Un minuto para el absurdo III
I.-
El Maestro, que era alérgico a las ideologías, dijo en cierta ocasión:
«En una guerra de ideas, las víctimas son siempre personas».
Y más tarde explicaría: «La gente mata por dinero o por poder. Pero los más implacables asesinos son los que matan por sus ideas».
II.-
El Maestro impartía su enseñanza: «El genio de un compositor se halla en las notas de su música; pero analizar las notas no sirve para revelar su genio. La grandeza del poeta se encierra en sus palabras; pero el estudio de éstas no revela su inspiración. Dios se revela en la creación; pero, por mucho que escudriñes la creación, no encontrarás a Dios, del mismo modo que no descubrirás el alma por mucho que examines el cuerpo».
Llegado el momento del diálogo, alguien preguntó:
«Entonces, ¿cómo podemos encontrar a Dios?»
«Mirando la creación, no analizándola».
«¿Y cómo hay que mirarla?»
«Si un labrador intenta buscar la belleza en una puesta de sol, lo único que descubrirá será el sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la tierra… mientras no comprenda que la belleza no es una ‘cosa’, sino una forma especial de mirar, buscarás a Dios en vano mientras no comprendas que a Dios no se le puede ver como una ‘cosa’ , sino que requiere una forma especial de mirar… semejante a la del niño, cuya visión no está deformada por doctrinas y creencias prefabricadas».
El padre de uno de los discípulos -de una discípula, concretamente – irrumpió en el recinto donde se hallaba el Maestro impartiendo su enseñanza.
Ignorando a todos los presentes, el individuo le gritó a su hija:
«¡Has dejado una carrera universitaria para sentarte a los pies de este loco!
¿Y qué es lo que te ha enseñado?».
La muchacha se levantó y, con toda tranquilidad, condujo a su padre afuera y le dijo:
«Estar con él me ha enseñado lo que nunca podría enseñarme ninguna universidad: a no tenerte miedo ni dejarme impresionar por tu vergonzoso comportamiento».
Anthony de Mello
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