La relajación consciente
Cuando hacemos ejercicio o cuando respiramos estamos produciendo y gastando energía. Nuestro organismo produce siempre más energía de la que necesita consumir. Por eso cuando, por ejemplo, hemos andado mucho y nos sentamos, notamos la sensación de que todo nuestro cuerpo hierve. El aparato circulatorio y los sistemas nervioso y muscular están en pleno funcionamiento, y todo esto moviliza nuestra energía fisiológica. Esta energía generalmente se reabsorbe en el organismo, que, en definitiva, sale fortificado.
Si aprendiéramos a conectar nuestra mente con la energía que está en movimiento en esos momentos, no sólo se aprovecharía de ella nuestro cuerpo, sino que también aumentaría la potencia energética de nuestra mente consciente.
Se trata, por tanto, de aprender a estar atentos durante el descanso a la sensación agradable de relajación que llega de todo el cuerpo en esos momentos. En estas condiciones un rato de relajación consciente se convierte en descanso para el cuerpo y en distensión psíquica y aumento de energías para la mente.
Modo de practicar el ejercicio de relajación consciente
Estando tendido boca arriba con las piernas algo separadas entre sí, los brazos también un poco del tronco y las palmas de las manos hacia arriba, todo ello con naturalidad, como quien se deja hundir en el vacío sin esfuerzo ni tensión alguna, con los ojos cerrados, empieza haciendo dos o tres respiraciones completas. Luego sólo respiración abdominal, de modo que cada vez que expulsas el aire la mente siga el movimiento de echar el aire y con él de aflojar más y más todos los miembros del cuerpo. Siempre, claro está, con el mismo gesto mental de soltar y aflojar aunque parezca que ya no queda ningún miembro ni músculo tenso, manteniendo en todo instante la atención lúcida y la mente consciente del proceso de sucesivo aflojamiento, sin dejarse llevar por ensoñaciones ni atender a nada más.
Precisamente en ese aflojar más cuando ya parece que no es posible está el secreto de que empiece a relajarse la musculatura que inconscientemente mantenemos tensa. Es un sobreesfuerzo que cala hasta el inconsciente consiguiendo profundizar hasta las contracturas musculares con que estamos acostumbrados a vivir. Es un dejarse ir siempre más allá, al compás de la espiración abdominal lenta, descansando con la mente en el gesto una y otra vez renovado de aflojarlo todo, de soltar, de relajar.
Poco a poco, a medida que se va avanzando en la práctica de la relajación consciente se irán notando sensaciones nuevas de apertura interior, de desprenderse de tensiones mantenidas en zonas más profundas.Cuando se practica con asiduidad, diariamente, como es aconsejable, la relajación consciente va pasando por varias fases que se corresponden con la distensión de niveles cada vez más profundos, y se viven experiencias nuevas.
Condiciones externas para la relajación consciente
Debe hacerse sobre una superficie llana y no muy blanda, con el objeto de que la cabeza esté a la misma altura que el resto del cuerpo y que no favorezca el sueño. Por lo tanto, si es en la cama, sin almohadas, aunque mejor sería tenderse en el suelo sobre una o dos mantas.
El lugar tranquilo, ventilado y sin luz.
El mejor tiempo es a mediodía antes de la comida. Lo ideal es practicarlo después de 10 o 15 minutos de ejercicio consciente o de Yoga, para conseguir los indicados efectos de integración de la energía remanente.
También es muy bueno hacer un rato de relajación antes de dormir. Se conseguirá luego un sueño profundo y sumamente reparador. Media hora de relajación equivale, como descanso fisiológico, a 3 o 4 horas de sueño.
Efectos de la relajación
La relajación tiene los efectos del sueño profundo, con la diferencia de que la mente se mantiene lúcida. Así, pues, el cuerpo descansa, pues no consume. Y además sigue produciendo nueva energía, mediante el proceso respiratorio.
Ahora bien, como la atención que se exige durante el ejercicio de relajación abre la mente a este doble fenómeno de descanso y de incorporación de energía orgánica, ambos efectos se incorporan a la mente consciente: se produce, por tanto, la sensación cada vez más honda de descanso no sólo corporal, sino mental, de tranquilización y profundización en una suerte desconocida de serenidad, equilibrio y armonía interior. Y por otro lado, la energía que circula por el organismo pasa a enriquecer el vigor energético de la personalidad.
Antonio Blay