Postura para meditar

Una postura correcta

Los maestros dicen: “Si creas las condiciones favorables en tu cuerpo y en tu entorno, la meditación y la realización se darán automáticamente”. Hablar de la postura no es una pedantería esotérica; la finalidad de adoptar una postura correcta es la de crear un entorno estimulante para la meditación y para la realización de nuestra naturaleza espiritual.

Existe una relación entre la postura del cuerpo y la actitud de la mente. Al estar relacionados entre sí la mente y el cuerpo, la meditación se produce de manera natural cuando vuestra postura y vuestra actitud están llenas de inspiración.

Si estáis sentados en la postura de meditación y vuestra mente no está en completa sintonía con vuestro cuerpo, si, por ejemplo, estáis inquietos y preocupados por algo, entonces vuestro cuerpo experiemntará cierta incomodidad física y se presentarán con más facilidad dificultades.

Si, por el contrario, vuestra mente se halla en un estado sereno e inspirado, influirá en gran manera en vuestra postura y podréis sentaros de una forma mucho más natural y sin esfuerzo. Así pues es muy importante que unáis la postura de vuestro cuerpo con la confianza que nace de la realización de vuestra naturaleza espiritual.

Como una montaña

En las enseñanzas s dice que vuestra Visión y vuestra postura deberían ser como una montaña. La Visión es la suma de toda vuestra comprensión y de la percepción profunda de vuestra naturaleza espiritual, y eso es lo que aportáis a vuestra meditación. Así pues, la Visión se traduce en la postura y al mismo tiempo la inspira, expresando el corazón mismo de vuestro ser en la manera en que os sentáis.

Sentaos, pues, como si furais una montaña, con toda su majestad inquebrantable e inalterable. Una montaña está completamente cómoda y agusto consigo misma, por fuertes que sean los vendavales que la azotan y por densos que sean los nubarrones que se arremolinen en torno a su cumbre. Sentáos como una montaña, dejad que vuestra mente se eleve, remonte el vuelo y plenee en el cielo.

La espalda, el punto esencial

El punto esencial de esta postura es mantener la espalda recta, como “una flecha” o “una pila de monedas de oro”. La energía interior circulará entonces fácilmente por los canales sutiles de vuestro cuerpo, y vuestra mente hallará su verdadero estado de reposo.

No forcéis nada. La parte inferior de la columna tiene una curvatura natural; debe estar relajada, pro erguida. Sentíd como la cabeza está cómodamente equilibrada sobre el cuello. Son los hombros y la parte superior del tronco los que sostienen la fuerza y la gracia de la postura; su porte debe expresar una fuerza desprovista de rigidez.

Las piernas

Sentáos con las piernas cruzadas. No es neesario que adoptéis la postura completa del loto, a la que se concede mayor importancia en las prácticas avanzadas de yoga. las piernas cruzadas expresan la unidad de la vida y de la muerte, del bien y del mal, de los medios hábiles y de la sabiduría, de los principios masculino y femenino, del samsara y del nirvana; la no dualidad.

Es posible que prefiráis sentaros en una silla, con las piernas relajadas; aseguraros entonces que mantenéis la espalda recta.

Los ojos

En mi tradición, los ojos han de estar abiertos, esto es muy importante. Sin embargo, si sois muy sensibles a las perturbaciones exteriores, cuando empecéis a practicar puedeservir de ayuda cerrarlos un momento y volveros tranquilamente a vuestro interior.

Una vez establecidos en la calma, abrid gradualmente los ojos: comprobaréis que vuestra mirada se ha vuelto más sosegada, más serena. Ahora mirad hacia abajo, siguiendo la línea recta de la nariz, en un ángulo de 45º aproximadamente. Un consejo práctico: en general, cuando la mente está muy agitada, es mejor mirar hcia abajo, y cuando está entorpecida y somnolienta, se aconseja dirigir la mirada hacia arriba.

Cuando vuestra mente se ha apaciguado y la claridad del discernimiento empieza a manifestarse, os sentís listos para alzar la mirada; abrid más los ojos y dirigid vustra mirada al espacio que hay directamente ante vosotros.

Vuestra meditación y vuestra mirada deberían ser como la vasta extensión de un gran océano: abierta e ilimitada, abarcándolo todo. Al igual que vuestra Visión y vuestra postura son inseparables, vuestra meditación inspira vuestra mirada, y ambas se funden en una.

Así pues, no concentréis vuestra atención sobre algo en particular; volved ligeramente hacia vosotros de nuevo y dejad que vuestra mirada se extienda, que se haga cada vez más amplia y espaciosa. Descubriréis entonces que vuestra mirada expresa un mayor grado de paz, de compasión, de ecuanimidad y de equilibrio.

Dejad que la compasión que emana de vuestra meditación irradie, suave y delicadamente, por vuestros ojos. Vuestra mirada se convertir´´a entonces en la mirada misma de la compsión, semejante al océano, abarcándolo todo. Por consiguiente, durante la meditación mantened los ojos abiertos, no cerrados. En lugar de excluir la vida, permaneced abiertos y en paz con todo.

Los sentidos

Mantened vuestros sentidos – el oído, la vista, el tacto – naturalmente abiertos, tal como son, sin aferrarse a sus percepciones. Sea lo que sea que veáis u oigáis, dejadlo tal cual sin aferraros a ello. Dejad el oír en el oír, dejad el ver en el ver, sin permitir que vuestro apego intervenga en la percepción.

Según la enseñanza espiritual, toda la luz de nuestra energía de sabiduría reside en el centro del corazón, que está conectado con los ojos por medio de los “canales de sabiduría”. Los ojos son las puertas de la luminosidad, de forma que debéis dejarlos abiertos para no bloquear estos canales de sabiduría.

La boca

Cuando meditéis, dejad la boca ligeramente entreabierta, como si estuviérais a punto de emitir un profundo y relajante “Aaaaah”. Se dice que al mantener la boca ligeramente entreabierta y respirar por ella reducimos la posibilidad de que se eleven los “vientos kármicos” que originan los pensamientos discursivos y crean obstáculos en la mente y en la meditación.

Las manos

Dejad que vuestras manos reposen cómodamente sobre las rodillas.

A esta postura se la llama “la mente a gusto y serena”.

Sogyal Rimpoché

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