¿Estaré avanzando lo suficiente?
¿Estaré más cerca de la meta, el logro, el objetivo? La mente calculadora no cesa; el pensamiento negociante no cede. Si no tenemos razones reales por las que preocuparmos, acude a la mente porque ella te proporcionará todas las que quiera para preocuparmos.
Perdemos tanta energía en vacilaciones, dudas y cálculos que somos como el estúpido loro que encerrado en su jaula reclama libertad, pero se niega a escapar de la misma cuando alguien le abre la portezuela. La mente quiere cambiar…, pero no quiere cambiar.
La duda
La duda seria invita a investigar, apela al discernimiento y a la inteligencia primordial, ayuda a crecer interiormente, pero las dudas por las dudas mismas roban energía y tiempo, desvitalizan y nos hacen parecer una gallina clueca.
Tanto dudo, que no actúo; tanto pienso, que no procedo. Como cuando nos subimos a lo alto de un trampolín y empezamos a darle a la manivela del pensamiento: me lanzo o no me lanzo, caeré dentro o fuera de la piscina… y, finalmente, descendemos por donde habíamos ascendido.
La luna se refleja en el lago; la rosa exhala su aroma. ¿Dónde está el problema? Es importante aprender a ingerir o no, según sea o no preciso; aprender a asir y soltar; aprender a ser sin malgastar tanta energía en cálculos.
Como dicen los sabios de Oriente: «El camino ya es la meta; la ladera ya es la cima»
Ramiro Calle
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