Los Órdenes del Amor (6); Ocupar el Lugar
Para poder ocupar el lugar que nos corresponde debemos ubicarnos en relación con el lugar de los demás y reconocer qué está primero y es más grande que nosotros.
Desde lo visto en los conceptos anteriores podemos deducir que primero están nuestros padres biológicos, y antes que ellos sus padres biológicos y así sucesivamente. El lugar que ocupamos en esta línea de transmisión de la vida es el de pequeños: hijos, nietos, bisnietos, etc. Una vez tenemos hijos pasamos, respecto a ellos, a ocupar el lugar de los grandes, los padres, y luego seremos los abuelos, bisabuelos, etc.
Frente a nuestros hermanos también ocupamos un lugar que está dado (igual que con los padres y abuelos) por el orden de llegada. No es lo mismo ser el hermano mayor que el segundo, el tercero o el menor. Cada lugar es diferente a los otros y sólo hay uno que es el nuestro.
El lugar que ocupamos respecto a nuestros hermanos no cambia porque algunos de ellos sean hijos de sólo uno de nuestros padres.
Muchos de nosotros tenemos hermanos sólo por nuestro padre, sólo por nuestra madre o por ambos. Nuestro lugar es el que nos corresponde ocupar respecto a todos ellos según el orden de llegada a la vida, indiferentemente de quiénes somos hijos. Si nuestros padres han tenido varias uniones y por ello tenemos medios hermanos, compartimos juntos ancestros comunes.
Al crecer y formar pareja también hay una jerarquía relacionada con el orden de llegada. Quien llegó primero siempre será la primera pareja, y con mayor razón si hay hijos de por medio.
Si conformamos una relación con alguien que ya ha tenido uniones anteriores es importante ubicarnos en el lugar que nos corresponde como los segundos, terceros…, respecto de ellas ya que gracias a que hicieron lugar, nosotros podemos gozar de esta nueva relación.
Al entrar en el mundo laboral estas jerarquías se vuelven mucho más complejas y se hace mucho más importante mantener claridad en cuanto a ocupar el lugar se refiere.
Enfocándonos en lo personal, debemos tener presente que hay un orden en los trabajos que hemos desempeñado, teniendo jerarquía el primero sobre los demás sin importar el tipo de actividad o la remuneración recibida.
Dentro de los espacios laborales la jerarquía está marcada por el organigrama, que delimita nuestro sitio con un rango definido, sin embargo existe una jerarquía implícita muy importante y es la de los que llegaron antes que nosotros, los más antiguos están primero y merecen nuestro reconocimiento así sean nuestros subordinados. Ocupar el lugar incluye integrar ambas jerarquías en todo momento.
Adicionalmente está la importancia de los ancestros dentro de la empresa, es decir sus fundadores, ellos están antes que todos los demás, de ellos se desprende lo que ha venido después que permite que en este momento tengamos este empleo o trabajo.
Dentro del sistema familiar, sus miembros ocupan un lugar de jerarquía que está definido, como ya vimos, por el orden de llegada.
Al conformar nuevos sistemas familiares aparece la prioridad de los últimos sobre los primeros. Cuando formamos pareja, este nuevo sistema tiene prioridad sobre el de nuestros padres.
Cuando tenemos una nueva pareja, este sistema tiene una prioridad sobre el que formamos con nuestras parejas anteriores, sin detrimento del reconocimiento del orden de llegada. Esto aplica en la empresa, donde el nuevo trabajo tiene prioridad sobre los previos, conservando el reconocimiento hacia los anteriores.
Ocupar el lugar
Ocupamos nuestro lugar cuando asumimos y nos responsabilizamos de lo que nos corresponde en el contexto que nos encontramos.
El lugar no nos lo da o concede otra persona, por el sólo hecho de existir nos pertenece y somos nosotros quienes debemos tomarlo, ocuparlo y actuar desde él. El amor ciego o la lealtad a nuestro sistema familiar de origen pueden llevarnos a salirnos de nuestro lugar y pretender ocupar el de otro.
El juicio y el cuestionamiento a nuestros antecesores y progenitores también conduce a movernos del lugar que nos corresponde. Si pensamos que papá y mamá no lo han hecho bien o que deberían hacerlo mejor o diferente como padres, estamos fuera de nuestro lugar.
Muchas veces nos hubiera gustado que fueran más comprensivos y cariñosos, que hubieran estado más pendientes o tal vez que nos hubieran dado más apoyo. Hay casos en que lamentamos que no hayan estado o nos hayan abandonado. Si nos quedamos anclados en lo que nos hubiera gustado nos perdemos lo verdaderamente importante: que estuvieron allí para darnos la vida, todo lo demás es secundario.
Cuando tenemos puesta nuestra atención en todo lo que no hubo nos estamos perdiendo la vida.
Entonces dejamos de ocupar nuestro lugar de hijos y nos ubicamos a la altura de nuestros padres, tal vez usurpando el lugar de alguno de los dos y por tanto empezando a vivir su destino en lugar del nuestro. Si tenemos hermanos es probable que nos comportemos con ellos como si fuéramos sus padres: regañándolos, reprendiéndolos, dándoles órdenes; por consiguiente nos ganamos su indisposición afectando nuestras relaciones fraternas.
Si además de estos juicios controlamos a nuestros padres, diciéndoles qué hacer y cómo hacerlo, calificando la manera cómo actúan, tomando decisiones por ellos incluso en contra de su propia voluntad, entonces dejamos de ocupar el lugar de hijos para ocupar el de sus padres, es decir, nuestros abuelos.
Esto ocurre a cualquier edad, pero es más evidente y común en la vejez cuando comienzan a requerir cuidados especiales o a tornarse un tanto olvidadizos o a perder la capacidad para tomar decisiones.
También los cuestionamos como parejas, cuando por ejemplo criticamos a mamá por la forma como trata a papá, o a papá por haberle sido infiel o haberla maltratado. Todas las quejas que tengamos hacia alguno de ellos y que sean respecto a su comportamiento como cónyuges nos pone en el lugar de su pareja.
Dejamos de ser hijos para convertirnos en los cónyuges de nuestro progenitor. Esta situación puede generar desde indisposición hasta abuso sexual por parte de alguno de los dos. Es común que una hija resienta el hecho de que su padre es duro con ella, sin darse cuenta que lo que sucede es que él está tratando de ponerla en su lugar de hija porque está molesto con que se ubique entre él y su madre o sea su pareja.
Cuando uno de los padres está criando a los hijos en ausencia del otro, es común que se presente que el hijo/hija pase a ser el hombre/mujer de la casa. Las consecuencias de ésto son amplias, tanto el padre como el hijo dejan de estar disponibles como parejas, el hijo empieza a asumir una carga que no le corresponde como padre y pareja, llegando inclusive a ser imposible que forme una familia propia.
Ejercicio
En tu libreta escribe en el centro de una hoja la palabra YO y rodéala con un círculo. Luego arriba de esta palabra a la derecha escribe el nombre de tu madre.
Observa ambos nombres y di en voz alta: “yo soy el pequeño y tu eres la grande… yo el hijo y tú la madre… de ti me viene la vida… gracias”.
Ahora escribe arriba del tuyo y hacia la izquierda el nombre de tu padre. Observa ambas palabras (YO y el nombre de tu padre) y di en voz alta: “yo soy el pequeño y tu eres el grande… yo el hijo y tú el padre… de ti me viene la vida… gracias”. Respira.
Ahora observa a los 3 y mira a tus padres juntos como pareja que alguna vez fueron o siguen siendo, y dices en voz alta: “yo soy su hijo y ustedes mis padres, sus asuntos no me incumben, me retiro de ellos y los dejo con ustedes”. Respira.
Podemos estar ocupando el lugar de una pareja anterior de alguno de nuestros padres.
Cuando la jerarquía de las primeras parejas no es respetada y reconocida; como hijos de uniones posteriores podemos nacer implicados con ellas representándolas, viviendo sus destinos y estando en constante confrontación con nuestro progenitor (el padre que fue pareja de ésta).
En general, es necesario que nuestros padres reconozcan sus parejas anteriores a la actual y las incluyan en su corazón para que resuelta la exclusión, podamos soltar la implicación, ocupar nuestro lugar y hacernos cargo de nosotros mismos.
Cuando la exclusión es por ocultamiento, aborto o pérdida, es posible que estemos implicados con un hermano excluido, procurando que sea reconocido por el sistema. Al ocupar el lugar del otro, nos apropiamos de su destino. Sucede que los hermanos mayores traen una fuerza y un destino diferente al de los otros, son los que abren camino para los demás.
Cuando somos el hermano que sigue a un mayor excluido sin saberlo, generalmente tratamos de ocupar el lugar del primero o mayor y nos comportarnos como tales, imponiéndonos una carga que no sólo no nos corresponde, sino que no tenemos fuerza para llevar. Esto también ocurre con hermanos vivos, alguno puede llegar a ocupar el lugar del otro (el menor de mayor por ejemplo) usurpando su puesto, su destino y excluyéndolo de paso.
Al ocupar el lugar que nos corresponde por orden de jerarquía nos liberamos de esa carga y podemos asumir el puesto que por destino nos fue dado, inclusive haciendo cosas que el mayor no puede porque no está, pero no en su lugar sino en su nombre.
Los padres ante la pérdida de un hijo en ocasiones buscan otro que lo reemplace, incluso poniéndole su mismo nombre. El nuevo ser nacerá implicado con su hermano, y podrá repetir su destino y morir, o le será imposible alcanzar logros propios por el simple hecho de que su hermano no lo pudo hacer. Estar ocupando el lugar de un hermano del sexo opuesto puede ser causa de dificultades en la definición de la orientación sexual.
Ejercicio
En la misma hoja del ejercicio anterior escribe a ambos lados los nombres de tus hermanos así: al lado izquierdo tus hermanos mayores y al derecho los menores. Quedarán entonces por orden de llegada de izquierda a derecha.
Recuerda que no importa si comparten los mismos padres o no, esta jerarquía no tiene que ver con ellos.
Si conoces de medios hermanos, o pérdidas o abortos, inclúyelas en el lugar que les corresponde como si hubieran nacido; si no estás seguro, dales el lugar que te parece más apropiado en este momento.
Ahora observa bien todos los nombres y el tuyo, y dices en voz alta: “Soy el número _ de _ hermanos” (ejemplo: Soy el número 3 de 5 hermanos).
Puedes repetirlo varias veces para que puedas percibir más fácilmente cómo te sientes con este reconocimiento. Anota cualquier hallazgo o sentimiento importante.
La falta de límites claros nos lleva a perder nuestro lugar, y esto se hace aún más evidente con nuestros hijos. La falta de la autoridad que dan los límites hace que como padres nos pongamos a su mismo nivel y que como consecuencia los dejemos huérfanos.
Ser amigo de un hijo implica dejar de ser su padre, no forma parte del lugar que ocupamos respecto a nuestros hijos ser sus amigos.
Podemos tener muy buena comunicación, una muy buena relación y confianza con ellos, desde nuestro lugar de padres. Los hijos necesitan padres y sólo nosotros podemos serlo; si perdemos nuestro lugar nos pierden y con ello todo lo que nuestros ancestros y nosotros tenemos para darles.
Propiciar o permitir que nuestros hijos nos cuestionen o critiquen, enfrentarlos con su otro padre o involucrarlos en nuestros temas de pareja, les facilita perder su lugar con las consecuencias que ya conocemos.
Ellos son los pequeños y nosotros los grandes, es a nosotros como adultos que nos corresponde asumir los errores y tomar correctivos, pero no son nuestros hijos los llamados a resolver nuestras dificultades ni ayudarnos a hacerlo. Aunque nos equivoquemos seguimos siendo sus padres y conservamos la misma autoridad.
Cuando los hijos cuentan con padres bien puestos en su sitio: se sienten apoyados, protegidos,seguros, pueden tomar la fuerza de vida que les viene de ellos y crecer aprendiendo y asumiendo cada etapa de su vida.
Ejercicio
Abajo de tu nombre escribe el de tus hijos en el mismo orden que el de tus hermanos: de mayor a menor de izquierda a derecha.
Mira tu nombre y el de tus hijos y di en voz alta: “Yo soy el grande y ustedes los pequeños de mi les viene la vida”.
Respira. Reconoce cualquier sentimiento de inferioridad o culpa que pueda surgir y repite la frase con más profundamente cuantas veces lo consideres necesario. Escribe cualquier sentimiento o hallazgo.
Adopción
En los casos de adopción cobra gran importancia el reconocimiento de las jerarquías y del lugar que cada quien ocupa. Como hijos adoptivos hemos de reconocer que la vida nos viene de nuestros padres biológicos y que independientemente de las circunstancias, sólo nos es posible estar aquí hoy, gracias a que ellos eligieron que naciéramos.
Es a los padres biológicos a quienes pertenece el primer lugar. El hijo que reniega de sus padres biológicos o de la vida que le ha correspondido vivir no podrá tomar de ellos la fuerza de vida y ser feliz.
Ocupar el Lugar
Es asumir, responsabilizarse, comprometerse.
Es crecer, madurar, tomar fuerza, avanzar.
Extracto del libro: “Constelaciones Familiares”. Fundamentación sistémica de Bert Hellinger. Autoras: Carmen Cecilia Vargas Sierra y Mónica Giraldo Paérez