hacia sus padres con la vida que recibió de ellos; el hijo sí puede con la claridad de que así es y desde su lugar, contribuir, aportar, apoyar y hasta hacerse cargo por completo del bienestar de sus padres, sin olvidar que ellos son los grandes, que por más edad que como hijos tengamos ellos siempre serán mayores, que siguen siendo dueños de sus vidas y sus destinos y que mientras puedan tomar sus propias decisiones, éstas se deben respetar.
Aportar, apoyar y hasta hacerse cargo del bienestar de los padres no implica hacerse padres de los padres.
Cuando los hijos se olvidan que son hijos y y actúan como si fueran sus padres: se están saliendo de su lugar, los están desplazando, se están arrogando derechos y de esta manera el intercambio y la compensación se detienen afectando la relación y debilitando el vínculo, sin contar con los desórdenes que a nivel de jerarquía y pertenencia se generan y que si no se reordenan se pueden proyectar en sus hijos y generaciones venideras con consecuencias siempre dolorosas para los que vienen después.
Relación entre iguales:
Hermanos, amigos, colegas, generaciones,
compañeros, sociedades, esposos, parejas.
Todo lo que comparte igualdades.
Relación entre desiguales:
Padres e hijos, maestros y alumnos, jefes y subalternos.
Desórdenes y alteraciones en el equilibrio entre el tomar y el dar
Sólo tomo y no doy.
Las relaciones que se desarrollan bajo esta dinámica están destinadas al fracaso puesto que quien toma y toma sin dar nada a cambio, o sin restituir lo tomado, termina por agotar la fuente de donde toma, se convierte en vampiro que diseca y genera todo tipo de dolor, malestar y resentimiento.
Estas personas son arrogantes pues creen que se lo merecen todo, toman tanto que se arrogan derechos que no les pertenecen incluso hasta decidir por el otro y les falta humildad para permitir el libre fluir de la energía del tomar y dar que enriquece y fortalece al individuo, las relaciones y los vínculos.
Este desequilibrio se ve con frecuencia en algunas relaciones de pareja, o entre amigos, o entre jefes y subalternos, donde se toma y se toma, o se exige y exige sin tener en cuenta cómo se compensa, o si se compensa, no se tiene en cuenta la medida en la que se está haciendo para restituir lo que se ha tomado.
El consumismo es una manera de tomar sin dar, es tener por tener, es sacar sin devolver. La pregunta que siempre debe estar presente en todos los casos incluyendo las relaciones personales es: ¿cómo compenso o restituyo para equilibrar lo que tomo?
El tomar sin dar también se da cuando se toma secreta o sustitutivamente. Se refiere a que cuando no se puede tomar de los progenitores libremente, por razones que ampliaremos más adelante, se toma de ellos en forma de lealtad: es el caso de las adicciones. El alcoholismo es una manera de tomar al padre, en la medida en que la madre con sus reproches no le da permiso al hijo para tomarlo, aceptarlo, verlo y reconocerlo tal como es.
Si la madre otorgara ese permiso, o sea que no le reprochara tanto al padre, y peor aun si lo hace delante del hijo, él, no tendría necesidad de tomar el sustituto. Cualquier adicción es un sustituto.
Solo doy y no tomo.
Es el caso de las personas que solo dan creyendo que al no tomar o recibir mantienen su libertad sin comprometerse, sin saber que con esta actitud están comprometiendo al otro con las consecuencias que ya conocemos. Hay personas que se niegan a tomar o recibir de otros por miedo a quedar comprometidos o a sentirse en deuda y prefieren que sea al contrario, que el otro se sienta comprometido, como si ello se convirtiera en garantía de continuidad de la relación.
Lo que no saben los que adoptan esta actitud es que están generando sentimientos de minusvalía, lastimando la estima y coartando la libertad del otro por la presión que les genera recibir y recibir sin poder compensar, bien porque el otro no acepta lo que se le da queriendo compensar, o porque no se tiene la capacidad de compensar en la misma medida o más.
La baja estima, la presión o el resentimiento “impiden valorar lo recibido”. Desde la culpa no se puede tomar ni se puede expresar gratitud, impidiendo que el entregar y el tomar fluyan libremente. Quienes se niegan a tomar o recibir para no asumir ningún compromiso están en riesgo de entrar en depresión por el vacío que genera esta actitud.
También existe el dar sustitutivamente.
Sucede cuando por ausencia de alguno de los progenitores un hijo toma su lugar tratando de compensar ese vacío. Significa que el hijo quiere sustituir al padre ocupando su lugar, alterando el orden de jerarquía y haciéndose a un destino que no es el suyo. El ocupar el lugar del progenitor ausente genera inconformidad en los hermanos por apropiarse del lugar del padre que no está.
Ni qué decir del dar sustitutivamente cuando la suplantación no es entre miembros del mismo sistema. En este caso se encuentran importantes implicaciones tanto en quien suplanta o usurpa el lugar de una pareja o progenitor, como en quien accede y concede esa posición y ese lugar.
Negarse a tomar por arrogancia y por un excesivo costo.
El negarse a tomar por arrogancia sucede cuando los hijos se ubican en un nivel superior al de los padres creyendo que saben más que ellos, por ejemplo por haber estudiado más o por considerar que ya son obsoletos para la época.
Entonces el hijo se niega a tomar lo que le ofrecen los padres porque considera erradamente que él lo hace mejor que ellos, olvidando de quién y de dónde provino y proviene su éxito, y garantizando con esta actitud implicaciones para sí mismo y su descendencia.
La mayor felicidad de un padre se da al ver cómo sus hijos crecen, avanzan, progresan y obtienen éxitos materiales y como personas de bien, en respuesta a la dinámica en la que los padres dan y el hijo recibe, para más tarde compensarlo con su proyección personal y la de sus propios hijos.
Negarse a tomar por excesivo costo significa no recibir por creer que nunca se podrá pagar; se da con frecuencia en las relaciones entre padres e hijos y entre las parejas, en las que nos negamos a tomar sobre todo lo no material como el afecto, la compañía, las caricias, por miedo a comprometernos, a no poder compensar, a una posible desilusión o fracaso; caso en el que se hace necesario inspeccionar el mecanismo interior que allí se vivencia con el fin de esclarecer la presencia de Lealtades Invisibles, Amores Ciegos o Exclusiones que estén interfiriendo el saludable y fortificante intercambio entre el tomar y el dar.
ALTERACIONES DEL EQUILIBRIO:
Solo tomar y no dar
Solo dar y no tomar
Negarse a tomar por excesivo costo
Extracto del libro: “Constelaciones Familiares”. Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Autoras: Carmen Cecilia Vargas Sierra y Mónica Giraldo Paérez